¡°Nunca pensamos que pudiera ser un apartamento ilegal¡±
Turistas afectados por el cierre de pisos de la Barceloneta acusan a Airbnb de haberles ¡°arruinado las vacaciones¡±
¡°Nos han arruinado las vacaciones¡±, lamentaban ayer cuatro noruegas de 28 a?os en el 5? 2? del n¨²mero 37 de la calle de Atl¨¢ntida, en la Barceloneta. Llevaban ¡°unas 15 horas¡± sin agua corriente y un d¨ªa sin poder salir a disfrutar de la ciudad o la playa. ¡°Tenemos que esperar a que nos llame el due?o del piso. Est¨¢ buscando un hotel que cueste lo mismo que lo que nos ha cobrado¡±, explic¨® Andrea. Volv¨ªan de una ma?ana de compras el pasado mi¨¦rcoles cuando encontraron un cartel en la puerta que dec¨ªa que el apartamento tur¨ªstico que hab¨ªan alquilado carec¨ªa de licencia.
Andrea y sus amigas tuvieron la mala suerte de hospedarse en uno de los 35 pisos tur¨ªsticos ilegales a los que el Ayuntamiento de Barcelona orden¨® el cese de la actividad el pasado mi¨¦rcoles. Fue detectado por uno de los equipos del plan de inspecci¨®n en la Barceloneta, puesto en marcha el pasado lunes como respuesta a las protestas de los vecinos del barrio. Un d¨ªa despu¨¦s, las turistas segu¨ªan all¨ª, pese a que el Consistorio asegura que el cese ha de ser inmediato.
Los vecinos de este edificio afirman que est¨¢n ¡°contentos¡± con la medida. ¡°Hace tres a?os que tenemos gente que viene en manada, pone m¨²sica por la noche, estropea el telefonillo y hasta patea la puerta cuando se emborracha¡±, cuenta el presidente de la comunidad, Julio S¨¢nchez.
Pedro Riera y su mujer, de 78 y 83 a?os, admiten que, al vivir en la primera planta, el alojamiento no les causaba muchas molestias. Aplauden, sin embargo, que se cierren estos apartamentos. ¡°Hace cuatro a?os tuvimos que gastar 1.500 euros en construir una pared para amainar el ruido que ven¨ªa de la otra finca, donde hay otro de estos. Mi mujer se iba a otra habitaci¨®n cada noche porque ni con las pastillas consegu¨ªa dormir¡±, recuerda Riera.
¡°Me ir¨¦ con mi dinero a invertir a otra parte¡±, dice el due?o de un hostal
¡°Nosotras tenemos hijos y familia en Noruega, no hemos venido en busca de fiesta¡±, defiende Andrea. Ella y sus amigas han pagado 750 euros por un piso que encontr¨® en Airbnb. ¡°Nunca pensamos que pudiera ser un apartamento ilegal. ?Es una empresa tan grande a nivel mundial!¡±, afirma. ¡°Solo quer¨ªamos estar juntas y no en habitaciones separadas¡±.
Calles m¨¢s arriba, David Osorio recibe a un par de turistas reci¨¦n llegadas a lo que ¨¦l presenta como el hostal Be Happy. ¡°Hay algo que os tengo que decir¡±, anuncia antes de entregarles las llaves. Un equipo de inspecci¨®n hab¨ªa visitado el d¨ªa anterior los cinco pisos de los que es inquilino en una finca de la calle de Atl¨¢ntida. Concluyeron que los realquilaba como apartamentos tur¨ªsticos sin tener licencia. ¡°Yo alquilo habitaciones, no pisos. Intent¨¦ pedir la licencia tres veces, pero siempre me la negaron¡±, se defiende.
Osorio, de 28 a?os y responsable del ¡°hostal¡±, afirma que est¨¢ ¡°indignado¡± y ¡°dolido¡±. ¡°Daba trabajo a cuatro personas y clientes a los negocios del barrio. Ahora cerrar¨¦ y me ir¨¦ con mi dinero a invertir a otro lugar¡±, asegura a las puertas de la oficina que alquil¨® y nunca lleg¨® a abrir.
Su negocio, que incluye una p¨¢gina web en la que hasta el mi¨¦rcoles se pod¨ªa reservar pisos de otros titulares, opera desde hace tres a?os, aunque la sociedad se constituy¨® el a?o pasado. Osorio se excusa en que cuando comenz¨® no sab¨ªa que exist¨ªa un Plan de Usos en Ciutat Vella que prohib¨ªa otorgar nuevas licencias. ¡°La due?a de la finca dijo que ella se encargar¨ªa. Como vi que no lo hac¨ªa, lo intent¨¦ yo, pero la Administraci¨®n nunca nos dio la oportunidad¡±, se queja.
Ahora, ha decidido marcharse ¡°para siempre¡± de la Barceloneta y dejar atr¨¢s ¡°el acoso¡± al que, afirma, le han sometido los vecinos durante la ¨²ltima semana. ¡°He tenido que poner cartones en la ventana porque tiran huevos y me toman fotos. A los hu¨¦spedes tambi¨¦n, y las cuelgan en Internet¡±, denuncia mientras ense?a el cristal roto de una de las ventanas de sus pisos que, asegura, fue obra de unos vecinos. Andrea y sus amigas tampoco se sienten bienvenidas en el barrio: ¡°Por ahora, no queremos saber m¨¢s de apartamentos tur¨ªsticos¡±.
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