Brindis por el h¨¦roe, viajero y amante
El homenaje al escritor Patrick Leigh Fermor se anim¨® con dos botellas de vino Tokay
Cuatro gatos justos, y de ellos dos llegados de Barcelona, nos juntamos la semana pasada en Madrid para recordar a Patrick Leigh Fermor (1915-2011), el gran escritor de viajes y h¨¦roe de guerra, protagonista de esa sensacional haza?a que fue el secuestro del general Kreipe en Creta en 1943, y autor de algunos de los libros m¨¢s hermosos que pueda leerse. Lo que no tuvo de masiva la convocatoria ¡ªpese a que a m¨ª me anunciaron como Jacinto Benavente, que es un punto¡ª lo tuvo de emotiva, en especial gracias a las dos botella de vino h¨²ngaro que llev¨¦ muy previsor y que animaron de lo lindo a la concurrencia. Pill¨¦ las dos botellas de un Tokaj bastante aceptable en el colmado Qu¨ªlez, camino del AVE. No eran de un Diszn¨®k? Szamorondni o un Tokaji Asz¨¹ ¡ªcon esos precios, jo, no es raro que Catalina de Rusia, gran aficionada al Tokay, se hiciera escoltar el suministro a San Petersburgo por un destacamento de cosacos (presumiblemente abstemios, si es que existe tal cosa)¡ª, pero me dije que la prosa de Leigh Fermor (para el que ese vino era su madalena de Proust) ya har¨ªa el milagro de transmutar el l¨ªquido ambarino de mis botellas en una calidad superior.
El homenaje a Paddy, que es como universalmente conoc¨ªan al escritor y aventurero sus amigos (una categor¨ªa en la cual me col¨¦ hace a?os yo de manera similar a como ¨¦l se colaba en las fiestas de la alta sociedad del Bucarest de entreguerras: por la cara), se desarrollaba en el auditorio de la Fnac de Callao gracias al entusiasmo de Eugenio de la Plaza, Jefe de Libros, que organiz¨® un ¡°Mihali's Day¡± el viernes 7, en puridad la v¨ªspera de la celebraci¨®n ortodoxa del arc¨¢ngel san Miguel (8 de noviembre), ¡°el general del cielo¡±, como dec¨ªa Leigh Fermor. Michael, Miguel, era el segundo nombre de Paddy y el que le dieron en la Resistencia cretense cuando combati¨® con gran arrojo en sus filas durante la II Guerra Mundial. ?l lo consideraba su nombre griego y as¨ª, Mihalis, le llamaron siempre sus festivos, ruidosos, incondicionales y besucones (?en la boca!) camaradas griegos, la mayor¨ªa de ellos ¡ªTirakis, Papaleonidas, Akomianakis o Paterakis, que acab¨® parad¨®jicamente (visto lo que hab¨ªa hecho) como guardia del cementerio alem¨¢n de Creta¡ª, curtidos ex guerrilleros.
A todos nos hubiera gustado realizar un acto de tanto post¨ªn como los que Paddy describi¨® en sus inolvidables libros sobre su viaje a pie a los 19 a?os por la bella y caduca Centroeuropa de doradas aristocracias (la trilog¨ªa que se abre con El tiempo de los regalos), o algo bizantino, una est¨¦tica que tambi¨¦n le perd¨ªa. No hubiera estado mal organizar un partido de polo en bicicletas del estilo de los que se jugaban en los salones de los palacios y kast¨¦ly (castillos) de los nobles h¨²ngaros y que relata en Entre los bosques y el agua (el segundo tomo de su trilog¨ªa), pero nos faltaban unos cuantos Esterh¨¢zys. Yo hubiera querido llevar un corneta de los Irish Guards ¡ªel regimiento original de Paddy¡ª con casaca escarlata y gorro de piel de oso, como tuvo en su entierro en Dumbleton, pero si el Tokay va caro ni les digo los cornetas de los Irish Guards en uniforme de gala.
As¨ª las cosas, la escenograf¨ªa se redujo a una gran foto (muy guapo) y un v¨ªdeo de Paddy en el que aparec¨ªa el general Kreipe. El elenco de oficiantes qued¨® reducido a dos al fallar a causa de un viaje el tercero, Dolors Pay¨¢s, traductora de Leigh Fermor, amiga y autora de un simp¨¢tico librito sobre el personaje resultado de una visita a su casa de Kardamili (ya tan sola) y titulado muy oportunamente Drink time! ?ramos pues solo la helenista, traductora y una de las m¨¢s conspicuas y pioneras fans de Paddy, Mar¨ªa Belmonte, venida tambi¨¦n de Barcelona, y un servidor los que ten¨ªamos que rendir honores. Paddy, que sent¨ªa por las mujeres (que a su vez lo adoraban) el mismo entusiasmo que por secuestrar generales alemanes o recitar a Horacio en lat¨ªn, hubiera preferido, sin duda, una m¨¢s alta proporci¨®n de f¨¦minas.
No hubiera estado mal organizar un partido de polo en bicicletas del estilo de los que se jugaban en los salones de los castillos de los nobles h¨²ngaros y que Paddy relata en Entre los bosques y el agua
La falta de p¨²blico no templ¨® nuestro buen ¨¢nimo. Y eso que Eugenio me present¨® diciendo que yo me parec¨ªa mucho a Leigh Fermor ¡°excepto en lo de ser un h¨¦roe¡±. Solo le falt¨® decir que tambi¨¦n ¨¦ramos muy distintos en lo del ¨¦xito con las mujeres.
Mar¨ªa hizo un recorrido por la vida y m¨¦ritos de Paddy recalcando sus joyas literarias y su amor por Grecia, tan byroniano como ¨¦l mismo. Mar¨ªa, a la que pronto le va a publicar Acantilado Peregrinos de la belleza; Viajeros por Italia y Grecia, un libro que contiene un cap¨ªtulo dedicado a Paddy, es, como lo era el escritor, de una helenofilia casi fan¨¢tica. De ser por ella hubi¨¦ramos brindado con Retsina. Bien acoplados en la descripci¨®n de los ¨¦xitos militares del homenajeado, describimos las atrocidades de la guerra en Creta y las peripecias de Paddy y la Resistencia con un verismo que provoc¨® un mar de escalofr¨ªos incluso en las sillas vac¨ªas. Yo hasta detall¨¦ la castraci¨®n y crucifixi¨®n de un paracaidista alem¨¢n por los andartes, los guerrilleros (todo por la audiencia) y ella la destrucci¨®n del pueblo de Anogia. Lo que nos llev¨® a desmenuzar la acci¨®n del secuestro de Kreipe. Mar¨ªa mostr¨® una sorprendente simpat¨ªa por el general (¡°un buenazo¡±); eso me provoc¨® ciertos celos, como si no tuviera bastante con Paddy, y me hizo remarcar que un general de la Wehrmacht no deja de ser un general de la Wehrmacht, ach so! Referimos por supuesto la an¨¦cdota de cuando Kreipe, conducido por sus secuestradores al monte Ida, comenz¨® a recitar en lat¨ªn la oda Ad Thaliarchum (I, IX) de Horacio y Paddy la continu¨® para sorpresa del alem¨¢n. Un poema tan hermoso... ¡°Huye de querer saber lo que el futuro guarda y los d¨ªas que te sean concedidos consid¨¦ralos un regalo¡±.
Apenas conseguimos ara?ar la superficie de la personalidad y la obra de Leigh Fermor. Recordamos a su bella mujer, Jon, hija del vizconde Monsell, y a su amada princesa Cantacuzeno, Balasha. Yo le¨ª la lista completa de sus conquistas (tard¨¦ un buen rato), describ¨ª nuestro encuentro en Londres en 2001, la comida en que me hizo leer en lat¨ªn y comer trucha, las conversaciones telef¨®nicas y la correspondencia que siguieron; record¨¦ pasajes de sus libros especialmente del reciente, p¨®stumo, El ¨²ltimo tramo. Es el final de su trilog¨ªa y est¨¢ marcado por la obsesi¨®n por los voivodas, hospodares y grandes boyardos. Es un libro en el que no faltan las cig¨¹e?as ni los h¨²sares: inolvidable el despertar tras una francachela en el que Paddy describe, paso a paso, desde las botas al colbac, a un h¨²sar desplomado ebrio en un div¨¢n.
Lo que nos lleva al brindis final que hicimos todos puestos de pie con los vasos (de papel, ay) llenos de ese luminoso Tokay que conservaba los recuerdos de juventud de Paddy como delicadas falenas atrapadas en ¨¢mbar. Brindamos, pues, y nos conjuramos para no olvidar jam¨¢s a Patrick Leigh Fermor, hombre de tantos regalos, y para volver a celebrar su memoria el a?o pr¨®ximo, con el vino a?ejo de la jarra sabina, por supuesto. ?A tu salud, Paddy! Perseveraremos en el valor, los amores y el lat¨ªn. Ave atque vale.
Epitafio para un valiente
Patrick Leigh Fermor descansa en el cementerio de Dumbleton, en Inglaterra, bajo una l¨¢p¨¬da blanca decorada con un rama de olivo y una frase en griego, sin traducci¨®n alguna (as¨ª era Paddy, o sabes griego o te fastidias). La l¨¢pida fue desvelada el a?o pasado, justo el mismo 8 de noviembre de la festividad de San Miguel en presencia de un grupo de amigos entre los que figuraban Colin Thubron, Artemis Cooper y la viuda de Bruce Chatwin. Es, me explica Toni Sagarra, especialista en cultura cl¨¢sica y amigo, al que le he pasado la foto de la inscripci¨®n -por no hacer aqu¨ª una mala traducci¨®n que me acarreara un coscorr¨®n de ultratumba-, una cita de Cavafis, del poema Epitafio de Ant¨ªoco, rey de Comagena. "Fue justo, sabio y valiente", dice el poema. La frase en el epitafio de Paddy es el verso siguiente: "Y vivi¨® como un griego, que todav¨ªa es mucho mejor". El poema de Cavafis contin¨²a: "No hay en la humanidad cualidad m¨¢s insigne; solo entre los dioses se encontrar¨¢ alguna m¨¢s digna". A uno se le ocurre que el epitafio de Paddy, hombre tan generoso en palabras, podr¨ªa incluir al menos otra frase, de Entre los bosques y el agua: "Dese¨¦ que el viaje no acabara nunca".
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