Cr¨®nicas de desamor
Matthias Goerne sublima en Vilabertran los ciclos de canciones de Schubert
Los ciclos de canciones Die sch?ne M¨¹llerin (La bella molinera) y Winterreise (Viaje de invierno) de Franz Schubert constituyen la cima del Lied rom¨¢ntico. Un tercer ciclo, Schwanengesang (Canto del cisne) es un invento de un editor que agrup¨® bajo un s¨®lo t¨ªtulo canciones dispersas de Schubert, contiene algunas de las mejores canciones del compositor, pero no es propiamente un ciclo con una unidad tem¨¢tica.
La bella molinera y Viaje de invierno, ambos sobre poemas de Wilhelm M¨¹ller,son cr¨®nicas demoledoras de desamor terriblemente amplificadas hasta el dolor por el poder de la m¨²sica, son canciones enfermas de amor y de amor enfermo. El primer ciclo, tras un inicio optimista, narra el viaje del protagonista hacia la soledad, la desesperaci¨®n y la muerte. El segundo empieza an¨ªmicamente en donde termina el primero, con un hombre que sale de una ciudad huyendo de un desamor e inicia un viaje en medio de una naturaleza hostil que es trasunto, met¨¢fora, de un viaje al interior de si mismo, un viaje que no tendr¨¢ regreso pues termina en la locura y la alienaci¨®n destruido por sus demonios interiores.
Cantar estos dos ciclos es mucho m¨¢s que cantar un total de 44 canciones, hay que construir un personaje, trazar una dramaturgia, graduar la expresividad. Cantar en dos noches seguidas La bella molinera y Winterreise es un reto agotador que solo est¨¢ al alcance de los mejores.
El bar¨ªtono alem¨¢n Matthias Goerne, uno de los int¨¦rpretes m¨¢s cotizados y buscados hoy en el minoritario universo del Lied, un hombre agradecido que no olvida que su primer compromiso profesional fuera de Alemania, el primer lugar en donde se confi¨® en aquel joven int¨¦rprete fue en la Schubert¨ªada de Vilabertran, regres¨®, fiel, una vez m¨¢s, a su cita ampurdanesa para interpretar el 22 y 23 de agosto los dos ciclos citados y, tras un d¨ªa de descanso, enfrentarse esta noche al tercero acompa?ado siempre al piano por Alexander Schmalcz.
Goerne ha alcanzado la plena madurez interpretativa, canta las obras desde la libertad suprema de poseer plenamente la pieza, las canta desde el texto y, a menudo, desde m¨¢s all¨¢ del texto, desde el personaje. Canta aparentemente olvidado de la partitura, con una naturalidad que da coherencia y pertinencia a todas las much¨ªsimas licencias que se toma: sorprendentes portamenti que introduce ad libitum, contrastes din¨¢micos arrolladores m¨¢s all¨¢ de lo indicado, alteraciones del tempo que sobrecogen, uso expresivo del silencio prolongado absolutamente fuera de comp¨¢s. Libertades que Alexander Schmalcz, desde el piano, secunda con complicidad y atenci¨®n.
En La bella molinera y Viaje de invierno Goerne nos hizo pasar por todos los dolores del desamor, por la tortura de los celos, por la rabia, por el orgullo herido, por el sarcasmo autodestructivo, por la autocompasi¨®n, por el hundimiento en la desesperaci¨®n, por el recuerdo doliente de los instantes felices, por la alucinaci¨®n, por el anhelo de paz a¨²n al precio de la muerte.
Matthias Goerne alcanz¨® en esas dos noches inolvidables el m¨¢s alto nivel que se puede alcanzar en la interpretaci¨®n del Lied: dar la sensaci¨®n de que est¨¢ improvisando libremente, de que se est¨¢ inventando la historia que nos cuenta.
Vilabertran, tiene un p¨²blico ejemplarmente silencioso y culto que sabe lo que va a escuchar. Tanto en la primera noche como en la segunda, al acabar Goerne se qued¨® con los brazos ligeramente levantados, dej¨® que se extinguiera la ¨²ltima resonancia del piano, pero a¨²n exig¨ªa silencio con las manos, pasaron cinco o seis interminables segundos necesarios para regresar al mundo, s¨®lo entonces afloj¨® el gesto y estall¨® el aplauso. En un p¨²blico curtido que ha escuchado en m¨¢s de una ocasi¨®n las piezas citadas hab¨ªa muchas miradas brillantes y alguna l¨¢grima apenas contenida. Un prodigio de comunicaci¨®n entre autor, int¨¦rprete y p¨²blico.
Y esta noche Schwanengesang.
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