La pluma fotogr¨¢fica de Kapuscinski
La Virreina acoge las im¨¢genes con las que el periodista polaco document¨® la ca¨ªda de la URSS
Por fortuna ¨Cla misma diosa que le dio el don de aplicar al periodismo lo mejor del realismo m¨¢gico literario¡ªRyszard Kapuscinski no sab¨ªa dibujar. Y aquel ni?o de una pobre aldea cercana a Varsovia en plena segunda guerra mundial no imaginaba pues c¨®mo retener y dar eternidad a todo lo extraordinario que ocurr¨ªa a su alrededor. Con los a?os, y el dinero de un colega del peri¨®dico, compr¨® una rudimentaria c¨¢mara sovi¨¦tica, una Zorka (mala copia de una Leica alemana). La fotograf¨ªa iba a mitigar su angustia ancestral y se convertir¨ªa en otra ventana desde la que documentar y entender el mundo. Con los a?os de oficio conserv¨® unas 10.000 instant¨¢neas, una ¨ªnfima parte de las que pudo salvar de dos grandes depredadores de negativos: las extremas condiciones tropicales de sus viajes por Asia, ?frica y Am¨¦rica Latina y las confiscaciones en fronteras y frentes b¨¦licos.
Entre 1989 y 1991, el mejor reportero polaco del pasado siglo decidi¨® analizar in situ la descomposici¨®n final del imperio sovi¨¦tico. Marca de la casa, quer¨ªa reflejar esa crisis ¡°no desde un ¨²nico punto de vista sino en toda su enorme dimensi¨®n geogr¨¢fica y cultural¡±. En una de sus ya m¨ªticas fases documentales, Kapuscinski (1932-2007) invirti¨® la lectura de 57 libros (desde informes econ¨®micos a Guerra y paz, para captar el alma rusa) y recorri¨® de punta a punta las rep¨²blicas sovi¨¦ticas: hizo 60.000 kil¨®metros. En ese proceso que dar¨ªa lugar a uno de sus mejores libros de reportajes, El imperio, entraban, claro, las fotos; in¨¦ditas, conserv¨® diversos centenares, una demasiado corta pero demostrativa selecci¨®n de las cuales conforman la muestra Ryszard Kapuscinski, L¡¯oc¨¤s de l¡¯imperi, que desde hoy y hasta el 23 de noviembre puede visitarse en La Virreina-Centre de l¡¯Imatge, de Barcelona.
Roland Barthes consideraba que toda buena fotograf¨ªa es aquella que contiene un punctum, propiedad misteriosa proporcionada por un detalle que lleva a quien la contempla a la reflexi¨®n. Kapuscinski, lector del semi¨®logo franc¨¦s, aplica esa teor¨ªa en cada una de las 36 instant¨¢neas de las 50 que acogi¨® en 2010 la exposici¨®n inicial en Varsovia. Fiel a su primer maestro y prestamista, el fot¨®grafo Janusz Zarzycki --que consideraba que todo fotorreportaje debe tener presencia del ser humano y que fotografiar era encontrarse frente a ¨¦l cara a cara y salir vencedor de ello--, hay gente, multitudes y muchos primeros planos en las instant¨¢neas en blanco y negro de Kapuscinski. El reportero suele estar cerca de lo fotografiado, fruto tambi¨¦n de su credo period¨ªstico: ¡°Para tener derecho a explicar se tiene que tener un conocimiento directo, f¨ªsico, emotivo, olfativo, sin filtros, de lo que se habla¡±, defend¨ªa. Por eso ese primer plano de dos mujeres en una misma manifestaci¨®n en Mosc¨² en 1990 ¨® 1991; el punctum est¨¢ en sus cabezas: una, la de piel tersa y cuidada, lleva un gorro de astrac¨¢n; la otra, de tez surcada por una pobreza inclemente, un modest¨ªsimo pa?uelo atado de manera burda. Est¨¢ tambi¨¦n una m¨ªsera comida colectiva improvisada en 1990 en una calle de una regi¨®n de Azerbay¨¢n donde los ni?os recuerdan, por contexto e indumentaria, a los de la Espa?a de los a?os 40. O la rid¨ªcula (por desvalida) y apretujada formaci¨®n de soldados rusos que en Mosc¨² contemplar¨¢ (absurdo impedirlo) el paso de una manifestaci¨®n de 300.000 personas de la oposici¨®n democr¨¢tica que se acerca.
Es un muy buen fot¨®grafo Kapuscinsi, pero aun es mejor reportero. En las im¨¢genes est¨¢ la obsesi¨®n infantil, que se traduce en combinar instant¨¢nea est¨¦tica con detalle period¨ªstico: ¡°Comunismo para los comunistas y para el pueblo, ?vida!¡±, reza el cartel del joven de cazadora tejana al que casi no se ve el rostro de tan atr¨¢s que tira el cuello para mirar al cielo. Tras el golpe de estado frustrado de 1991, un soldado y un militar de alta graduaci¨®n acompa?an un cosaco y un pope sosteniendo un retrato del ¨²ltimo zar de Rusia. En Ucrania, en 1991, de una en aparente simple imagen de un conjunto escult¨®rico del que sobresale un Lenin gigante, dos peque?as pintadas del pedestal le dan todo el sentido: ¡°Fin del leninismo¡±; ¡°?D¨®nde est¨¢n nuestras casas, hospitales y escuelas?¡±.
En cada imagen siempre busca alg¨²n detalle que lleve a la reflexi¨®n
El compromiso de Kapuscinski es con la gente, y de entre ellos, con los m¨¢s desfavorecidos, como siempre, y la empat¨ªa con sus problemas sociales y religiosos: el Pope en plena manifestaci¨®n; la madre que reivindica, fotos espeluznantes y sencilla cartulina en ristre, que el ej¨¦rcito ha torturado y matado a su hijo; los j¨®venes que portan, como si fuera un santo en procesi¨®n, la fotograf¨ªa gigante del estudiante asesinado unos d¨ªas atr¨¢s por asustadas fuerzas inmovilistas. Y hasta da para esbozar el humor c¨¢ustico, la iron¨ªa: una escultura minimalista, de corte futurista, homenajeando a un alt¨ªsimo astronauta Gagarin en medio de la nada, cortada en primer plano por un tan anacr¨®nico como m¨ªsero tendido el¨¦ctrico; otra muestra una perspectiva de la pomposa Avenida de los Dirigentes¡ del cementerio de Novod¨¦vichi. ¡°Una fotograf¨ªa lograda supone tanto esfuerzo como escribir un buen verso¡±, dijo una vez quien practic¨® ambos.
Las im¨¢genes, en el archivo privado del reportero, fueron seleccionadas y reencuadradas por ¨¦l mismo pensando ya en una futura exposici¨®n, que oportuna llega ahora a Barcelona para formar parte del ciclo Europa 25 que el Ayuntamiento de Barcelona organiza hasta enero para analizar el cuarto de siglo de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Tocado por Di¨®genes, dej¨® lo negativos en sobres marrones de su abigarrado despacho. La antigua redactora-jefe de fotograf¨ªa de la Agencia Polaca de Noticias (PAP) en la que trabaj¨® Kapuscinski como corresponsal y encargada de custodiar su legado fotogr¨¢fico, Izabela Wojciechowska, recuper¨® las im¨¢genes y tuvo el acierto de a?adirle fotos del viaje que el reportero realiz¨® en 1979 a su Pinsk natal, que no visitaba desde hac¨ªa 40 a?os.
El imperio se lo hab¨ªa hecho pasar mal: siendo ni?o sufri¨® c¨®mo anexion¨® de manera b¨¢rbara su pueblo a Bielorrusia; convirti¨® a su padre en fantasma, pr¨®fugo rebelde; le amarg¨® la infancia con largas colas mantenidas de noche bajo intensas nevadas para obtener una so?ada lata de dulces al final vac¨ªa¡ Eso explica la sencillez de las instant¨¢neas dedicadas a las pobres casas y calles de Pinsk, en las que acab¨® localizando, tenaz, la suya, en una imagen que no aparece en la muestra. En ese viaje, la carga emotiva, simb¨®lica, en el fondo omnipresente en el mensaje de Kapuscinski, lo estaba m¨¢s que nunca. Siempre el estado de ¨¢nimo y lo que ve¨ªa hac¨ªa que pudiera hacer fotos o no; tambi¨¦n era incapaz de tomar notas y captar im¨¢genes a la par. ¡°Cada foto es un recuerdo y, a la vez, no hay nada que nos haga m¨¢s conscientes de la fragilidad del tiempo, de su naturaleza ef¨ªmera, que la fotograf¨ªa¡±, sosten¨ªa. Algunos, sin embargo, saben retenerlo, con la pluma¡ªestilogr¨¢fica o fotogr¨¢fica¡ªpara convertirlo en periodismo, en Historia, en algo eterno.
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