Amor de momia
El recuerdo de las viejas pel¨ªculas de embalsamados se entrecruza con la visita al interior de la Gran Pir¨¢mide de Giza
¡°Algo me ocurre cuando pienso en Egipto. Veo tumbas... tenebrosas y terribles tumbas. Largos pasadizos subterr¨¢neos... oscuros y con agua goteante. Putrefacci¨®n, decaimiento... ?muerte!¡±. Hago completamente m¨ªas las sentidas palabras de Amina Monsouri, la guapa estudiante de egiptolog¨ªa pose¨ªda por el esp¨ªritu de la princesa Ananka, ¡°tercera hija de Amenofis¡±, en The Mummy¡¯s Ghosty abducida por ese gran equipo que forman Yousef Bey (John Carradine) y la momia Kharis (Lon Chaney Jr.) para explicar el ¨¢nimo con el que regres¨¦ el otro d¨ªa, en plan Manderley, a la Gran Pir¨¢mide. Era un reencuentro tras varios a?os de visitas crecientemente traum¨¢ticas, entre ellas una en la que no pude pasar del corredor ascendente y disimul¨¦ un supino ataque de claustrofobia difraz¨¢ndolo de rasgo caballeresco: como excusa para huir acompa?¨¦ de vuelta a la entrada a una joven italiana que en realidad quer¨ªa continuar hacia arriba. Me lo perdon¨® haci¨¦ndose invitar a una copa. La hice re¨ªr explic¨¢ndole que Lawrence de Arabia tambi¨¦n flojeaba a veces. Y era Lawrence de Arabia.
Aunque he llegado despu¨¦s de los tiempos heroicos en que hab¨ªa que avanzar apartando murci¨¦lagos enormes, sufriendo v¨®mitos de sangre por el aire enrarecido como le pas¨® al capit¨¢n Caviglia y pegando tiros para ahuyentar a las serpientes, he vivido cosas tremendas dentro de la pir¨¢mide de Keops. Un s¨²bito apag¨®n, una estampida de japoneses, un golpe en la cabeza con un saliente de piedra, un atasco en la entrada de la c¨¢mara del Rey... Al menos la pir¨¢mide tiene una ventaja sobre otros lugares oscuros, opresivos y mal ventilados de la vieja tierra de Egipto: no hay momias, o al menos no se ha encontrado nunca ninguna. Debi¨® haber al menos una, la del fara¨®n Keops, que para eso se hizo el hombre la pir¨¢mide, para sepultarse en ella, pero no se ha hallado jam¨¢s ni rastro. En el fondo es tranquilizador: solo faltar¨ªa darte de bruces all¨ª dentro con una momia.
Javier Sierra, cuya ¨²ltima novela La pir¨¢mide inmortal (Planeta) era el motivo de que yo volviera a arrostrar los macizos terrores del monumento, sostiene que ¨¦ste serv¨ªa de escenario para rituales, que la mera explicaci¨®n funeraria queda corta y que en realidad la Gran Pir¨¢mide era una maqueta del m¨¢s all¨¢. Para Sierra, el sarc¨®fago de granito que se encuentra en la c¨¢mara del Rey es m¨¢s bien un tanque, una cuba sagrada que cumpl¨ªa una funci¨®n osiariaca de resurecci¨®n. De hecho, en su novela hace meterse en el recipiente mortuorio a Napole¨®n, que experimenta un proceso de regeneraci¨®n espiritual que le dura al menos hasta Waterloo. Algunas de las ideas de Javier Sierra se alienean con las de los m¨¢s notables piramidiotas, pero en fin, como ¨¦l es novelista...
En coincidencia con las fechas de la visita a la Gran Pir¨¢mide ¡ªen la vida no hay casualidades¡ª, cay¨® en mis manos un libro sensacional adquirido a precio de saldo en la cripta (!) de La Central del Raval, The mummy unwrapped, de Thomas M. Feramisco (McFarland, 2003), un paseo por las cuatro pel¨ªculas sobre la Momia que la Universal produjo en los a?os cuarenta en la estela del gran cl¨¢sico de Karl Freund The Mummy (1932) que tuvo a Boris Karloff como gran protagonista. En total habr¨¢ una veintena de filmes de momias, incluida una de Paul Naschy ¡ªque Gubern y Prat califican de ¡°pornogr¨¢fica-reprimida¡± en su imprescindible estudio Las ra¨ªces del miedo, Tusquets, 1979¡ª y las dos modernas de Brendan Fraser enfatizadas, y me quedo corto, por la presencia de Patricia Vel¨¢squez como Anck-Su-Namun. He de confesar que para m¨ª momia cinematogr¨¢fica no hab¨ªa m¨¢s que una, la original de Karloff. Pero el tan pormenorizado como divertido libro de Feramisco sobre los remakes y su material descartado en la sala de montaje me ha hecho tomarles simpat¨ªa a las otras. En realidad, las historias de la momia son historias de amor. La f¨®rmula, si bien se mira, se reduce a chico encuentra chica (princesa), chico pierde chica para toda la eternidad, chico es momificado, chico despierta, chico resucita chica. La cosa se enreda generalmente porque la momia ¡ªo el hombre que la controla¡ª se encuentra con una joven contempor¨¢nea a la que confunde con una reencarnaci¨®n de la amada original (o, pill¨ªn, hace como que se confunde).
La momia de las pel¨ªculas es, es sabido, una invenci¨®n: los egipcios no ten¨ªan tal cosa como una momia malvada y maldita que resucitaba aqu¨ª para deambular cometiendo atrocidades en busca de amor y venganza. Hay que convenir que la momia (al menos hasta los modernos efectos especiales que convierten a Imhotep-Arnold Vosloo en supervillano con poderes) no es un gran monstruo: las vendas la entorpecen demasiado para ser un serio peligro y su facilidad para la combusti¨®n la hace extremadamente fr¨¢gil. En realidad la momia ha de ir acompa?ada por otro malo, generalmente un sumo sacerdote de Karnak (Arkam en otras versiones menos puristas), para que la gu¨ªe en sus tropel¨ªas. Una propiedad sorprendente de la momia es que conserve la l¨ªbido intacta despu¨¦s de tantos a?os. Como si la hubieran momificado con Viagra en vez de con natr¨®n.
Hay muchas cosas para recordar en los cuatro grandes remakes de The Mummy. Por ejemplo que en The Mummy's Hand uno de los personajes sea el gran egipt¨®logo Petrie (en la pel¨ªcula le hacen morir estrangulado por la Momia, una muerte que probablemente no le hubiera desagradado acad¨¦micamente), que en The Mummy's tomb a Lon Chaney le pusieran una cremallera para salir del caluroso vendaje, o que en el gui¨®n original de The Mummy's curse a la Momia la convirtieran (hasta su resurrecci¨®n) en espantap¨¢jaros y atracci¨®n de feria. Tambi¨¦n es curioso que uno de los que encarnaron a la Momia fuera Tom Tyler, h¨¦roe cowboy en muchos westerns...
Dec¨ªa que las historias de la momia son historias de amor. Acaso mal entendido, pero amor al cabo. ?Resucitar un gran amor, aunque sea un amor maldito, no es una noble empresa? Lo que nos lleva de nuevo a la Gran Pir¨¢mide. Les he dicho que all¨ª dentro no hay ninguna momia que se sepa, pero en realidad s¨ª que la hay: la he llevado yo. Para ser sinceros es solo un trocito de venda que obtuve hace muchos a?os en el Valle de las Reinas pero que imagino que otrora fue parte de una maciza princesa. Tras sortear todos mis miedos y acceder a la c¨¢mara del Rey dej¨¦ caer subrepticiamente mi cacho de momia, mi amante secreta, en el sarc¨®fago de Keops. Si Javier Sierra est¨¢ en lo cierto la pr¨®xima visita a la Gran Pir¨¢mide no me la pierdo.
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