El derecho a no decidir
La mayor¨ªa de los catalanes decidieron el 9-N no dejarse arrastrar a binarismos empobrecedores
A menudo resulta arriesgado dar una explicaci¨®n coherente a los comportamientos colectivos, porque las motivaciones de cada integrante de una comunidad pueden ser de lo m¨¢s diverso. El riesgo es a¨²n mayor cuando se trata de explicar los ¡°no comportamientos¡± como es el no responder a una pregunta.
A los ciudadanos de Catalu?a les hicieron el pasado 9 de noviembre no una, sino dos preguntas. Las dos terceras partes de ellos han decidido no contestarlas.
La interpretaci¨®n del sentido del silencio, que en el terreno pol¨ªtico se concreta en abstenci¨®n, es un campo abonado para las especulaciones interesadas. Hemos escuchado muchas veces a dirigentes de todo pelaje pol¨ªtico arrimar astutamente el ascua a su sardina, atribuy¨¦ndose victorias que solo ellos ven y valorando pro domo sua la circunspecci¨®n de los ciudadanos.
No deber¨ªa ser imposible que los dirigentes pol¨ªticos llegaran a arreglos para que ese Estatuto de 2006?recupere su integridad
Lo mismo sucede en esta ocasi¨®n, con los partidarios de la independencia celebrando lo que ya consideraban antes de conocer cualquier dato sobre el resultado de la consulta como un triunfo hist¨®rico, y con los inmovilistas se?alando que la pobre participaci¨®n es la evidencia de un fracaso rotundo que daban por sentado antes del 9-N.
Los hechos, sin embargo, son tozudos. Demuestran que la mayor¨ªa de los catalanes ejerci¨® aquel domingo el derecho a no decidir.
En los ¨²ltimos a?os se ha impuesto en el debate pol¨ªtico catal¨¢n un concepto pol¨ªtico indeterminado, el de ¡°derecho a decidir¡±, que ya se us¨® con todas sus ambig¨¹edades en el ¨¢mbito vasco. Las fuerzas pol¨ªticas independentistas vienen reclamando as¨ª en Catalu?a ese derecho a decidir: d¨¦jennos, nos dicen, escoger nuestro futuro en libertad; d¨¦jennos votar.
Esta reclamaci¨®n suena un tanto extra?a porque en Catalu?a se vota con alguna frecuencia y con total libertad. Se vota, eso s¨ª, dentro de un marco legal compuesto por una Constituci¨®n que los catalanes respaldaron en 1978 de manera muy mayoritaria y por un Estatuto de autonom¨ªa que no cont¨® con tanto respaldo, pero m¨¢s reciente.
Es sabido que el ¨²ltimo Estatuto, aprobado por el Parlamento de Catalu?a, por las Cortes espa?olas y por el pueblo catal¨¢n en refer¨¦ndum, sufri¨® algunos recortes a causa de un recurso interpuesto por el PP ante el Tribunal Constitucional. (Por cierto, ?alguien ha hecho un atisbo de autocr¨ªtica sobre esa iniciativa o sobre la recusaci¨®n del magistrado del alto tribunal Pablo P¨¦rez Tremps? ?Alguien cree que puede practicarse un anticatalanismo c¨ªnico sin coste? ?Alguien se ha preguntado alguna vez si es admisible el odio al rival que se vive en los estadios de f¨²tbol del Bar?a y del Madrid?)
Aunque parezca dif¨ªcil, no deber¨ªa ser imposible que los dirigentes pol¨ªticos llegaran a los arreglos institucionales pertinentes para que ese Estatuto de 2006, avalado por el respaldo de la mayor¨ªa de los catalanes (directamente) y del resto de los espa?oles (a trav¨¦s de sus representantes parlamentarios), recupere su integridad y entre en vigor sin cortapisas.
Mientras tanto, asistimos a maniobras est¨¦riles y peligrosas.
Desde hace a?os el debate identitario absorbe las energ¨ªas de la clase pol¨ªtica catalana. Los maximalismos van polarizando a la sociedad en torno a ideas vaporosas como dignidad, destino, historia o patria, mientras se administra poco y mal: mucha grandilocuencia y poca pol¨ªtica. El lenguaje adquiere tintes ret¨®ricos que ser¨ªan rid¨ªculos si no tuvieran un eco siniestro.
El 9-N confirm¨® lo ya sabido e hizo m¨¢s r¨ªgidas las posiciones enfrentadas, cuando no parece haber soluci¨®n posible que no pase por la flexibilidad y el reconocimiento y el respeto de la diversidad de cada parte y de su conjunto.
Uno de los personajes de la novela de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira afirma que habita cada persona una confederaci¨®n de almas: todos poseemos identidades complejas y superpuestas, y m¨¢s compleja a¨²n es la suma de los individuos que conforman cada comunidad. Por eso me parece l¨®gico que buena parte de los catalanes ejerza el derecho a no decidir, a no decantarse en binarismos empobrecedores.
Yo interpreto pro domo el mensaje del silencio, escuchando en esa abstenci¨®n mayoritaria de los catalanes cierto hartazgo y un llamamiento claro a los pol¨ªticos: por mucho que usen ustedes palabras altisonantes, en el fondo el asunto es demasiado serio para la ¨¦pica. As¨ª que hablen, negocien, resuelvan. Y, sobre todo, no nos metan en l¨ªos.
Marcos G¨®mez Mart¨ªnez es diplom¨¢tico en el Consulado General de Espa?a en Londres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.