Movimientos sociales y partidos
En una democracia de calidad, los partidos se distinguen por el control de sus propias ¨¦lites y no por los discursos sobre las castas
En toda la Europa del Sur los nuevos movimientos sociales alternativos emergen, se consolidan y se convierten en partidos pol¨ªticos. Podemos y en buena medida Guanyem, se estan convirtiendo en partidos o coaliciones pol¨ªticas que pretenden de nuevo tipo. Pero, el tema fundamental para una democracia de calidad consiste en disponer de un sistema de partidos que funcionen como instituciones transparentes, controlables, responsables, e inclusivas en su rendici¨®n de cuentas.
Un movimiento social, para que triunfe, debe impactar en la pol¨ªtica. Sus retos deben ser transformados en objetivos y canalizados a trav¨¦s de pol¨ªticas p¨²blicas. Por ello, todos los movimientos sociales intentan influir en los partidos pol¨ªticos. En consecuencia, era predecible, que al constatar que sus desaf¨ªos no tienen una clara acogida en el sistema de partidos pol¨ªticos existentes, se conviertan ellos mismos en partidos.
Al convertirse en partidos pol¨ªticos, no s¨®lo les ser¨¢ necesario, sino tambi¨¦n deseable, abandonar la estructura asamblearia al tener que afrontar la complejidad de retos y pol¨ªticas que significa ser una alternativa de cambio. ?Razones? Las ciencias sociales han mostrado, a trav¨¦s del teorema de Arrow, que sin instituciones o procedimientos estables que regulen la representaci¨®n y la participaci¨®n, y sin procesos claros y bien organizados de tomas de decisi¨®n, no hay manera democr¨¢tica de poner de acuerdo a m¨¢s de tres personas con tres sistemas de preferencias distintos.
Todo aquello en lo que?se requiere profesionalidad en el trabajo partidario produce un f¨¢cil distanciamiento entre los intereses de esta tecno-estructura y los de la militancia y la ciudadan¨ªa
Es decir, a partir de casos de m¨ªnima complejidad o existen procedimientos regulados institucionalmente o las tomas de decisi¨®n se hacen dictatorialmente y desde fuera de los procesos participativos. La historia de tantas opciones revolucionarias y asamblearias que han finalizado en estructuras autoritarias (partidos comunistas, confederaciones libertarias, partidos anti-partidos de todo tipo, etc¨¦tera) son buena prueba de ello.
Por tanto, hay que reconocer la racionalidad en la conversi¨®n de un movimiento social en partido pol¨ªtico con unos procedimientos regulados de representatividad y decisi¨®n no asamblearios. Ahora bien, crear un partido claramente democr¨¢tico consiste en reconocer para uno lo que les ha ocurrido a los dem¨¢s: la presencia de oligarqu¨ªas o castas en su seno; y diferenciarse de los otros estableciendo con claridad los procedimientos controlables que los van a reducir y regular.
Los factores que generan las oligarqu¨ªas pol¨ªticas han sido claramente identificados en las ciencias sociales y son muy f¨¢cilmente reproducibles en todos los partidos. Es el caso, por ejemplo, de la organizaci¨®n de la formaci¨®n de militantes, la complejidad de articular programas pol¨ªticos de gran impacto, organizar la comunicaci¨®n interna y externa, el desarrollo de las campa?as electorales, el aprendizaje del oficio pol¨ªtico (hablar en publico, dirigir una reuni¨®n, negociar, mediar, entre otros) etc¨¦tera.
Todo aquello en lo que se exige una dedicaci¨®n no voluntaria o se requiere profesionalidad en el trabajo partidario, produce un f¨¢cil distanciamiento entre los intereses de esta tecno-estructura y los de la militancia y la ciudadan¨ªa. La nueva tecno-estructura inicia el desarrollo de intereses de casta y llega a dominar la organizaci¨®n. La alianza entre oligarqu¨ªas de distintos partidos que compiten pero cooperan en el mantenimiento del status quo, llegan a enquistar el sistema pol¨ªtico.
Ante estos factores no hay que negar lo que se va a reproducir en el propio partido. Hay que reconocerlo, y lo m¨¢s importante: identificar los procedimientos para combatir las din¨¢micas que conducen a esos resultados. Esta tarea corresponde tanto a los partidos nuevos como a los tradicionales. En una democracia de calidad, los partidos se diferencian por las medidas de prevenci¨®n y control de sus propias elites, y no por los discursos sobre las castas.
Lo importante es reestructurar el sistema de partidos en su totalidad. El dilema no est¨¢ entre democracia o autocracia, ni entre representaci¨®n o participaci¨®n, sino entre m¨¢s o menos democracia, y en una representaci¨®n pol¨ªtica asentada en el compromiso activo de la ciudadan¨ªa.
Josep M? Pascual Esteve es consultor Internacional.
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