De Wellington a The Beatles
Mar¨ªa Tudor, esposa de Felipe II, y Carlos Estuardo, el pr¨ªncipe gorr¨®n, dos exponentes del afecto ingl¨¦s por lo espa?ol
La p¨¦rfida Albi¨®n, como acostumbraban denominar a Inglaterra desde la Espa?a imperial, muestra en Madrid relevantes rasgos de sus gentes, sus costumbres y su civilizaci¨®n. Desde lo alto de una de las cuatro atalayas de Chamart¨ªn, Torre Espacio, sede hoy de tres misiones diplom¨¢ticas de los pa¨ªses de la Commonwealth con el Reino Unido a la cabeza, los brit¨¢nicos establecidos en Madrid que realizan all¨ª alguna gesti¨®n pueden divisar en lontananza parte el c¨¦sped de algunos estadios, como el Santiago Bernab¨¦u: es c¨¢tedra mundial del deporte del f¨²tbol, importado hasta Espa?a por sus predecesores ingleses -inventores del balompi¨¦- m¨¢s precisamente, a las viviendas de ingenieros de las minas gestionadas por ingleses en la onubense Riotinto.
Tambi¨¦n cabr¨ªa descubrir desde all¨ª arriba, en la parte alta de la calle de Alcal¨¢ y junto a la zona occidental de la Quinta de los Bauer, la primera cancha de tenis sobre c¨¦sped ¡ªjuego patentado como brit¨¢nico¡ª, construida en Madrid en los albores del siglo XX. Hacia Poniente, el turf del hip¨®dromo de La Zarzuela, se ofrece a la vista como una deslizante pincelada de verdor, ahora abierto al p¨²blico, tras haber superado d¨¦cadas atr¨¢s un defecto estructural que llen¨® su subsuelo de topillos. El ingeniero Eduardo Torroja inmortaliz¨® las instalaciones con una soberbia marquesina. Al igual que el f¨²tbol y el tenis, la h¨ªpica cobr¨® su primer empuje y su mejor esplendor en las Islas Brit¨¢nicas.
Una reina enamorada
De all¨ª, m¨¢s precisamente de Greenwich, era la reina Mar¨ªa Tudor, hija del obeso jugador de tenis a mano, Enrique VIII, y de la alcala¨ªna Catalina de Arag¨®n, hija de los Reyes Cat¨®licos. Tras observar un retrato surgido del pincel de Antonio Moro, Mar¨ªa, loca de amores, quiso desposarse con su retratado, un entonces jovial y rubio Felipe II, el mismo monarca que en 1561 instalar¨ªa la capital de los reinos de Espa?a en un Madrid a la saz¨®n imperial y tambi¨¦n provinciano.
Mar¨ªa y Felipe se casaron; pero tan solo convivieron unas semanas. Un nieto de Felipe II, tambi¨¦n rey, felipe IV, alojar¨ªa en Madrid durante meses al gorr¨®n Pr¨ªncipe de Gales, Carlos Estuardo, que galanteaba a una hermana del monarca espa?ol con miras a desposarla. Tras vivir el pr¨ªncipe a cuerpo de rey, agasajo tras agasajo en fastuosas veladas repletas de regalos, gui?os y banquetes junto con su fiel duque de Buckingham, el futuro rey de Inglaterra se abri¨®, march¨®se y no hubo nada. Bueno, s¨ª: a?os despu¨¦s ¡ªtras ser retratado por el genial Ant¨®n van Dyck, a punto ¨¦ste de ser fichado como pintor de la Corte de Madrid¡ª, el ya rey, Carlos I, altanero y desafiante frente a un Parlamento vivaz con ¨¦l indignado, ser¨ªa destronado y decapitado en 1649 durante la revoluci¨®n republicana de Oliverio Cromwell, lord Protector.
Precisamente, Anthony Ascham, embajador de las nuevas autoridades republicanas inglesas, enviado en junio de 1650 en misi¨®n oficial a Madrid, ser¨ªa asesinado por cinco sicarios de la realeza brit¨¢nica en la calle de Caballero de Gracia, no lejos de la calle del Pr¨ªncipe, donde se alza a¨²n hoy un templo para los cat¨®licos ingleses, cuyos correligionarios espa?oles consiguieron impedir entonces la ejecuci¨®n de algunos asesinos del embajador.
En 1700, al morir en el Alc¨¢zar de Madrid sin descendencia el rey espa?ol Carlos II de Habsburgo, apodado El Hechizado, se abri¨® la fronda sucesoria din¨¢stica de la Corona de Espa?a. Los ingleses se alinearon con el archiduque de Austria, Carlos, frente al pretendiente Borb¨®n Felipe V, apoyado por Francia. Surgi¨® una guerra civil, a escala tambi¨¦n europea, con Madrid como epicentro. El Archiduque lleg¨® a las puertas de la ciudad y los publicistas ingleses, sus aliados, llenaron Europa de l¨¢minas en las que el pretendiente austracista navegaba por el r¨ªo Manzanares en posse mayest¨¢tica: la escena jam¨¢s ocurri¨®, pues Carlos de Habsburgo se retir¨® inmediatamente de la ciudad; por otra parte, el Manzanares entonces nunca fue navegable de aquella guisa.
Bronca entre genios
Casi un siglo despu¨¦s de aquel bluff, en 1809, centenares de oficiales y varios miles de soldados brit¨¢nicos se situaron junto a los espa?oles para echar a Napole¨®n de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, cosa que contribuyeron grandemente a conseguir por su valor militar, su arrojo y por la sabia conducci¨®n de sus aguerridas tropas por sir Arthur Wellesley, lord Wellington, colmado luego de honores por Fernando VII. Pese a llevarse por delante la artiller¨ªa del Sire la Real F¨¢brica de Cer¨¢micas del Retiro ¡ªcompetencia de las de Wedgeworth¡ª, durante sus operaciones militares para desalojar a los franceses del parque madrile?o, talado sin piedad por estos, Francisco de Goya, por encargo del rey Fernando, se dispuso a retratar el victorioso duque.
Amigo de lady Holland embajadora inglesa en Madrid y excelsa jardinera ¡ªamiga a su vez de Cayetana La Maja duquesa de Alba¡ª Goya se retras¨® al parecer en la hechura del retrato ¨¢ulico del lord, por lo que el flamante duque de Ciudad Rodrigo entr¨® en c¨®lera, sobre la cual igualmente mont¨® el pintor ma?o, experto cazador: la cosa estuvo a punto de terminar a tiros entre ambos genios del arte y de la guerra, respectivamente, de no ser desenzarzados ambos, a empellones, por testigos de la bronca.
George Borrow, conocido como don Jorgito, recorri¨® Espa?a y cruz¨® por Madrid entre 1836 y 1840 vendiendo biblias anglicanas sin notas a?adidas. Las andanzas espa?olas de Borrow, fueron prologadas y traducidas un siglo despu¨¦s por Manuel Aza?a, futuro presidente de la Segunda Rep¨²blica. Por cierto, la iglesia anglicana de San Jorge de la calle de N¨²?ez de Balboa esquina a la de Hermosilla es una joya de arte neomud¨¦jar, neorrom¨¢nico y neog¨®tico anglicano ideada por el arquitecto Teodoro Anasagasti en 1925, potente expresi¨®n de la presencia inglesa en Madrid.
Transcurridas tres d¨¦cadas de aquel hist¨®rico rifirrafe entre el pintor aragon¨¦s y el general isle?o, los militares ingleses volvieron a la carga en Espa?a y se aliaron con el carlismo, alzado en armas este movimiento ultraconservador contra la reina regente Mar¨ªa Cristina, forzada proclive a los liberales. El pretendiente tradicionalista, Carlos Mar¨ªa Isidro de Borb¨®n, hermano de Fernando VII, tambi¨¦n estuvo a punto de entrar en Madrid con la ayuda de los publicistas brit¨¢nicos, sin conseguirlo.
Si el veedor encaramado en la gran torre madrile?a donde reside la Embajada del Reino Unido otea el horizonte, descubrir¨¢ a lo lejos los ra¨ªles de muchos de los numerosos trenes que surcan el per¨ªmetro y la entra?a de la ciudad. Fue a los trenes, tranv¨ªas, trolebuses y autobuses de Madrid a donde acudi¨® el capital ingl¨¦s en los a?os de la revoluci¨®n industrial y fechas posteriores, con una pl¨¦tora de ingenieros, mec¨¢nicos, investidos del sentido pr¨¢ctico de las Islas, si bien su n¨²mero no lograr¨ªa nunca superar el de los importadores ingleses de vinos y jereces espa?oles.
Ya en el primer tercio del siglo XX, j¨®venes proletarios, poetas, novelistas y artistas brit¨¢nicos, en n¨²mero de 2.500, figuraron entre los primeros en incorporarse a las Brigadas Internacionales, cuando Madrid se hallaba a punto de caer en manos del fascismo, a partir del verano de 1936. Periodistas y escritores, como George Orwell o Ralph Fox, combatieron contra Franco. El coraje combativo de aquellos muchachos qued¨® patente en los frentes madrile?os del Jarama y Brunete, entre otros escenarios b¨¦licos, donde muchos de ellos dejaron sus vidas bajo el fuego a¨¦reo de cazas, bombarderos y tanques alemanes e italianos, como en el otro lado lo hicieran soldados de infanter¨ªa del entonces Marruecos colonial espa?ol que apoyaban a los golpistas.
Pertinaz espionaje
Durante la posguerra espa?ola y la Segunda Guerra Mundial, Madrid fue escenario de un pertinaz espionaje mutuo entre nazis y aliados, de intensidad desbocada. La cervecer¨ªa El ?guila, en Correos, y Embassy, de Castellana esquina a Ayala, fueron dos de los descansaderos de los agentes secretos. Fue el hijo de un anticuario londinense establecido en Fuencarral y de una gitana espa?ola, el pintor especialista en Francisco de Goya Tom¨¢s Harris ¡ªque llegar¨ªa a ser patr¨®n del Museo del Prado¡ª quien desde Madrid y Londres teledirigi¨® al esp¨ªa doble catal¨¢n afincado en Madrid, Juan Pujol Garc¨ªa, alias Arabel y alias Garbo.
Empleado del hotel Majestic de la calle de Vel¨¢zquez, con enga?os calculados Pujol penetr¨® en el servicio secreto militar alem¨¢n; viaj¨® a Inglaterra para operar desde all¨ª supuestamente por la causa nazi, pero se ofreci¨® a los aliados y, tras inventarse una red ficticia de 26 colaboradores filonazis, filtr¨® durante varios a?os informaci¨®n veraz ¡ªpero inocua¡ª a Hitler, al que logr¨® enga?ar sobre el desembarco de Normand¨ªa, pese a hab¨¦rselo anunciado seis horas antes: su enredo facilit¨® el arranque de la reconquista militar de la Europa occidental en manos de los nazis, ya arrebatada por los rusos en Stalingrado, en Europa oriental, desde casi dos a?os antes. Tambi¨¦n Kim Philby, esp¨ªa a favor de la URSS y amigo de Tom¨¢s Harris, estuvo en Madrid tras la Guerra Civil, contienda que hab¨ªa cubierto informativamente para la prensa conservadora inglesa como tapadera de sus actividades de espionaje.
Revolucionaria ser¨ªa la actuaci¨®n en Madrid, en el verano de 1963, del grupo The Beatles, en la plaza de toros de Las Ventas y, dos d¨¦cadas despu¨¦s, la primera de las de The Rolling Stones en el estadio Vicente Calder¨®n. Desde entonces, la influencia cultural inglesa en Madrid, que arranc¨® a finales de los a?os 60 del siglo XX con el bautismo de la calle de Don Ram¨®n de la Cruz como Moncho Street, con comercios de ropa y de discos en clave psicod¨¦lica, propici¨® el paulatino desplazamiento de la lengua francesa como exponente del idioma moderno en el habla de los j¨®venes, luego en las aulas y, a la postre, como referencia cultural prioritaria. La lengua inglesa, hasta entonces considerada mero habla de comerciantes o t¨¦cnicos, la sustituy¨® con creces. Su foco de irradiaci¨®n fueron los cursos pr¨¢cticos del Instituto Brit¨¢nico, buque insignia cultural ingl¨¦s en la calle de General Mart¨ªnez Campos de Madrid.
Como dato curioso, la capital madrile?a es al parecer la ciudad del mundo donde el atuendo femenino ha incluido, durante d¨¦cadas, m¨¢s faldas escocesas que el propio Edimburgo, al decir de numerosos sastres. El n¨²mero de pubs, sustantivo procedente de public house, la forma de ocio social y tabernario a escala inglesa, ha sido desde entonces creciente y el disfrute de las pintas, exponencial: el pub Dickens, lugar de reuni¨®n bajo el franquismo de periodistas y escritores de izquierda, situado en la calle de Maldonado, llegar¨ªa a ser apodado La hoz y el Martini.
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