Carreras clandestinas por la Gran V¨ªa
Grupos de ciclistas organizan competiciones ilegales a gran velocidad entre el tr¨¢fico Hasta 40 corredores compiten por calzadas, parques y aceras
Unos minutos antes de que comience la carrera, el organizador entrega a los participantes un mapa con unos puntos fijos por los que deben pasar. Los corredores organizan su ruta y... pedalean. A toda velocidad, a veces sin frenos, por el centro de Madrid y entre el tr¨¢fico. No hay cartel de llegada ni de salida, nada indica al resto de los veh¨ªculos que los ciclistas que marchan junto a ellos compiten en una alleycat, el nombre que reciben estas carreras clandestinas de las que el Ayuntamiento de la capital dice no tener noticia.
Como en una yincana, los corredores atraviesan la ciudad realizando una serie de paradas obligatorias. La Castellana, Col¨®n y Gran V¨ªa son las m¨¢s comunes. C¨®mo llegar de un lugar a otro es decisi¨®n de cada ciclista.
Al elegir rutas diferentes reducen presuntamente la posibilidad de formar atascos. Y, sobre todo, evitan que la polic¨ªa les identifique como participantes de una carrera. Si les paran por cometer alguna infracci¨®n, los competidores no dicen que est¨¢n corriendo. Llevan prisa, y punto.
Esquivar coches, motos, peatones y ciclistas sobre unaa bici sin frenos que puede alcanzar los 60 kil¨®metros por hora
¡°Es una carrera un poco punki¡±, explica un ciclista al que en el mundillo se le conoce como Piteras y que prefiere no dar su nombre. Este extreme?o, de 27 a?os, ha corrido cuatro alleycats en Madrid y ha ganado dos. La adrenalina y el riesgo le incitan a participar. ¡°No brakes¡± (sin frenos, en ingl¨¦s), puede leerse en el tatuaje que lleva en el tobillo. Pitera ha corrido tambi¨¦n en Barcelona, pero asegura que Madrid es m¨¢s dura y divertida. ¡°Hay m¨¢s coches y m¨¢s cuestas¡±, explica.
Las carreras suelen hacerse al atardecer, casi de noche, cuando el tr¨¢fico es menos denso y hay menos polic¨ªa. Los faros de los otros veh¨ªculos hacen adem¨¢s que saltarse un stop sea menos peligroso para los ciclistas.
Tr¨¢iler del documental Line of sight, de Lucas Brunuelle, sobre las alleycats de Nueva York.
Cruzar la ciudad a pedales, en el menor tiempo posible y por el camino m¨¢s corto, es el objetivo de las alleycats. Las carreras pueden convocarlas tanto un colectivo de bicis como cualquier aficionado. El organizador fija un d¨ªa, una hora y un punto de partida. Avisa a sus conocidos a trav¨¦s de las redes sociales y lo comunica en algunas tiendas. El boca a boca y la camarader¨ªa de los participantes hace el resto.
En ciudades grandes como Madrid o Barcelona la media de participantes ronda los 40 ciclistas. Aunque de vez en cuando se ve a alguna mujer, la mayor¨ªa son varones. Desde adolescentes con tatuajes y dilataciones en las orejas hasta aficionados al ciclismo que dejaron atr¨¢s la cincuentena, pasando por una mayor¨ªa de musculados treinta?eros.
Cada competidor arriesga lo que quiere Piteras, ganador de dos 'alleycats'
No hay un perfil definido, y cualquiera puede ganar. La estrategia para trazar bien la ruta m¨¢s eficiente es tan importante como la velocidad. El ganador obtiene un premio que rara vez es dinero en met¨¢lico. Lo m¨¢s com¨²n: material para ciclismo o camisetas y gorras con el nombre de la carrera. Sin embargo, tambi¨¦n hay alleycats que no tienen un premio f¨ªsico. En estas, el corredor recibe tan solo el reconocimiento de los que comparten su afici¨®n.
Las alleycats se inspiran en los bicimensajeros estadounidenses. Las paradas de las carreras simbolizan las que estos trabajadores realizan para entregar un paquete. A partir de ah¨ª, el estilo de la yincana depende de cada organizador. En las que prima la velocidad, el objetivo principal es encontrar el camino m¨¢s r¨¢pido. Las aceras, los parques, la calzada, todo vale como pista. Otras alleycats tienen un car¨¢cter m¨¢s l¨²dico y se centran en poner pruebas a sus participantes como bailar en una parada determinada o realizar la carrera disfrazados. En estas, los corredores no tienen pretensi¨®n de ganar, sino solo divertirse.
A Piteras le gusta emular a los mensajeros estadounidenses cuando compite. Lo hace con una bici de pi?¨®n fijo. En este modelo, los pedales no paran de girar si la rueda trasera est¨¢ en movimiento. Sin posibilidad de cambiar de marcha ni frenos. Para parar, Piteras tiene que pisar fuerte en el sentido contrario al de los pedales ¡ª¡±clavar la pedalada¡±, lo llaman¡ª, y entonces derrapa. Esquivar coches, motos, peatones y ciclistas sobre una bici sin frenos que puede alcanzar los 60 kil¨®metros por hora parece peligroso, pero el corredor asegura que no lo es m¨¢s que cualquier otro d¨ªa en el que coge la bici para moverse por la ciudad. ¡°Cada uno arriesga lo que quiere¡±, explica. Nadie obliga a los participantes de las carreras a saltarse un stop o un sem¨¢foro, o a entrar en una calle en direcci¨®n prohibida. Los competidores defienden que estas yincanas pueden ser un modo original y divertido de conocer mejor una ciudad si se hace respetando la ley.
Este tipo de carreras no recibe, sin embargo, la aprobaci¨®n de todo el mundo. Ni siquiera de quienes tratan de promover el uso de la bicicleta en la ciudad como transporte alternativo al coche. Enbicipormadrid, un movimiento que lleva a?os intentando normalizar el uso cotidiano de la bicicleta en la capital, teme que estos corredores puedan da?ar la imagen de los ciclistas. ¡°La t¨ªpica frase ¡®ya est¨¢ el ciclista salt¨¢ndose el sem¨¢foro¡¯ es un lastre para los que queremos circular seg¨²n la ordenanza de movilidad¡±, dice uno de sus integrantes.
Pitera asegura sin embargo que los movimientos que paran el tr¨¢fico de Madrid un d¨ªa al mes para reivindicar el uso de este transpote perjudican m¨¢s que los participantes de las carreras. ¡°?Qu¨¦ mala imagen vamos a dar si la gente no sabe ni lo que es una alleycat?¡±, defiende.
El Ayuntamiento de Madrid confirma este ¨²ltimo hecho: no sabe lo que son, ni tiene ninguna queja ni incidente registrados a causa de estas carreras. Los participantes aseguran que no suele haber altercados ni con los viandantes ni con el resto de veh¨ªculos. ¡°Respetamos mucho a los peatones y solo nos ponemos en peligro a nosotros mismos¡±, afirma Piteras.
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