?Encubrir tambi¨¦n es delito!

Eso afirman algunos de los religiosos granadinos indignados con la actitud del arzobispo Francisco Javier Mart¨ªnez, a quien corresponde este glorioso marcador: n¨²mero de miembros retirados por ¨¦l de las tareas religiosas, tres; n¨²mero de miembros citados por los tribunales de justicia 12, 10 de ellos religiosos y otros dos laicos.

Se autodenominan Club de los Romanones y viven varios d¨ªas a la semana juntos, en alguna de sus propiedades o, en otras que la Iglesia atesora en la provincia de Granada, alguna de las cuales proviene de donaciones particulares para que esta instituci¨®n religiosa atienda situaciones de pobreza o desamparo pero que ellos convirtieron en clubs privados para sus andanzas sexuales o su disfrute particular. Casi todos ellos son de educaci¨®n selecta, con grandes contactos en las escalas m¨¢s altas de la sociedad granadina. Uno de ellos pertenece, incluso, a la curia diocesana, el m¨¢ximo rango religioso de la Iglesia en la provincia.

Estas alas sociales son las que determinan que el arzobispo granadino, ante el propio denunciante, insistiera en la idea de que ¡°s¨®lo daba cr¨¦dito a la participaci¨®n de tres religiosos y que el resto pod¨ªa encontrarse en una situaci¨®n parecida a la del propio joven¡±, algo que humill¨® al denunciante y que lo decidi¨® a exponer ante los tribunales ordinarios el crimen cometido por todos ellos.

Pero merece la pena comprobar su recorrido. El denunciante tiene ahora 23 a?os y se ha atrevido, por primera vez, a revelar unos hechos que empezaron hace casi 10 a?os, lo que supone una d¨¦cada de silencio, de intentos de olvido, de asumir en solitario las violaciones de las que hab¨ªa sido v¨ªctima. Silencio total hasta que el nuevo Papa, de nombre espa?ol, le anim¨® a acudir a los tribunales y a romper el silencio impuesto por la propia iglesia.

En Espa?a ha sido excesivo el silencio respecto a los abusos sexuales cometidos por miembros de la comunidad eclesi¨¢stica. La propia Iglesia ha sido absolutamente h¨¢bil en ocultar, desviar y hacer callar los centenares o miles de casos que se han producido a cambio de unas actuaciones internas que siempre han sido insuficientes o completamente irrelevantes. Para la Iglesia espa?ola, la autoridad civil en materia de abusos sexuales, ha sido siempre inexistente. Las jerarqu¨ªas locales, con alguna excepci¨®n, han laminado la posibilidad de que sus miembros sean castigados por estos cr¨ªmenes. En algunos casos, los violadores de ni?os han sido reconvenidos o censurados; en otras, ni siquiera eso, han cerrado los ojos ante esta ¡°debilidad humana¡± dif¨ªcil de evitar, en su opini¨®n.

En Espa?a y, especialmente en Andaluc¨ªa, hay muy pocas denuncias vivas que afecten a la comunidad eclesi¨¢stica. El miedo a esta gran instituci¨®n y a su poder de persuasi¨®n o de disuasi¨®n, parecen ser la causa. Pero este tiempo parece haberse cerrado por parte incluso de su m¨¢xima autoridad, el papa Francisco. Por eso, ser¨ªa hoy muy conveniente que todas las personas afectadas por estos delitos los denuncien sin reparos ante las autoridades civiles. S¨®lo de esta forma se conseguir¨¢ limpiar esta instituci¨®n y librarla de su oscuro pasado en este tema tan repugnante. Y, sobre todo, no dejar solos a quienes, tras muchos a?os de silencio, se han atrevido a levantar la voz.

@conchacaballer