A prop¨®sito del 'Sis d'Octubre'
La proclamaci¨®n de la rep¨²blica catalana fue un grave error pol¨ªtico, pero la desmesurada reacci¨®n del poder central no lo fue menos
Las analog¨ªas comenzaron hace meses, pero han alcanzado su paroxismo a ra¨ªz de la efem¨¦ride del 80? aniversario, esta semana. Todos los defensores de la tesis seg¨²n la cual la din¨¢mica soberanista en curso conduce inexorablemente al desastre han invocado como antecedente y prueba los sucesos de octubre de 1934. Por supuesto, lo han hecho interpret¨¢ndolos a su gusto y conveniencia, en la mayor¨ªa de los casos sin haber le¨ªdo ning¨²n libro acerca de aquella crisis y, a menudo, con una desenvoltura pol¨ªtica formidable. Ah¨ª tienen a Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz, ministro del Interior, que ha calificado el 6 de octubre de ¡°desastre para Catalu?a y para Espa?a¡±, pero no ha dicho jam¨¢s otro tanto sobre el 18 de julio de 1936..., tal vez porque ello significar¨ªa renegar de su propia genealog¨ªa y de la de su partido.
Dentro de Catalu?a, los usuarios m¨¢s ilustrados del espantajo del Sis d'Octubre citan a menudo como fuente de autoridad el dietario de Amadeu Hurtado, publicado en 2008 bajo el t¨ªtulo de Abans del sis d'octubre. Comencemos, pues, por examinar la personalidad y el valor de ese testimonio. Amadeu Hurtado i Mir¨® (Vilanova i la Geltr¨² 1875-Barcelona 1950) fue un relevante abogado e impulsor de cabeceras period¨ªsticas tanto en Madrid como en Barcelona, cuya intensa vocaci¨®n por el poder y/o la influencia pol¨ªticas se vio en gran parte frustrada, tanto por las circunstancias como por sus propios errores y limitaciones.
Si los errores de entonces deben evitarse, subray¨¦moslos sin excepci¨®n, inclu¨ªdos los del Estado espa?ol
Extremadamente pagado de s¨ª mismo, y situado en la tibieza de Acci¨® Catalana durante una ¨¦poca propicia a la bipolarizaci¨®n, Hurtado no digiri¨® ni entendi¨® jam¨¢s la triunfal irrupci¨®n, en 1931, de los que ¨¦l consideraba demagogos y agitadores de Esquerra Republicana, cabecillas desconocidos de una turba amorfa. De ah¨ª el desd¨¦n condescendiente que sus voluminosas memorias (Quaranta anys d'advocat. Hist¨°ria del meu temps) destilan incluso contra los dirigentes m¨¢s preparados y v¨¢lidos de ERC, como el diputado, conseller y ministro Lluh¨ª i Vallesc¨¤. S¨®lo Maci¨¤ se salva de la quema. ?Companys? Un ciclot¨ªmico desordenado, manipulable, holgaz¨¢n y negligente.
Situado en este contexto, el dietario de A. Hurtado sobre el per¨ªodo de mayo a septiembre de 1934 deja de ser un dogma de fe para reducirse al testimonio de parte de un catalanista hist¨®rico resentido por no ser ¨¦l y otros como ¨¦l quienes gobiernan Catalu?a; alguien que desprecia al presidente Companys en cuyo nombre negocia con Madrid; alguien que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, culpa del choque de trenes a la radicalizaci¨®n de la Generalitat, cuando en realidad fue la derecha espa?ola (a la saz¨®n, la CEDA) la que dinamit¨® cualquier f¨®rmula transaccional el 1 de octubre, haciendo caer al Gobierno republicano centrista de Ricardo Samper y exigiendo para s¨ª varias carteras ministeriales en el nuevo Ejecutivo.
Al proclamar, aquel 6 de octubre, l'Estat Catal¨¤ de la Rep¨²blica Federal Espanyola, Companys cometi¨® un grave error pol¨ªtico y, desde luego, viol¨® la legalidad constitucional vigente. Lo que no hizo fue proclamar ninguna independencia ¡ªal contrario, su discurso rezuma fraternidad hacia ¡°las fuerzas aut¨¦nticamente republicanas de Espa?a¡±¡ª ni, menos a¨²n, promover un levantamiento armado. Los limitados tiroteos de aquella noche aciaga se debieron al fracaso del principal factor con que el presidente contaba, y que no era ni los escamots ni los mossos d'esquadra, sino la movilizaci¨®n popular.
Pero, si los acontecimientos del Sis d'Octubre deben aleccionarnos, que sea a todos; si los errores de entonces deben evitarse, entonces subray¨¦moslos sin excepci¨®n, inclu¨ªdos los del Estado espa?ol. El primero, la grosera manipulaci¨®n de lo ocurrido en Barcelona por parte de la derecha centralista: esa manifestaci¨®n de la ma?ana del 7 de octubre en la Puerta del Sol bajo el lema ¡°?Viva la unidad de Espa?a!¡±, casualmente encabezada por el joven diputado Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera y recibida incluso por el presidente Lerroux.
El segundo, la desmesura y el car¨¢cter vengativo de la represi¨®n en Catalu?a: miles de detenidos; suspensi¨®n de las libertades democr¨¢ticas por tiempo indefinido; condena m¨¢xima (30 a?os) a Companys y sus consejeros, tratados luego como criminales comunes y humillados deliberadamente; transformaci¨®n del Parlamento de Catalu?a en cuartel de la Legi¨®n... El tercero, la suspensi¨®n del Estatuto, sustituyendo las instituciones catalanas, de entrada, por un coronel de Intendencia, y luego por una pat¨¦tica Generalitat-marioneta.
Esos errores del poder espa?ol tuvieron un colosal efecto bumer¨¢n. ERC en particular y las izquierdas catalanas en general, que en 1933-34 se hallaban de capa ca¨ªda, se vieron galvanizadas por la persecuci¨®n hasta sumar, en febrero de 1936, el 59% de los votos. Si, el 7 de octubre de 1934, la gran mayor¨ªa de los catalanes consideraban a Companys un carallot, un irresponsable, a lo largo de los 16 meses siguientes ver a su presidente democr¨¢tico entre rejas, vestido de presidiario y rapado al cero mientras la cabra de la Legi¨®n pastaba en el Parlament, transform¨® al carallot en h¨¦roe y m¨¢rtir, absolvi¨¦ndolo de todas sus equivocaciones.
En el Gobierno de Rajoy, ?conocen tambi¨¦n esta parte de la historia?
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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