Una modosita Kylie Minogue hace feliz al Sant Jordi
La australiana apur¨® los recursos de un din¨¢mico ¡®show¡¯ en el Sant Jordi
No es una leona capaz de comerse los higadillos de sus fans. Tampoco una lustrosa diosa de ¨¦bano, ni tan siquiera un s¨ªmbolo sexual en estado de permanente excitaci¨®n. Menos a¨²n un icono de la calculada ambig¨¹edad dirigi¨¦ndose a los chicos y chicas malas. Es ¡°simplemente¡± un icono pop que juega la carta del espect¨¢culo moderadamente sexy, din¨¢mico y colorista. Es Kylie Minogue, quien ayer pas¨® por un Palau Sant Jordi llen¨¢ndolo de huecos. La cantante australiana, menuda y saltarina, simp¨¢tica e incluso modosita para la procacidad reinante, despleg¨® los activos de su gira Kiss me once cumpliendo sobradamente con su papel pero sin olor de multitudes.
S¨®lo cinco minutos despu¨¦s de la hora prevista las pantallas del escenario vieron tronar y llover. O eso parec¨ªa. Aunque bien mirado en realidad era la estrella en la ducha. O bajo una catarata. Bueno, se mojaba. O eso parec¨ªa. Era Kylie Minogue en remojo. Pero no, era s¨®lo una grabaci¨®n, la estrella emergi¨® segundos despu¨¦s entre el bosque de barras de escenario Bada Bing ¨Cclub de se?oritas danzarinas con picores- ataviada de rojo, con el micro a juego, todo se estudia, un tocado de pluma enhiesta que dejaba libre la larga melena rubia y una falda, m¨¢s corta que la melena, ofreciendo piernas a las miradas. Sonaba la sensual Les sex mientras ella cantaba recostada en un sof¨¢ con forma de labios que no necesitan botox. Comenzaba el espect¨¢culo y comenzaba colorista, con m¨¢s bailarines visibles que los propios m¨²sicos, modestos asalariados en las alas del escenario. El pop de masas es hoy m¨¢s espect¨¢culo que nunca.
El inicio fue atronador, como si Kylie quisiese quemar los cartuchos de entrada, o como si con tanto estruendo y luces desease olvidar que pese a actuar en un Sant Jordi con aforo limitado, all¨ª hab¨ªa pocas personas. Con todo el fondo del escenario funcionando como una pantalla enorme de proyecci¨®n, Kylie, diva tama?o bolsillo con mirada que quiere ser moderadamente picante, elev¨® el tono r¨ªtmico con In my arms situ¨¢ndose ya en el provocador, en el extremo del escenario que entra entre el p¨²blico. Luego se dej¨® ir en pleno fragor r¨ªtmico con Timebomb y Wow y una coreograf¨ªa que antecedi¨® a la resultona Step back in time, unida sin interrupciones con Spinnig around le sirvi¨® para cambiarse la ropa, distinta en todo menos en que dejaba ver sus muslos, tap¨¢ndose de rodilla a pie con unas botas de dominadora. Y ah¨ª, con Kylie explotando su f¨ªsico, qued¨® patente que ella no es una reina procaz, que por mucho que muestre, por mucho que se contonee, que lo hace poco, siempre mantiene un aire de cierto recato que permite verla como a una hermana mayor algo subidilla de tono. Pero nada m¨¢s. Todo un contraste con la lubricidad imperante en el pop y en el mundo de las celebridades.
Por eso el espect¨¢culo y la calidad de sonido resultan en ella fundamentales. Desde el inicio hasta el aplauso atronador que sigui¨® a Your disco needs you, no pararon de pasar cosas en escena y en las pantallas. Luces, proyecciones coloristas de motivos geom¨¦tricos, m¨¢s luces, bailarines con llamativos atuendos y un sonido atronador aunque definido pautaron todo el concierto. Mejor as¨ª, pues cuando Kylie habl¨® al respetable no sali¨® de las frases sobadas, as¨ª que a cantar, debi¨® pensar, y decenas de puntos de colores al sonar On a night like this clavetearon la pantalla opuesta al escenario con la que se limitaba el aforo del local. Luego remanso relativo de semi balada electr¨®nica con Slow y ella reclamando miradas, sola en escena acompa?ada por un bailar¨ªn que parec¨ªa un agil¨ªsimo primate movi¨¦ndose en torno a un sem¨¢foro.
Y as¨ª hasta el final, veinte piezas con cinco de su nuevo disco, cuatro de las cuales situ¨® en las zonas nobles del repertorio, para reivindicarse como una artista efectiva de pop bailable con un notable sentido del espect¨¢culo que le llevaba a no interrumpir su trepidante caminar ni cuando se ausentaba del escenario para cambiarse de atuendo. Ella no estaba, pero el ritmo no cesaba. En su tercer cambio, con el inicio de un popurr¨ª, luci¨® un llamativo conjunto fucsia rematado por un lazo en la espalda que la hac¨ªa parecer un regalo. Y eso fue el espect¨¢culo, un regalo para los fans asistentes al mismo, el presente de una artista que ofrece exactamente lo que de ella se espera, un montaje r¨ªtmico y vital cuyo ritmo transmite el baile de San Vito a las extremidades. No es poco. Otras venden cuerpazos para el delirio, erotismo al por mayor y mensajes que no ocultan la m¨¢s absoluta de las nader¨ªas. Kylie, por el contrario, ofrece estimulante ¡°nader¨ªa¡± pop electr¨®nica, divertida, trepidante y en el fondo inocente pese a los cent¨ªmetros de piel exhibida. Un espect¨¢culo para todos los p¨²blicos al que apenas asistieron 5.000 personas.
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