Tierra quemada
Con la felicidad pasa lo mismo que con algunos paisajes, no te das cuenta de que estaban ah¨ª hasta que desaparecen
Con la felicidad pasa lo mismo que con algunos paisajes, no te das cuenta de que estaban ah¨ª hasta que desaparecen. Hay cosas que se pierden en el fuego en las que uno s¨®lo repara transcurrido alg¨²n tiempo despu¨¦s del incendio: aquella fotograf¨ªa del verano del 97 con los ni?os vestidos con camisetas de Batman, la m¨²sica que sonaba en el radiocasete del coche, las ventanillas abiertas, el olor del romero y la carrasca y nosotros repitiendo a voz en grito el estribillo de una canci¨®n de Serrat; la visi¨®n del Montg¨® en una curva de la carretera, plantado ah¨ª desde el Cret¨¢cico; la sal de bucear en una cala todav¨ªa en la piel y esa clase de placer inconsciente de cuando uno se asoma al balc¨®n del ¨²ltimo verano con una cerveza helada sin saber que a fin de cuentas, alg¨²n d¨ªa, cuando pinten bastos, esa ser¨¢ la ¨²nica clase de felicidad que pueda salvarle.
Este mes de septiembre parte de esos recuerdos se han quemado junto a algunos lagartos y varios ejemplares ¨²nicos de sabinas, violetas roqueras, escabiosas rupestres, palmitos e hinojos marinos. Nada del otro mundo. Nuestros humildes rayos C perdidos en la puerta de Tanh?usser, que dir¨ªa el replicante de Blade Runner. Antiguamente en esa monta?a se adoraba a las fuerzas de la naturaleza porque en el interior de su relieve c¨¢rstico exist¨ªan divinidades muy misteriosas. Los romanos aprovecharon el agua de sus cuevas para abastecer a todo un ej¨¦rcito imperial; los ¨¢rabes construyeron presas y acequias para distribuir el riego por las huertas de los alrededores, sembr¨¢ndolas de almendros. Pero hace mucho tiempo que la naturaleza ha perdido su car¨¢cter sagrado, el monte fue abandonado a la maleza y de esa zarza ardiente se alimentan ahora alima?as de muchas clases.
Hace poco el fuego se ceb¨® con ese paisaje que era la ¨²ltima joya de la corona en esta tierra de saqueo. Las llamas dieron la vuelta a Les Rotes, remontaron las estribaciones del cabo de San Antoni y cayeron a plomo sobre el puerto de X¨¤bia, llamando a la puerta de las casas. Todo el parque natural del Montg¨® fue cosido por una lengua de fuego, sembrado a conciencia, porque en esta tierra de vientos locos tambi¨¦n hay gente que tiene una vena torcida.
Hace 25 a?os, cuando a¨²n ¨¦ramos indocumentados y limpios de coraz¨®n, todo el paraje fue declarado parque natural por su gran riqueza paisaj¨ªstica y ecol¨®gica. Eso en cualquier pa¨ªs normal conlleva unas condiciones elementales de conservaci¨®n y vigilancia de las que al parecer aqu¨ª nadie se hace responsable. Cinco incendios graves en ese tiempo son muchos incendios de Dios. Se ve que por estos pagos la condici¨®n de espacio protegido no significa m¨¢s que dos r¨®tulos en la carretera y un director general en alg¨²n despacho cobrando un sueldo.
Mientras tanto, en medio de la turba calcinada, junto a los halcones peregrinos, vagan las fotograf¨ªas quemadas de todos nosotros, el patrimonio com¨²n y sentimental de los valencianos que el gobierno de la Generalitat ha condenado a la hoguera: la canci¨®n del Mediterr¨¢neo, el capazo lleno de flores de lavanda, el coche navegando entre tumbos hacia el verano... Esa clase de felicidad natural que es la ¨²nica patria por la que vale la pena batirse.
Ustedes pueden tomar cartas en el asunto o no, pero los romanos dec¨ªan que no hay m¨¢s tierra quemada que aquella por la que no se pelea. Y de incendios sab¨ªan un rato.
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