Infamia
Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil en Catalu?a ejercer el disenso sin ser acusado de un delito de lesa patria
D¨ªas atr¨¢s, el profesor Jordi Llovet publicaba en el suplemento Quadern de EL PA?S un art¨ªculo titulado Ap¨¤trides en el que denunciaba la servidumbre de una mayor¨ªa de intelectuales catalanes con la causa soberanista y lamentaba la destrucci¨®n de una comunidad donde cada vez es m¨¢s dif¨ªcil ejercer el disenso sin que uno sea acusado de un delito de lesa patria. Como siempre que aborda la cuesti¨®n nacionalista, Llovet ha sido objeto de burdos ataques que no hacen m¨¢s que darle la raz¨®n y entre los que destaca, por su bajeza moral, el de Jordi Galves en su blog. Se trata de una deposici¨®n urgente titulada Llovet, harrag¨¤ de preu, en el que el se?or Galves se dedica a encadenar infundios abrochados con una acusaci¨®n muy grave: que el profesor se beneficiaba del derecho de pernada con sus estudiantes.
No es que uno se asombre ya de la catadura de unos fan¨¢ticos intoxicados por el mismo veneno que segregan, pero la verdad es que el asco que produce esa declaraci¨®n ¡ªque no es m¨¢s que el perfecto autorretrato de una mente totalitaria, incapaz de disentir y que se siente adem¨¢s impune gracias a un victimismo convertido en hegemon¨ªa intimidatoria¡ª empieza a ser bastante dif¨ªcil de soportar. A la manipulaci¨®n de los historiadores ¡ªprincipales inventores de mitos nacionales, como siempre recordaba Eric Hobsbawm¡ª, la repugnante obsecuencia de la radio y la televisi¨®n p¨²blicas y sus peri¨®dicos afines, la esclerosis de una clase pol¨ªtica en la que David Fern¨¢ndez ¡ªun antisistema con alpargatas¡ª se abraza con Artur Mas ¡ªun caballero muy cat¨®lico que dirige uno de los partidos m¨¢s corruptos y poderosos de Celtiberia¡ª y la enternecedora inocencia de la masa que se cree la farsa de la redenci¨®n independentista, se le a?ade ahora la violencia de unos guardianes de las esencias patrias que, como Jordi Galves, se proponen destruir cualquier posibilidad de articulaci¨®n cr¨ªtica embadurnando su incompetencia argumental con el fango de la difamaci¨®n y el odio.
Como siempre que aborda la cuesti¨®n nacionalista, Llovet ha sido objeto de burdos ataques que no hacen m¨¢s que darle la raz¨®n
El ejemplo de Llovet es particularmente insufrible para el nacionalismo. No s¨®lo conoce en profundidad la historia literaria, pol¨ªtica y social de Catalu?a, sino que adem¨¢s es due?o de la mejor prosa ensay¨ªstica de su generaci¨®n y ha sabido incorporar a la literatura catalana, mediante su labor de traducci¨®n ¡ªen s¨ª misma un hecho hermen¨¦utico¡ª, algunos de los momentos m¨¢s altos de la poes¨ªa y la novela europeas, como es el caso de H?lderlin, Baudelaire, Flaubert y Thomas Mann. Como docente, sufri¨® la intolerancia y la marginaci¨®n del departamento de Filolog¨ªa Catalana de la Universidad de Barcelona, convertido en un organismo de propaganda nacional, algo que le anim¨® a encauzar su vocaci¨®n de comparatista en la creaci¨®n de una nueva secci¨®n de Teor¨ªa de la Literatura que constituye el m¨¢s atrevido ensayo de dignificaci¨®n universitaria que ha conocido este pa¨ªs. Sin propon¨¦rselo, Llovet les recuerda cada d¨ªa a los lacayos de la causa su embarazosa insubstancialidad y su mezquindad resentida.
Todos los que hemos tenido el privilegio de ser alumnos de Jordi Llovet podemos dar testimonio de su calidad humana y de su altura intelectual, unas virtudes que le permiten vivir al margen de estas miserias. De hecho, la riqueza y la complejidad de su magisterio se cifran precisamente en la idea que subyace al art¨ªculo que ha despertado las iras de ese pobre hombre, incapaz de asumir una reflexi¨®n sobre la patria que se resume en la conclusi¨®n de Hugo de San V¨ªctor: el mundo entero es un exilio. Ese es el espacio cuyo aire respiramos todos los que nos sentimos herederos de la tradici¨®n literaria, cr¨ªtica y ¨¦tica que Jordi Llovet nos ense?a todav¨ªa, para poder seguir viviendo en la ciudad europea, para no vender nunca la soledad del pensamiento ni pervertir la altura de la discusi¨®n y lograr olvidar al fin las banderas de la infamia.
Andreu Jaume es cr¨ªtico y editor.
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