Votantes
Podr¨ªamos pensar que en los pr¨®ximos a?os la mejora de la salud de nuestras instituciones ser¨¢ un objetivo prioritario para todos. No estoy muy seguro
El nivel de irritaci¨®n y desmoralizaci¨®n que exhibe el ciudadano de a pie al observar el penoso estado en el que ha quedado nuestro sistema democr¨¢tico, tras varias d¨¦cadas de inacci¨®n por parte de los sucesivos gobiernos, y, muy particularmente, por los del PP, podr¨ªa hacernos pensar que, por fin, las diferentes opciones pol¨ªticas han aprendido la lecci¨®n, y que, en los pr¨®ximos a?os, la mejora de la salud y la calidad de nuestras instituciones, y, especialmente, la lucha contra la corrupci¨®n, ser¨¢ un objetivo prioritario para todos.
No estoy muy seguro de ello. Debe recordarse que, en realidad, la mecha que ha activado la alarma ciudadana ha sido esta larga, e injusta, crisis econ¨®mica, que dura ya casi siete a?os; lo que quiere decir que la neutralizaci¨®n de aquella puede ser una tarea relativamente sencilla, a poco que el pa¨ªs retome la senda del crecimiento, y los niveles de empleo comiencen a normalizarse.
No hay m¨¢s que observar la estrategia del partido gobernante, desinteres¨¢ndose por todo aquello que no tenga que ver directamente con la esfera de la "recuperaci¨®n" econ¨®mica, para darnos cuenta de que dispone de encuestas suficientes que demuestran que la capacidad para recuperar el voto perdido, depende, casi en exclusiva, de esta variable. Y no s¨®lo eso, sino que a pesar de que dicha p¨¦rdida ha sido la mayor de entre todas las formaciones pol¨ªticas, a¨²n as¨ª, el PP ha sido el partido m¨¢s votado, con diferencia. Y aqu¨ª, en la Comunidad Valenciana, el parque tem¨¢tico de la corrupci¨®n por excelencia, tambi¨¦n.
No es nada nuevo. Un porcentaje muy elevado del votante conservador medio tiene un perfil fuertemente ideologizado, en el que pesa mucho m¨¢s el odio visceral al adversario pol¨ªtico, a quien considera un peligro real para la moralidad p¨²blica y la sacrosanta unidad de Espa?a; pero, sobre todo, para su dinero, que cualquier otra consideraci¨®n de car¨¢cter ¨¦tico o autocr¨ªtico. Raz¨®n por la cual, todo eso de la corrupci¨®n, la decadencia institucional, la p¨¦rdida de calidad de los servicios p¨²blicos esenciales, o las crecientes desigualdades sociales, son asuntos que no le quitan demasiado el sue?o. A lo sumo, algunos se abstienen, avergonzados como est¨¢n por el espect¨¢culo cotidiano que ofrecen sus dirigentes, amortiguado, en parte, por el hecho de que el fen¨®meno de la corrupci¨®n parece tener alcance sist¨¦mico (aunque tambi¨¦n en ello, el PP gane por goleada).
En el lado del PSOE, las cosas son muy diferentes. Sus votantes valoran positivamente los progresos sociales propiciados por los sucesivos gobiernos, o sus avances en la equidad, pero se muestran muy cr¨ªticos con la incapacidad mostrada por sus dirigentes para fortalecer las instituciones democr¨¢ticas, mejorar la eficiencia de las administraciones, perseguir el fraude fiscal y establecer cortafuegos eficaces contra la corrupci¨®n, entre otros muchos asuntos pendientes. En cierto modo, les responsabilizan de que no hayan sido mucho m¨¢s contundentes en la defensa de la calidad democr¨¢tica y el prestigio de lo p¨²blico; y tienen raz¨®n. El voto filtrado a Podemos no ha sido sino el grito de protesta de muchos de ellos, hartos ya de pa?os calientes.
O sea, que si yo fuera Secretario General del PSOE, no tendr¨ªa ninguna duda de lo que hay que hacer ahora para reencontrarme con mis electores. Confiemos en que Pedro S¨¢nchez, tampoco.
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