Urge claridad democr¨¢tica
El anuncio de la nueva consulta era enga?oso y cabe la duda sobre a quien quer¨ªa enga?ar en realidad, a Rajoy o a la propia ciudadan¨ªa
"Artur Mas no se ha movido de donde estaba desde el principio¡± suelen afirmar los soberanistas para significar que el president no se ha apartado un ¨¢pice de la hoja de ruta fijada a principios de la presente legislatura, cumpliendo puntualmente todas sus promesas. Esos mismos soberanistas acostumbran a destacar dos: prometi¨® que convocar¨ªa al pueblo de Catalu?a a las urnas y as¨ª lo hizo (incluso con gran pompa) y, cuando el TC suspendi¨® cautelarmente la consulta, mantuvo hasta el final su promesa de que "habr¨ªa urnas y papeletas".
Podr¨ªan mencionarse m¨¢s promesas, pero con estas dos bastar¨¢ para comprobar la particular manera que tiene Mas de no faltar a su palabra. Es obvio que, si atendemos a la literalidad de las frases, no cabe reprocharle incumplimiento alguno. Pero el lenguaje, adem¨¢s de describir de manera literal, da a entender determinadas cosas. As¨ª, cualquier ciudadano normal interpreta, cuando se le dice que ser¨¢ convocado, que esa convocatoria se materializar¨¢ en una jornada electoral v¨¢lida a todos los efectos, y que la referencia al hecho de la convocatoria no deja de ser una sin¨¦cdoque en la que una parte (el momento de convocar) hace referencia al todo (el proceso en su conjunto, desenlace de votaci¨®n incluido).
Pero si en el ejemplo anterior siempre cabr¨ªa aducir que el anuncio no pretend¨ªa dar a entender cosa distinta a la que se pretend¨ªa hacer y que si finalmente no pudo ser materializada fue debido a causas ajenas a la voluntad del convocante (el recurso del gobierno central ante el TC), no cabe argumentar lo mismo en el caso del denominado ¡°proceso participativo¡±, que recibi¨® ese difuso nombre precisamente para, seg¨²n propias palabras de Mas, ¡°enga?ar al Estado¡±. La forma en que se anunci¨® esta iniciativa de recambio a la consulta suspendida cautelarmente era inequ¨ªvocamente enga?osa, hasta el punto de que podr¨ªa llegar a dudarse de a qui¨¦n se pretend¨ªa enga?ar realmente, si a Rajoy o a la propia ciudadan¨ªa catalana.
Record¨¢bamos al principio la literalidad del anuncio de Mas: ¡°habr¨¢ urnas y papeletas¡±. De nuevo la sin¨¦cdoque, pero esta vez sin que quepa aplicarle el beneficio de la duda. El l¨ªder de CiU estaba dando a entender, a sabiendas de la falsedad de la interpretaci¨®n que estaba potenciando, que, a pesar de la suspensi¨®n, se llevar¨ªa a cabo la consulta (de hecho, as¨ª lo indicaban las papeletas). El enga?o propiciado era tan grosero como el que propiciar¨ªa quien se dirigiera a la ciudadan¨ªa anunciando que en una determinada fecha ser¨ªa llamada para acudir a los colegios electorales y, llegado el d¨ªa, manifestara que la convocatoria era para una merienda en dichos locales, defendi¨¦ndose de las acusaciones de enga?o con el argumento de que nunca hab¨ªa declarado de manera expresa para qu¨¦ se convocaba.
He planteado mis dudas acerca del aut¨¦ntico destinatario del enga?o a la vista de la rentabilidad que sectores soberanistas est¨¢n intentando extraer de la jornada del 9-N. La operaci¨®n recuerda las declaraciones efectuadas a este diario por Oriol Junqueras el pasado 1 de noviembre. Afirm¨® entonces, no ya que la impugnada consulta habr¨ªa tenido efectos pol¨ªticos, sino que, si el resultado hubiera sido muy bueno para sus objetivos, las consecuencias habr¨ªan equivalido a las de un refer¨¦ndum porque ¡°el voto de los ciudadanos lo convierte en vinculante¡±. ?Y si el resultado hubiera sido malo?, cabr¨ªa interrogarse.
La respuesta es f¨¢cil de imaginar: hubiera dado igual, puesto que si Catalu?a es considerada previamente sujeto pol¨ªtico, tiene derecho a convocar cuantos refer¨¦ndums sean necesarios hasta que esa condici¨®n pre-existente, determinada de manera voluntarista por los soberanistas, obtenga respaldo popular.
Tras el 9-N, se dir¨ªa que hemos entrado en la segunda fase del enga?o. No voy a insistir en lo que ya se ha escrito acerca de la ausencia de censo, la inexistencia de interventores o junta electoral, etc¨¦tera. Tampoco creo que valga la pena se?alar la forma en que el oficialismo catal¨¢n ha retorcido las cifras para que terminen destilando una lectura en t¨¦rminos de un triunfo de la iniciativa de movilizaci¨®n y, m¨¢s en particular, del s¨ª-s¨ª. Ni siquiera me voy a detener en un aspecto que, por lo dem¨¢s, no creo que deba ser considerado irrelevante: ?de verdad los ciudadanos de Catalu?a pueden en estas condiciones confiar en que los datos que se han hecho p¨²blicos responden fielmente a la realidad?
Lo importante es que la segunda fase del enga?o repite el modelo de Junqueras. Ahora resulta que de una movilizaci¨®n que simulaba unas elecciones, pero que no ofrec¨ªa las menores garant¨ªas democr¨¢ticas, se puede desprender un mandato democr¨¢tico. Como si, llevando las cosas al l¨ªmite, la ausencia de democracia pudiera fundar la democracia. Urge terminar con esta din¨¢mica de ambig¨¹edad, medias palabras y mensajes equ¨ªvocos en la que Catalu?a lleva demasiado tiempo instalada y que, a la vista est¨¢, solo sirve para prolongar el ruido y la confusi¨®n, de las que sin duda algunos est¨¢n consiguiendo extraer un notable provecho. Y eso que a¨²n no sabemos el conejo que el Sr. Mas tiene previsto sacar de la chistera el pr¨®ximo martes...
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la UB.
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