Emprender en silencio
La tierra valenciana est¨¢ llamada a dar alguna respuesta cuando menos se apuesta por ella
Resulta dif¨ªcil asumir que en una tierra alegre y en la que somos dados a actuar con un tono jocoso y hasta, muchas veces, fanfarr¨®n, pueda hacerse algo en silencio. Sin embargo, considero que el progreso de la Comunidad Valenciana estuvo durante muchos a?os explicado por un esfuerzo callado. Una combinaci¨®n de muchos factores que impulsaron un emprendimiento equilibrado, constante y bastante exitoso. Soy un firme convencido de que la herencia cultural y la cercan¨ªa al mar ¡ªen medio de un Mediterr¨¢neo m¨¢s activo de lo que muchas veces se reconoce¡ª han dejado en Valencia un poso que durante muchos a?os fue acicate y durante los m¨¢s recientes se atragant¨®.
?Tras ser ejemplo y motor, resulta bastante evidente que aquel gran referente se par¨®. Sucedi¨® al confundirse lo privado con lo p¨²blico, el ¨¦xito con el despilfarro, el liderazgo con el gasto desproporcionado y la democracia con la impunidad. Ahora pintan bastos para el empresariado y la sociedad valenciana en general. Estigmatizados ambos por males ajenos y propios... pero fastidiados al fin y al cabo.
?Puede resurgir la Comunidad Valenciana como modelo de ¨¦xito? Estoy convencido que es posible pero va a costar tiempo. ?Habremos aprendido de los errores? Esto me cuesta algo m¨¢s creerlo porque la mala internalizaci¨®n y racionalizaci¨®n de los hechos no son un defecto ¨²nico de los valencianos sino un mal que se extiende m¨¢s all¨¢. Un buen punto de partida para enfocar de d¨®nde venimos y hacia d¨®nde vamos en esta tierra es el papel que la regi¨®n tiene respecto al resto del Estado espa?ol. Muchos a?os siendo parte de la vertebraci¨®n de la mejora productiva para acabar como paradigma de una espina dorsal que se rompe. El empresariado valenciano, sonoro en las formas y el ¨¦xito y callado en su reivindicaci¨®n, no sabe d¨®nde mirar hoy en d¨ªa. Ha estado a lo suyo y eso no es malo. Ajeno a la pol¨ªtica hasta que esta tom¨® un protagonismo que indujo tambi¨¦n una transformaci¨®n privada y que lo estrope¨® todo. Como en el resto del pa¨ªs pero a su manera, con sus excesos.
Los retos no son muy distintos, pero la estructura de incentivos debe recomponerse y relanzarse
Todo ahora en una Espa?a en la que se mezcla lo pol¨ªtico y lo privado, con un componente de corte nacionalista muy complicado. Cuando era m¨¢s joven, recuerdo las reivindicaciones en las calles de Valencia sobre cuestiones como la denominaci¨®n de la lengua propia e, incluso, el sentido de pertenencia al territorio en comparaci¨®n a otros lugares de Espa?a. Sin embargo, no ha sido caracter¨ªstico de los gobiernos regionales ni de la sociedad valenciana llevar demasiado lejos su queja sobre el tratamiento de la Comunidad en algunos aspectos cruciales de su configuraci¨®n econ¨®mica. Durante muchos a?os. Por ejemplo, en t¨¦rminos de solidaridad financiera interterritorial. Se comparte con otros territorios como Catalu?a (incluso en mayor medida) un tratamiento diferencial llamativamente deficitario respecto a lo que se da y se recibe del Estado. No es que se niegue la necesaria transferencia de recursos entre los territorios pero es innegable que este sistema de transferencias ha pervertido los incentivos a producir eficientemente y a la iniciativa privada. Hay cientos de ejemplos v¨¢lidos. Por eso, no estoy a favor de los movimientos excesivamente centralizadores y extractores de recursos desde los territorios m¨¢s productivos a los menos porque lo que se ha hecho muchas veces (demasiadas) es, de facto, crear un sistema de apoyo tipo ¡°subvenci¨®n¡± en algunos territorios frente a un sistema de incentivos tipo ¡°t¨² puedes¡± en otros.
Hay diferencias territoriales en las transferencias demasiado acusadas y dif¨ªciles de justificar pero en la Comunidad nos hemos acordado de ellas precisamente cuando la hemos fastidiado en t¨¦rminos de reputaci¨®n. Por supuesto, no todos. Hay economistas e instituciones (como el Instituto Valenciano de Investigaciones Econ¨®micas, IVIE) que recuerdan esta injusta distribuci¨®n hace mucho tiempo. Sin embargo, no se ha esgrimido el mal tratamiento financiero (al menos no como en Catalu?a) como un arma pol¨ªtica o de identificaci¨®n territorial. Ni como una excusa para explicar por qu¨¦ la crisis ha sacudido con fuerza a los valencianos. Valencia no culpa a Espa?a, al menos no en una proporci¨®n significativa. En ausencia de este tipo de reivindicaciones, la gesti¨®n p¨²blica regional ha dejado bastante que desear. La tierra del emprendimiento, una parte de Espa?a que vertebraba buena parte del crecimiento econ¨®mico y la competitividad, ha quedado estigmatizada con una fea divisa, marcada con fuego con una se?al de despilfarro y el desprop¨®sito. Tanto, que ya casi hemos perdido hasta el derecho a pedir, a revisar o a, simplemente, a que se nos ayude en la medida que precisamos. Este va a ser un coste que habr¨¢ que pagar, por mucho tiempo. Es de alguna manera una primera imposici¨®n de silencio. Una especie de ¡°no tienes derecho a hablar¡±. Y en esta injusta miseria me resulta incluso digno de admiraci¨®n que ese silencio encierre solidaridad y comprensi¨®n, en un momento en el que ser¨ªa tan f¨¢cil como impropio apuntarse al carro de la convulsi¨®n territorial.
La burbuja que explot¨® se llev¨® una buena cuota del r¨¦dito ganado como emprendedores
Evidentemente, esta situaci¨®n est¨¢ tambi¨¦n motivada, en parte ¡ªjusto es reconocerlo¡ª por los propios errores de los valencianos, por una falta de autocritica y capacidad de cambiar las estructuras de incentivos pol¨ªticos y sociales. Aunque tambi¨¦n es necesario se?alar que, como en el resto de Espa?a, no abundan las referencias a las que agarrarse.
Evidentemente, los problemas en lo p¨²blico tambi¨¦n han asaltado lo privado. Dados como somos a los excesos (en lo bueno y lo malo), los valencianos comimos ladrillo como si se tratara de arroz a banda. A grandes cucharadas y hasta el hartazgo. Gran parte de los recursos y el talento de estos lares ¡ªdesde el desarrollo tecnol¨®gico e industrial hasta el comercio o el turismo¡ª quedaron algo descolocados y fueron arrastrados por una burbuja que explot¨® y se llev¨® por medio una buena cuota del r¨¦dito ganado durante d¨¦cadas por los valencianos como emprendedores. De la competitividad y productividad que tanto cost¨® afianzar.
Como el resto de Espa?a, se busca en esta regi¨®n una referencia pol¨ªtica. Es dif¨ªcil. Por eso, muchas veces se me antoja que a lo que m¨¢ximo que podemos ahora aspirar los valencianos es a retomar la senda de diferenciaci¨®n que una vez se inici¨®, la de una transferencia de riqueza entre sectores privados para apostar por nuevas v¨ªas de crecimiento, la que llev¨® de la agricultura a la industria el buen hacer y la capacidad para convertir habilidad en un importante poder exportador. Los retos no son muy distintos a los que se afrontaron hace cuarenta a?os pero la estructura de incentivos debe recomponerse y relanzarse.
Hay retos que no son demasiado distintos a los que tienen que afrontarse en otras comunidades de Espa?a. Pero ante ninguno de ellos existe una f¨®rmula magistral, r¨¢pida, y perfecta para solventarlos. Uno de los principales escollos para volver a potenciar el crecimiento es que una parte sustancial de los recursos privados de ahorro en la Comunitat Valenciana deben destinarse, por fuerza, a reducir la deuda de hogares y empresas. Es lo que se conoce com¨²nmente como el proceso de desapalancamiento. Un fen¨®meno que tiene necesariamente consecuencias negativas sobre el crecimiento econ¨®mico. Simplemente porque los pocos recursos de ahorro familiar y los beneficios de la actividad empresarial deben destinarse, sin otra posibilidad, a cubrir deuda, en lugar de a potenciar nuevos proyectos de inversi¨®n. En muchos casos incluso a cerrar empresas de la manera m¨¢s digna posible. Y en esa tragedia tan com¨²n es donde surge una oportunidad muy valenciana y schumpeteriana, la de la destrucci¨®n-creaci¨®n. Har¨¢n falta a?os pero no falta creatividad, acervo de gesti¨®n ni talento. Muchas cosas con las que los ciudadanos de esta tierra se hab¨ªan identificado han desaparecido. Incluso algunas tan vanas como los clubes de f¨²tbol, con una deuda en un tiempo tan p¨²blica como privada que provoca sonrojo.
En definitiva, los fuertes contrastes siempre han sido un motor de la cultura social y econ¨®mica valenciana y la falta de referentes y el drama de los excesos son un contraste negativo que, por fuerza, tendr¨¢n su contraparte positiva. El problema es que la transici¨®n va a ser dura pero en una Espa?a que se rompe por las esquinas y que se pierde por el centro, esta tierra est¨¢ llamada a ofrecer alguna respuesta, precisamente cuando menos se apuesta por ella. En diez a?os se pueden estropear muchas cosas pero no las ganas, la voluntad ni el saber hacer. Ojal¨¢ que en un silencio en lo sonoro pero con un atronador resultado.
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