El debate imposible
Cuando el acuerdo es imposible porque nadie quiere hablar, lo que se impone es la cantidad. Votar es renunciar al acuerdo
Hace unas semanas particip¨¦ en un debate sobre la independencia de Catalu?a, organizado por la Universidad de Girona. Al final de cada una de las sesiones (cuatro en total), a los asistentes se les ofrec¨ªa la opci¨®n de votar una de las tres preguntas siguientes: 1) el debate ha contribu¨ªdo a enriquecer mis ideas; 2) me ha hecho cambiar de opini¨®n; 3) me ha mantenido en la misma posici¨®n en la que me encontraba. Me dec¨ªa Joan Verg¨¦s, el promotor de los debates, que casi por unanimidad la pregunta m¨¢s votada hab¨ªa sido la tercera. A saber, el debate sobre la independencia es est¨¦ril, no mueve a nadie de su posici¨®n inicial sobre el tema.
No me extra?a, pero es preocupante que sea pr¨¢cticamente imposible acercar posturas sobre algo que debiera inquietarnos a todos. M¨¢s a¨²n cuando el contexto acad¨¦mico incita a una discusi¨®n que es pura deliberaci¨®n, al contrario de lo que debe ser una negociaci¨®n pol¨ªtica, que ha de desembocar en un acuerdo. A¨²n as¨ª, mi experiencia como articulista y conferenciante me ense?a que hay cuestiones que se resisten a la discusi¨®n razonable, que pertenecen a dos ¨¢mbitos: el de la pol¨ªtica y el de la religi¨®n.
Cuando el debate es est¨¦ril es porque est¨¢ mal planteado, porque discurre desde "ismos" o dogmas intocables. En tal caso, las posiciones que optan por la moderaci¨®n y las terceras v¨ªas, las que rehuyen las opiniones extremas, carecen de atractivo y no son escuchadas. Si entre Rajoy y Mas ha sido hasta ahora in¨²til el intento de negociar es porque la postura de uno ¡ªla Constituci¨®n no se toca¡ª y la del otro ¡ªla independencia es la ¨²nica v¨ªa¡ª son actos de fe, resistentes a la flexibilidad y a los matices. Cierto que Mas sigue prefiriendo hablar de autogobierno a utilizar el t¨¦rmino independencia, una postura sensata, pero que ¨¦l sabe que no cuenta con la complicidad ni de los partidos ni de las entidades sociales que le han acompa?ado en el proceso, por lo menos hasta ahora.
Cuando el debate es est¨¦ril es porque est¨¢ mal planteado, porque discurre desde "ismos" o dogmas intocables
De la imposibilidad de acercar posiciones a partir del di¨¢logo, que no es otra cosa que aportar razones a favor o en contra de una cuesti¨®n conflictiva (el t¨¦rmino catal¨¢n enraonar dar¨ªa perfecta cuenta de tal sentido), deriva el hecho de que la soluci¨®n democr¨¢tica tenga que ser la regla de la mayor¨ªa. Negociar se vuelve ins¨®lito cuando pocos pol¨ªticos son de verdad estadistas, personajes con visi¨®n de Estado y no con perspectivas de alcance corto. La regla de la mayor¨ªa como soluci¨®n a los conflictos es un fracaso de aquello m¨¢s espec¨ªficamente humano, que es la raz¨®n, el logos, el lenguaje. Cuando los acuerdos son imposibles porque nadie quiere hablar, lo que se impone es la cantidad, el n¨²mero de opiniones a favor o en contra de lo que se trata de decidir. Votar es renunciar al acuerdo.
Tocqueville, que fue uno de los grandes te¨®ricos de la democracia moderna, alert¨® de la paradoja que encierra la regla de la mayor¨ªa, una f¨®rmula por la que ¡°la opini¨®n com¨²n se convierte en una especie de religi¨®n cuyo profeta es la mayor¨ªa¡±. Es cierto que al confiar en la opini¨®n del mayor n¨²mero, se est¨¢ renunciando a dictados aristocr¨¢ticos. El supuesto de que la mayor¨ªa tiene raz¨®n radica en la creencia ilustrada de que el individuo es capaz de pensar por s¨ª mismo y de que lo que muchos piensan es m¨¢s susceptible de no ser err¨®neo que lo que piensan unos pocos. Ahora bien, ello no impide ¡ªy ah¨ª est¨¢ la paradoja¡ª que esa opini¨®n masiva, al manifestarse, acabe arrastrando toda traza de pensamiento aut¨®nomo y se imponga como un nuevo despotismo.
?Y cu¨¢l es esa mayor¨ªa prof¨¦tica? Hasta ahora, lo que el 9-N ha dejado claro es que la supuesta mayor¨ªa de catalanes que apoya la independencia no es tan mayor¨ªa como parec¨ªa. Muchos de los que no acudieron a la pseudoconsulta no son contrarios a la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum serio y de verdad, apuestan por una revisi¨®n del Estado auton¨®mico, pero se niegan a suscribir ciegamente las bondades de la secesi¨®n. Ahora bien, para celebrar un refer¨¦ndum en toda regla se requieren dos condiciones: pactarlo con el Estado y tener informaci¨®n suficiente para decidir con conocimiento. Ambos deber¨ªan ser los objetivos m¨¢s inmediatos.
Es un aliciente que en el panorama pol¨ªtico espa?ol y catal¨¢n se prevean cambios importantes con la irrupci¨®n de Podemos y Guanyem, cambios que romper¨ªan las hegemon¨ªas y las mayor¨ªas absolutas. Aunque la fragmentaci¨®n parlamentaria dificulte la gobernabilidad, puede ser buena para reorientar el debate hacia una reforma constitucional que permita el refer¨¦ndum. Sea como sea, hay que evitar lo que tem¨ªa Tocqueville y que el movimiento supuestamente mayoritario, s¨®lo porque hace m¨¢s ruido, acalle los intentos de discutir lo que queremos saber sobre el futuro Estado de bienestar, el desempleo, la precariedad, la corrupci¨®n, y tambi¨¦n la reforma territorial. Un refer¨¦ndum no merece tal denominaci¨®n si, adem¨¢s de ser legal, no va precedido de informaci¨®n abundante y diversa.
Vict¨°ria Camps es profesora em¨¦rita de la UAB.
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