Raphael, la m¨²sica extremada
Desde hace m¨¢s de medio siglo Raphael forma parte de la cr¨®nica sentimental de este pa¨ªs, ese relato en parte escrito en una televisi¨®n en blanco y negro
Creo que fue el mismo Raphael comentando en una ocasi¨®n sobre sus canciones que eran como las lentejas: O las tomas o las dejas. A juzgar por el p¨²blico que llenaba el Teatre Principal la noche del debut del cantante todos juntos decidieron darse un buen fest¨ªn de hierro e hidratos de carbono a la salud del int¨¦rprete. Y tiene raz¨®n el cantante. No hay t¨¦rmino medio o punto equidistante donde situarse ante el lunch como se dec¨ªa antiguamente a los banquetes nupciales. O te quedas en tierra nadie. O como el marinero Marlow acabas por adentrarte hacia el coraz¨®n de las tinieblas y los gozos raphaelistas. Y all¨¢ fuimos.
Desde hace m¨¢s de medio siglo Raphael forma parte de la cr¨®nica sentimental de este pa¨ªs, ese relato en parte escrito en una televisi¨®n en blanco y negro que nos proyectaba su figura desmesurada y de gestos audaces bendecida por ese fen¨®meno llamado fans y sus apote¨®sicos recitales en el Teatro de La Zarzuela de Madrid. A juzgar por la edad media de las se?oras que llenaban la noche del estreno el coliseo provincial se dir¨ªa que una buena parte de ellas se encontraban aplaudi¨¦ndole la velada en que gan¨® el Festival de Benidorm con la canci¨®n Llevan.
Sobre el escenario, aqu¨ª flanqueado por dos escaleras que el cantante recorrer¨ªa como si se tratara del fantasma de Norma Desmond en el Crep¨²sculo de los dioses, Raphael dibuja un camino expresivo que discurre desde el Aznavour m¨¢s teatral al gesto melodram¨¢tico de Marif¨¦ de Triana y la tradici¨®n de la Copla, haciendo un hueco de paso para la gestualidad m¨¢s ambigua de aquellos cancioneros que en los a?os de la postguerra encabezaron artistas como el desaparecido Antonio Amaya. Hasta un gui?o al mism¨ªsimo Bob Fosse y sus pasos de danza como ofrenda esc¨¦nica.
Pero Raphael es Raphael -o Rafael en Raphael como el titulo de aquel documental frustrado que el realizador Antonio Isasi-Isasmendi realiz¨® sobre el cantante- y en este m¨¢s de medio siglo de trayectoria musical ha ido forjando una personalidad, genio y figura, sin duda alimentada sabiamente por las creaciones de Manuel Alejandro, el autor con el que ha acabado formando una reedici¨®n particular de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Bajo la sombra creativa del maestro gaditano Raphael lleva a?os lanz¨¢ndose al v¨¦rtigo interpretativo, pasando del Digan lo que digan a la Provocaci¨®n como el que no quiere la cosa. De tener su coraz¨®n en carne viva a la interpelaci¨®n en may¨²scula del que sabe nadie. No es extra?o que ante semejante sucesi¨®n de saltos mortales ¨C que ni el circo de Angel Cristo se atrever¨ªa a reproducir- el p¨²blico acabe en m¨¢s de una ocasi¨®n como en una sesi¨®n de vud¨² tropical. Un estado de hipnosis colectiva al que no es ajeno el volumen sonoro del espect¨¢culo que me hizo creer que me hab¨ªa equivocado de concierto y estaba asistiendo a uno de Extremoduro. Pero no ser¨¦ yo quien le quite lo bailao y el derecho a reivindicar su coraz¨®n rock, a fin de cuentas, ¨¦l tambi¨¦n forma parte de la generaci¨®n de los Beatles y los Rolling Stones. Y de Alaska y Bunbury como ha dejado grabado en prueba de su versatilidad y aggiornamento.
En un momento de la actuaci¨®n el cantante comenta sobre su abundante repertorio que podr¨ªa estar un d¨ªa cantando sin repetir el mismo t¨ªtulo. Un d¨ªa, una semana, una eternidad. Raphael pertenece a ese club de artistas que encuentran su redenci¨®n art¨ªstica sobre el escenario. Fuera de ¨¦l, el horror vacui. Y que mejor que la m¨²sica extremada que dir¨ªa Guillermo Cabrera Infante como banda sonora en el camino de salvaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.