Un toro blanco de oro
Jes¨²s Duque corta dos generosas orejas y abre la puerta grande Juan Bautista logr¨® una del cuarto
Salt¨® el sexto y se ilumin¨® el ruedo. Un jabonero, precioso de estampa. Ni pintado saldr¨ªa m¨¢s hermoso. Bien armado, sin aparato de asustar. Astifino tambi¨¦n. As¨ª era por fuera y la inc¨®gnita por despejar de c¨®mo ser¨ªa por dentro. No escondi¨® sus cartas y en los lances de recibo dej¨® que Duque se lo pasara limpio. Toro entregado ya desde el principio. Una primera vara fue de castigo severo, con el toro entregado y empleado en la cuesti¨®n. Un tr¨¢mite la segunda entrada al caballo, con puyazo se?alado para cumplir el tercio. Y en ambos casos, un golpe de distinci¨®n y clase en ese toro. En banderillas pareci¨® no entrar con convicci¨®n en el primer par, pero se fue alegre en los otros dos y ya para los restos descubri¨® virtudes ya cantadas. Duque, que lo brind¨® a su cuadrilla, apoderado, mozo de espadas y ayuda incluidos, no prepar¨® la escena. Sin pre¨¢mbulos, cit¨® desde el mismo platillo y all¨¢ que se fue el jabonero con toda la pujanza del mundo. Un mundo ese toro: pronto, alegre, noble, un derroche de calidad y motor engrasado para aguantar lo que fuera necesario.
La faena de Duque tuvo luces de voluntad sin l¨ªmite y sombras de falta de consistencia. Comprensible en este ¨²ltimo caso, dado lo poco toreado que est¨¢. Pero el tal jabonero, de nombre curioso ¨C¡°Emisaria¡±-, le regal¨® toda clase de facilidades. Ligerito en los primeros compases de faena, Duque hall¨® luego el sitio y la forma. Se encontr¨® a gusto sobre la derecha, por donde factur¨® lo m¨¢s c¨¢lido de una faena que tuvo la virtud de no decaer. Incluso cuando echada la muleta a la izquierda, no encontr¨® el buen camino. Fue, en todo caso, una leve sombra. De vuelta sobre la mano derecha, Duque volvi¨® a asegurarse m¨¢s el sitio y la forma. No fue faena de gobierno total, pero s¨ª de una firma muy sincera. Y todo, siempre, en el platillo del ruedo: all¨ª donde torero y toro miden sus fuerzas por igual. El remate fue una estocada de buena colocaci¨®n. Al torero le dieron las dos orejas del toro; al toro le negaron los honores p¨®stumos de una vuelta en el arrastre. Cuesti¨®n de desconocimiento del palco. Nada nuevo, por cierto.
De ese sexto a los cinco anteriores, casi todo fue bueno en los toros. Desde su imagen hasta su contenido. Muy ofensivos los tres primeros, con un cornal¨®n tercero, y bien armados el resto. De esos cinco, cuatro fueron de buena nota en la muleta, con sus matices. Solo el quinto, un feucho astado que se col¨® en la fiesta no se sabe por qu¨¦, no tuvo nada que rascar: se plant¨® en la muleta y dijo que no pasaba ni a la de tres.
TORREHANDILLA, CHOSPES, TORREHERBEROS / BAUTISTA, G?MEZ, DUQUE
Toros de Torrehandilla -1?, 2? y 6?, Los Chospes -3? y 5?- y Torreherberos -4?-. De excelente presencia. Bien armados y astifinos. Sobresali¨® el sexto por su clase y entrega, que fue ovacionado en el arrastre
Juan Bautista. Entera trasera sin puntilla (saludos); gran estocada (oreja).
Alberto G¨®mez. Entera muy baja ¨Caviso- (saludos); dos pinchazos (palmas).
Jes¨²s Duque. Entera desprendida con derrame sin puntilla (vuelta al ruedo); buena estocada (dos orejas).
Plaza de Valencia, 9 de octubre. Corrida conmemorativa del D¨ªa de la Comunitat. Media.
Juan Bautista tuvo un primero tan noble como soso. Y todo transcurri¨® tan correcto como sin chispa. En un quite de frente por detr¨¢s, Alberto G¨®mez fue cogido de mala manera salvando la piel de milagro. Bautista inici¨® la faena de rodillas, templadito de inicio, suficiente despu¨¦s pero sin llegada a la gente. Todo por la derecha; por la izquierda la intenci¨®n se qued¨® en eso y no hubo acople. Faena de oficio, solo y nada m¨¢s que eso. El cuarto, tambi¨¦n como aqu¨¦l muy abanto y distra¨ªdo de salida. En banderillas, dos pares con mucho brillo de Curro Robles. Bautista comenz¨® vibrante la faena, muy metido con el toro que se arranc¨® como un tren, y muy ajustado el torero en el embroque. Lo que sigui¨® fue, igual que en el primero, una sobrada demostraci¨®n de oficio. Aliviado en los muletazos y al aire del toro, Bautista dio pases por doquier. Tantos pases que el toro, aburrido, se fue a la b¨²squeda de las tablas sin voluntad de seguir en la lucha. Lo mejor, la estocada. De nota alta, tanto de ejecuci¨®n como colocaci¨®n. Ella sola, la estocada, vali¨® la oreja cortada.
Muchos cuernos tuvo el casta?o que hizo segundo. Noble toro, de franca embestida. Alberto G¨®mez muy correcto; se dir¨ªa que digno, una vez recuperado del tremendo porrazo que le propin¨® el toro que abri¨® plaza en su turno de quites. Series cortas en faena larga y con poco fondo. Cierta fragilidad, mas siempre mucha voluntad en todo. La nobleza del astado dej¨® que G¨®mez se encontrara siempre c¨®modo, sin agobios. Perdi¨® eco el sincero trabajo al dejar un feo bajonazo. Carg¨® G¨®mez con el garbanzo negro de la familia: el quinto que, en esta ocasi¨®n, no es que fuera malo, pero se par¨® antes de que le invitaran a tomar la muleta. Un resbal¨®n y un fuerte encontronazo con la arena, a las primeras de cambio, seguramente dej¨® a ese toro sin ganas de seguir en el ruedo. G¨®mez lo intent¨® pero el toro, hecho una estatua, no le dio opci¨®n. Despu¨¦s vino un mitin del puntillero, que lo acab¨® de arreglar.
El cornal¨®n tercero fue tambi¨¦n un toro noble. Algo mansito en banderillas y un punto frenado en los primeros compases con la muleta. Pero pronto borr¨® tales defectos y su nobleza brill¨® sobre todo. Voluntad en Duque y poco m¨¢s. El toro acab¨® gastado y Duque recurri¨® al encimismo. Para entonces, el toro ya hab¨ªa arrojado la toalla.
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