Con el carisma no basta
Morrisey no estuvo a la altura de las expectativas anoche en el Sant Jordi Club
?Qu¨¦ es mejor, mantener una ilusi¨®n incumplida o al verse ¨¦sta verificada comprobar que muchas ilusiones no resultan tan maravillosas como se imaginaban?. A¨²n m¨¢s ?esperar por largo tiempo algo no engrandece las expectativas hasta niveles desproporcionados? A Morrissey se le hab¨ªa visto en Barcelona s¨®lo encabezando los Smiths, y tras lustros de espera se hizo chaqueta y pantal¨®n negros, ademanes y denuncia en un concierto que le dio vertiente carnal mediante una actuaci¨®n sobria, irregular y desde luego no a la altura de lo que la espera pod¨ªa concebir. Cierto, parte del problema pudieron ser unas expectativas desmesuradas, pero no es menos cierto que el cancionero exhibido en el Sant Jordi Club fue no m¨¢s que apa?ado, que el entorno audiovisual del espect¨¢culo fue pobre y que por momentos, la voz de Morrissey le jug¨® alguna mala pasada. Morrissey ya ha pasado por Barcelona. Eso es lo que el aficionado pudo llevarse al coleto. Punto.
El inicio hizo temer lo peor: sonido horroroso, v¨ªdeo, foto en realidad, penosa m¨¢s propia de Eskorbuto que de un dandy inteligente y Smiths como mejor recurso -The Queen Is Death-. El sonido ya mejor¨® en The Bullfighters Dies, pero se mantuvo esa mirada plana sobre la tauromaquia que no desluce el punto de vista, respetable y comprensible, sino la infantil forma de exponerlo, tal y como m¨¢s tarde ocurri¨® con las im¨¢genes pornogr¨¢ficas de Meat Is Murder, un alegato animalista a base de brochazos. Esos fueron los ¨²nicos momentos en los que Morrissey no reclam¨® para s¨ª las miradas, que concentr¨® en buena parte del concierto con su carisma de poeta l¨ªrico cit¨¢ndose con las musas. Porque eso no se le puede discutir, Morrissey llena un escenario s¨®lo con pisarlo.
Y ese puede que resulte su problema. El ego es necesario, pero cuando su tama?o excede los l¨ªmites razonables, que hasta la lectura los tiene, su poseedor puede acabar creyendo que con ¨¦l y sus ideas basta. Y en el Sant Jordi Club no fue as¨ª, ya que buena parte de sus canciones resultaron p¨¢lidos ecos de lo que Morrissey ha sido, y no s¨®lo con Smiths. No se trata de exigirle que viva de su pasado, pero s¨ª que mire con no tanta benevolencia las canciones de su ¨²ltimo disco, quiz¨¢s exceptuando "Kiss Me a Lot", meros soportes para una voz indiscutiblemente expresiva. El concierto, con momentos lagrimilla como "How Soon Is Now" o la soleada y postrer "Everyday Is Like Sunday", pieza que pese a todo instal¨® la sonrisa entre el p¨²blico para que ¨¦ste abandonara el recinto con buen sabor de boca, no pasar¨¢ a la historia. S¨®lo, quiz¨¢s, a la de los irreductibles que siempre ver¨¢n a Morrissey tal y como ¨¦l se ve a s¨ª mismo.
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