A media asta
?Por qui¨¦n ondear¨¢ as¨ª la bandera espa?ola que plant¨® Barber¨¢ en una rotonda? ?acaso por los seis millones de parados?
Hace unas semanas Rita Barber¨¢ plant¨® una descomunal bandera espa?ola en la rotonda de la Alameda con el puente del Regne, m¨¢s conocido como el de los demonios. Fue con motivo de un homenaje a la Guardia Civil, en el que la alcaldesa hizo un mont¨®n de genuflexiones ante la ense?a y el ministro del ramo, Fern¨¢ndez D¨ªaz, glos¨® la capacidad de los valencianos para ofrendar nuevas glorias a Espa?a (sic). El trapo patrio en cuesti¨®n es un sabanazo de 24 metros cuadrados y el m¨¢stil de acero inoxidable que lo sustenta, aunque haya costado una pastizara, no tiene la altura suficiente para que la ense?a resulte proporcionada.
Sin embargo, si la bandera se observa a una distancia prudencial, que es como siempre conviene observar estos pa?os con que tapan sus verg¨¹enzas los cobardes, la cosa cambia. En la distancia, paseando entre las palmeras de la avenida del Regne, o incluso circulando en coche en direcci¨®n hacia el r¨ªo, indefectiblemente, la bandera luce entonces proporcionada, en todo su esplendor, pero ?ay!, aparece siempre a media asta. Uno entonces se pregunta qu¨¦ diablos ha podido pasar, qu¨¦ suceso terrible ha sacudido el solar patrio. Y aunque los demonios del puente permanecen mudos mientras la bandera ondea a esa inquietante altura, siempre cabe el recurso de sintonizar la radio o conectarse a Internet, que desgranar¨¢n su letan¨ªa de desgracias cotidianas sin que sepamos a qu¨¦ suceso atribuir esta repentina muestra de sensibilidad por parte de la autoridad competente en ordenar la altura a la que debe ondear la ense?a patria. ?Por qui¨¦n ondear¨¢ esa bandera a media asta? ?acaso por los seis millones de parados? ?por todos los que pese a tener un trabajo no llegan a fin de mes? ?por los hijos de la patria que han emigrado para ganarse el sustento que en Espa?a no consiguen? ?por los subsaharianos que se agolpan en las vallas de nuestras fronteras o se ahogan en el mare nostrum y solo nostrum? ?por las personas que se alimentan gracias a la caridad? ?por la gente que los bancos han tirado de sus casas?
Y sin embargo, lo cierto es que, pese a todos estos motivos, los gobernantes no han puesto la bandera a media asta. La bandera parece ondear a media asta por un efecto ¨®ptico cuando el m¨¢stil queda oculto detr¨¢s de un poste pr¨®ximo y mucho m¨¢s alto que sustenta una bater¨ªa de c¨¢maras de control. Y es que por encima de la bandera est¨¢ el pan¨®ptico, del que hablara Foucault, los cientos de ojos de un Estado que vigila y castiga. Pero no es un monstruo sin cabeza, como ilusoriamente pensaba Tocqueville. Es un monstruo selectivo, que controla la m¨¢s m¨ªnima infracci¨®n de tr¨¢fico o un bote neum¨¢tico en aguas del estrecho, pero que permanece ciego durante a?os incapaz de detectar los r¨ªos de dinero oscuro que manejan las terminales de los poderosos.
Por eso, la l¨²cida perspectiva nos restituye la profunda verdad de que la bandera, cuando la ampara el pan¨®ptico, est¨¢ a media asta y lo est¨¢ por todos nosotros, pues como escribi¨® John Donne y populariz¨® Hemingway: ¡°Nadie es una isla completo en s¨ª mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la Tierra (¡) por eso la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por qui¨¦n doblan las campanas porque est¨¢n doblando por ti¡±.
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