Lo que importa es el adversario
No hay que dar un paso sin vigilar por el rabillo del ojo. Gracias a su reacci¨®n sabemos el valor de nuestras iniciativas
Las cosas no son como son sino como el adversario cree que son. No hay que dar un solo paso sin vigilar por el rabillo del ojo para ver c¨®mo reacciona. Solo gracias a su reacci¨®n sabemos el valor de nuestras iniciativas. De ah¨ª la importancia de la finta y el enga?o. Decir una cosa y hacer otra. Expresar la intenci¨®n pero luego no hacerla efectiva. O lo contrario, adormecerse en el sigilo para acometer por sorpresa una acci¨®n que no podr¨¢ obtener respuesta. Nada llena mejor el vac¨ªo de nuestras propuestas que una reacci¨®n desmesurada del contrario.
La confusi¨®n es absoluta. No sabemos ya qu¨¦ es esa cita del 9 de noviembre. Oficialmente se trata de una consulta participativa, que sustituye a la consulta no referendaria anulada por el Constitucional, que a su vez pretend¨ªa hacer las veces de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n. Para el astuto Artur Mas es literalmente una consulta anticipada de la consulta definitiva, que se celebrar¨¢ con las elecciones auton¨®micas, en una fecha indeterminada que ¨¦l mismo, el ¨²nico que tiene el poder para hacerlo, tendr¨¢ a bien anunciar cuando le apetezca. Para la exigente se?ora Forcadell, solo ser¨¢ la primera vuelta de las elecciones parlamentarias que deber¨¢n ser constituyentes, a celebrar en tres meses como m¨¢s tarde. Para el quejumbroso Oriol Junqueras, apenas un mero tr¨¢mite que hay que superar lo mejor posible para proclamar la independencia cuanto antes.
Vale por tanto el diagn¨®stico universal de Mariano Rajoy para cualquier cosa: es un aut¨¦ntico l¨ªo. Los catalanes podr¨¢n votar sobre el futuro de Catalu?a, anuncia el Gobierno. Habr¨¢ urnas, papeletas, colas y algo parecido a unos resultados. Pero nada m¨¢s. Ni ser¨¢ de verdad una votaci¨®n ni tendr¨¢ efecto jur¨ªdico alguno. Todo el resto pertenece a la fiesta organizada por los partidarios de la independencia. Lo ¨²nico que puede proporcionar un poco de color y pasi¨®n son los obst¨¢culos y prohibiciones que lleguen del Gobierno espa?ol. Por eso la sal y la pimienta de esta ex¨®tica convocatoria la proporcionan los esfuerzos de Artur Mas por apurar los l¨ªmites de la legalidad hasta provocar una en¨¦rgica y a ser posible injustificable actuaci¨®n gubernamental.
Mariano Rajoy no tiene una papeleta f¨¢cil. Sabe que cuanto menos atenci¨®n le preste a la cita menor ser¨¢ la tensi¨®n soberanista, pero tampoco puede permitir que se r¨ªan bajo sus barbas. Ni se lo permitir¨ªan los m¨¢s exaltados entre los suyos. Tampoco tiene las cosas f¨¢ciles el presidente de la Generalitat, que no quiere incumplir la ley pero tampoco renunciar a apretar las tuercas. Habr¨¢ quien considere admirables tantas astucias y maniobras. No lo son. M¨¢s bien lo contrario: el proceso soberanista ha conseguido convertirse en un laberinto de oscuridad, en el que nada es lo que parece. Lo ¨²nico que va a contar es el grado de participaci¨®n en el 9N que conseguir¨¢ el voluntarismo militante independentista. Ya es mucho, si se quiere. Pero tambi¨¦n es muy poco. A las alturas del l¨ªo organizado, nadie debiera obstaculizar lo que ser¨¢ finalmente un mero recuento, eso s¨ª festivo, celebratorio y exultante.
Para que funcione la democracia es imprescindible una regla de juego aceptada por todos. Los que est¨¢n a favor y los que est¨¢n en contra, as¨ª como lo que no saben qu¨¦ opci¨®n tomar hasta el ¨²ltimo momento, que siempre suele haberlos y en abundancia. Sin opciones competitivas no hay democracia. Pero aqu¨ª la primera disputa es sobre la regla de juego. Los que quieren la independencia no aceptan la vigente, cargados de razones sobre su obsolescencia, pero sin paciencia ni ganas para cambiarla. Por eso han organizado una partida con otra regla de juego, la suya, en la que solo participan ellos mismos. Su raz¨®n, por considerable que sea, llega mermada por su incapacidad para convencer a todos para que jueguen y acepten juntos la consulta y el resultado que se deduzca. De ah¨ª que solo sirva para los que est¨¢n ya convencidos. Los que est¨¢n en contra ni siquiera se han presentado a jugar el partido.
El resultado es previsible. El 9N no sabremos lo que piensa el pueblo catal¨¢n, sino lo que piensa el pueblo catal¨¢n soberanista. El resultado afectar¨¢ a la direcci¨®n del proceso, al m¨¦todo a seguir --lista ¨²nica o listas separada--, a la fecha de las elecciones anticipadas y claro est¨¢ a la fuerza misma del soberanismo para ganar el siguiente envite e incluso sostener la apuesta. Es decir, afecta a su envergadura y a su correlaci¨®n interior de fuerzas. No es poco y es bueno que se sepa.
Eso suceder¨¢ el d¨ªa en que se cumplen 25 a?os de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Quien imagin¨® la proeza quer¨ªa explotar la coincidencia hasta llegar a una emulaci¨®n pretenciosa: los catalanes, como los alemanes orientales, libres al fin. Ahora habr¨¢ que esperar al menos una emulaci¨®n en diferido: primero el 9N y despu¨¦s el d¨ªa que Artur Mas decida. En alguna medida, estamos en sus manos. En clave m¨¢s personal, todo este l¨ªo se puede interpretar como la aventura de un presidente superviviente, que ha llegado a la cima cuando todo se hunde a su alrededor, pero no tiene intenci¨®n alguna de rendirse para cargar con los mochuelos de todo tipo que el nacionalismo, su partido e incluso la familia Pujol han echado sobre sus espaldas.
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