El procesamiento judicial de Quequ¨¦: c¨®mo convertir un chiste en una amenaza
El fil¨®sofo Henri Bergson se?ala que ¡°el mayor enemigo de la risa es la emoci¨®n¡±
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Un juez ha procesado al c¨®mico H¨¦ctor de Miguel por un delito de odio, tras una querella de Abogados Cristianos. De Miguel, que es c¨®mico, dijo lo siguiente en el informativo sat¨ªrico que dirige y presenta, Hora Veintipico: ¡°Toda esta gente que estamos aqu¨ª tenemos un deseo, que es llenar de dinamita la cruz del Valle de los Ca¨ªdos y volarla por los aires. Si puede ser un domingo, mejor, para que vaya m¨¢s gente¡±.?
Y a?adi¨®: ¡°Lo que queremos hacer (...) es coger todos los pedacitos que salgan de la Cruz del Valle de los Ca¨ªdos y, de la misma manera que vosotros vais a las cl¨ªnicas abortivas a acosar a las mujeres que van a abortar, nosotros iremos con esas piedrecitas a las puertas de las iglesias y los monasterios a tir¨¢rselas a los curas que se hayan follado a alg¨²n ni?o... O sea, a todos. S¨ª, igual nos faltan piedras. ?Igual necesitamos volar tambi¨¦n la Almudena!¡±.?
El juez considera que las expresiones no son solo exageraciones o hip¨¦rboles c¨®micas, sino que ¡°implican la imputaci¨®n de un delito sumamente grave a todo un colectivo, llamando por ello a agredirles mediante el lanzamiento de piedras¡±.
No me voy a meter en los argumentos legales del juez, que este es un art¨ªculo de filosof¨ªa. Adem¨¢s, la ley y la ¨¦tica no siempre coinciden y precisamente la libertad de expresi¨®n es uno de los ¨¢mbitos en los que esto es m¨¢s evidente: muchas declaraciones nos pueden parecer poco ¨¦ticas, pero eso no significa que sean ilegales. Por ejemplo, yo no estoy de acuerdo con quienes dicen que Dire Straits son aburridos, pero entiendo que no ser¨ªa correcto meter a esa gente en la c¨¢rcel.?
?Y qu¨¦ ocurre con el humor? ?Podemos re¨ªrnos de todo? ?Incluso de la religi¨®n? ?Y de los Dire Straits??
Veamos algunos argumentos frecuentes en contra:
1. Hay temas demasiado serios para el humor
En La risa, el fil¨®sofo Henri Bergson escribe que ¡°el mayor enemigo de la risa es la emoci¨®n¡± y que lo c¨®mico necesita de ¡°una anestesia moment¨¢nea del coraz¨®n¡±. El tambi¨¦n fil¨®sofo John Morreall a?ade en Comic Relief que el humor se basa en gran medida en la ¡°desconexi¨®n emocional¡±, un mecanismo psicol¨®gico que nos ayuda a tomar distancia para re¨ªrnos. La risa nos permite ver las cosas desde una perspectiva diferente y, cuando al c¨®mico le sale bien, enriquecedora.?
Si hace falta anestesiar moment¨¢neamente las emociones es porque est¨¢n presentes: hacemos humor sobre lo que nos importa y no sobre lo que nos da igual. Por eso no hay temas demasiado serios ni demasiado importantes para el humor. Y por eso hubo chistes y memes sobre tragedias, como la pandemia, y hay y habr¨¢ chistes sobre la religi¨®n, el amor y la muerte.?
En todo caso, se podr¨ªa argumentar lo contrario: hay temas demasiado banales para el humor. Hace falta alguien con la capacidad de Jerry Seinfeld o de Luis Piedrahita para convertir lo trivial en asombroso.
2. Pero eso es de mal gusto, no tiene gracia
El psic¨®logo Peter McGraw explica en The Humor Code que uno de los mecanismos claves para el humor es lo que llama ¡°benign violation¡±, la agresi¨®n benigna. El humor tiene que transgredir alguna norma social o alguna idea preestablecida, pero dejar claro al mismo tiempo que no se trata de una agresi¨®n. Es decir, el humorista ha de provocar incomodidad, pero no inseguridad.?
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Es decir, el humor no tiene l¨ªmites, pero nosotros quiz¨¢s s¨ª: un chiste muy bruto sobre la religi¨®n puede hacer re¨ªr a alguien (incluidos muchos cat¨®licos), pero puede resultarle excesivo a otra persona. Esto solo significa que cada chiste tiene su p¨²blico, igual que hay gente que lo pasa mal con las pel¨ªculas de terror y nadie (creo) propone prohibirlas.
Adem¨¢s de nuestros l¨ªmites personales, los c¨®micos tambi¨¦n disponen de herramientas y elementos que nos dejan claro que estamos en un marco de juego, en el que se transgreden ciertas normas y se rebasan ciertos l¨ªmites, pero solo a modo de simulaci¨®n. Es decir, nos proporcionan esta seguridad que hace falta para re¨ªrnos. Por ejemplo, si estamos en una sala de comedia, entendemos que estamos en un espacio en el que todo lo que se dice busca la risa y no el insulto. Pasa lo mismo con una serie c¨®mica (?es ficci¨®n!), si conocemos al c¨®mico (?es muy bruto!), o si est¨¢ interpretando a un personaje que es un pat¨¢n (como John Cleese en Fawlty Towers).?
Por supuesto, no tenemos que estar de acuerdo con lo que dice el c¨®mico para re¨ªrnos. Ni siquiera el c¨®mico tiene que estar de acuerdo con lo que est¨¢ diciendo. Por ejemplo, Bill Burr tiene un chiste muy famoso en el que dice que es normal que los hombres cobren m¨¢s que las mujeres: ¡°Te dir¨¦ por qu¨¦. Porque en el improbable caso de que los dos estemos en el Titanic y se empiece a hundir, por alg¨²n motivo t¨² te puedes marchar con los ni?os y yo me tengo que quedar. Por eso gano un d¨®lar m¨¢s a la hora¡±. Podemos re¨ªrnos y pensar que a Burr no le dar¨¢n el Nobel de Econom¨ªa.?
Adem¨¢s, el humor no est¨¢ exento de la cr¨ªtica: igual que ocurre con una pel¨ªcula o una canci¨®n, podemos explicar por qu¨¦ creemos que no funciona.?
Aqu¨ª vemos tambi¨¦n c¨®mo act¨²an en Abogados Cristianos: sacan lo que dice De Miguel de su contexto, un programa en el que cada noticia se comenta entre bromas, y borran ese marco de juego. Su objetivo es presentar un chiste, que puede hacer gracia o no, como si fuera una amenaza.
3. Los chistes tienen consecuencias
El soci¨®logo Christie Davies estudi¨® los chistes que se contaban en las dictaduras comunistas.?
Ejemplo: ?Cu¨¢l es la novela de detectives m¨¢s aburrida del mundo? La historia del Partido Comunista, porque en la tercera p¨¢gina ya sabes qui¨¦nes son los asesinos.?
Davies recuerda que el humor no provoc¨® la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica ni la de ninguna dictadura (tambi¨¦n se contaban chistes de Franco). En su opini¨®n, el humor es un term¨®metro y no un termostato. Es decir, indica cu¨¢les son los temas que nos preocupan, los que son un poco tab¨² o los que nos dan tema de conversaci¨®n. Nos dicen lo que ocurre, lo que consideramos un problema o simplemente lo que nos sorprende. Como mucho, nos ayudan a mantener la moral en situaciones dif¨ªciles.?
La broma de De Miguel no provoc¨® nada: llam¨® a la demolici¨®n y al apedreamiento el 27 de junio del a?o pasado y, desde entonces y hasta donde yo s¨¦, el Valle de los Ca¨ªdos sigue en su sitio y nadie ha apedreado a ning¨²n cura. Es decir, los oyentes entendieron sin problema que se trataba de otra broma m¨¢s del programa y que su objetivo era hacer re¨ªr.?
O son muy vagos, que tambi¨¦n puede ser.?
Se puede argumentar que el comentario de De Miguel no llev¨® a su p¨²blico a apedrear a curas, pero quiz¨¢s s¨ª influy¨® en la opini¨®n que tienen los oyentes de la Iglesia cat¨®lica. Incluso si admitimos que un chiste pueda tener esa capacidad de persuasi¨®n, no tendr¨ªa nada de malo que pasara eso. ?O es permisible cambiar la opini¨®n de alguien con un argumento serio, pero no con humor negro?
4. La libertad de expresi¨®n tiene l¨ªmites
?Por supuesto. Aparte de lo que dice la ley (injurias, calumnias, etc.), el ejemplo filos¨®fico cl¨¢sico es el que da John Stuart Mill en Sobre la libertad, donde defiende que el l¨ªmite a nuestras libertades est¨¢ en el da?o a los dem¨¢s. Escribe que no pasa nada si alguien opina en un peri¨®dico que los tratantes de ma¨ªz matan de hambre a los pobres, pero esa misma persona podr¨ªa merecer un castigo justo si le dice lo mismo a una muchedumbre reunida frente a la casa de uno de esos tratantes de ma¨ªz.?
Es decir, no solo importa lo que digamos, sino tambi¨¦n el contexto. Y el contexto en este caso, recordemos, es el de un programa sat¨ªrico, no un mitin a la entrada del Valle de los Ca¨ªdos. Adem¨¢s de eso, el humor ampl¨ªa los l¨ªmites: no es lo mismo que un pol¨ªtico llame en el Congreso a apedrear curas a que lo haga un c¨®mico. Insisto: nos puede parecer que est¨¢ mal, que es criticable, que se lo podr¨ªa haber ahorrado¡ Pero no es lo mismo: a m¨ª no me gustar¨ªa que un c¨®mico hablara de apedrear a periodistas, pero si lo dijera un pol¨ªtico igual teletrabajaba un par de d¨ªas por si acaso.?
Adem¨¢s de todo esto, me parece justo preguntarse qu¨¦ quiere Abogados Cristianos. Entender¨ªa una querella de la Conferencia Episcopal, por ejemplo, ya que el chiste se dirige sobre todo a ellos. Pero estos abogados llevan a?os llevando a los tribunales a c¨®micos sin ganar ni un solo juicio (alguno en primera instancia, pero ninguno tras las apelaciones). Lo que buscan no es justicia, sino repercusi¨®n medi¨¢tica y p¨²blica con el objetivo de meternos miedo y de que no digamos lo que tenemos derecho a decir. Guste o no.
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