Rajoy es el tap¨®n
No estamos ante una quiebra pol¨ªtica como la del franquismo en 1977, pero cualificadas voces hablan de crisis de r¨¦gimen y final de ciclo
El miedo guarda la vi?a dice el refr¨¢n y quiz¨¢ sea cierto para las cosas de la agricultura, pero no es nada seguro que este consejo valga ahora mismo para la Constituci¨®n Espa?ola de 1978. El presidente Mariano Rajoy teme que la inestabilidad pol¨ªtica se adue?e del futuro de Espa?a si se emprende la reforma de la Constituci¨®n que algunas fuerzas pol¨ªticas reclaman desde hace a?os y ha anunciado solemnemente que ¨¦l y su partido la rechazan. Pero se equivoca.
La derecha espa?ola acept¨® a rega?adientes convertir en constituyentes las Cortes surgidas de las elecciones de 1977, pero ahora considera que el gran pacto constitucional refrendado el 6 de diciembre de 1978 es el mejor de los instrumentos para defender sus intereses. Esto es algo de lo que todos los ciudadanos espa?oles tienen que congratularse, pues la experiencia del siglo XX ense?a que cuando la derecha no se ha encontrado c¨®moda en el r¨¦gimen pol¨ªtico ha preferido la dictadura.
En 1977 suced¨ªa que dotar a Espa?a de una constituci¨®n democr¨¢tica era la ¨²nica forma de salir de la dictadura y, muerto el dictador, esta es la raz¨®n por la que el conservadurismo espa?ol acept¨® entrar en el debate constitucional. La alternativa era, simplemente, la ausencia de democracia, la represi¨®n del movimiento obrero, de la agitaci¨®n en las universidades, de las reclamaciones de autogobierno en Catalu?a y Euskadi y la continuidad del aislamiento internacional.
La situaci¨®n alcanzada tras 36 a?os de democracia es tan distinta que no merece comparaci¨®n. El r¨¦gimen de libertades est¨¢ consolidado y ha dado enormes frutos. Pero el conservadurismo es el conservadurismo y as¨ª como antes de las elecciones de 1977 se resist¨ªa a darles el car¨¢cter de constituyentes, ahora el PP se resiste tambi¨¦n a lo que teme como la apertura de una caja de la que no sabe qu¨¦ va a salir. Porque, como en la d¨¦cada de 1970, tambi¨¦n ahora la calle hierve, la corrupci¨®n campa, el malestar pol¨ªtico se extiende, Catalu?a se revuelve.
Lo cierto es que, en algunos aspectos, s¨ª volvemos a estar como antes de las elecciones de 1977. No estamos ante una quiebra pol¨ªtica como la de la dictadura franquista en 1977, pero son numerosas y muy cualificadas las voces que hablan de una crisis de r¨¦gimen, de final de ciclo. Es justamente por esto que, como en 1977, todas las fuerzas pol¨ªticas menos el PP de Mariano Rajoy creen que ahora conviene abordar la reforma o, en algunos casos, incluso abrir directamente un nuevo proceso constituyente.
Lo quieren el PSOE, Izquierda Unida, Podemos, la UPyD de Rosa D¨ªez y es lo que en realidad est¨¢ ya comenzando a suceder en Catalu?a cuando los dos partidos de la actual mayor¨ªa de gobierno en el parlamento aut¨®nomo, Converg¨¨ncia i Uni¨® y Esquerra Republicana, debaten en p¨²blico sus respectivos proyectos para crear un Estado catal¨¢n, para sustituir el marco constitucional espa?ol por otro catal¨¢n.
La mayor¨ªa absoluta de que dispone el partido de Rajoy en las Cortes le permite frenar las propuestas para la reforma de la Constituci¨®n, ignorar sus argumentos para llevarla a cabo e incluso hacer ver que la v¨ªa de hecho que pugna por abrirse paso en Catalu?a ser¨¢ controlable, precisamente, gracias a lo que el presidente presenta como su firme voluntad de aplicar la Constituci¨®n. En ¨²ltima instancia, esa firmeza de la que Rajoy hace gala es una amenaza de recurrir a medidas de excepci¨®n que, en la pr¨¢ctica, ser¨ªan el reconocimiento de la crisis constitucional que de momento se niega a admitir.
Lo que est¨¢ sucediendo con la Constituci¨®n de 1978 es un caso de apropiaci¨®n por parte de una fuerza pol¨ªtica, que ha encontrado la manera de convertirla en su instrumento particular y le parece el mejor posible para garantizar su hegemon¨ªa. Incluso ha logrado constitucionalizar expresamente la prioridad de los intereses financieros sobre los sociales, aunque cabe recordar que en este punto lo ha hecho en complicidad con el PSOE.
Al mismo tiempo, el PP de Rajoy est¨¢ procediendo sistem¨¢ticamente al vaciado del contenido pol¨ªtico de la autonom¨ªa regional, al que pretende reducir a la condici¨®n de mera administraci¨®n perif¨¦rica prestadora de servicios. Las tres d¨¦cadas largas de desarrollo institucional de la Constituci¨®n ha convertido un sistema inicialmente concebido como multipartidista en un duopolio formado por dos partidos que en la pr¨¢ctica act¨²an como sus ¨²nicos propietarios y generan, en consecuencia, una creciente desafecci¨®n entre quienes no se identifican con alguno de ellos. Que, a estas alturas, est¨¢ claro que son la mayor¨ªa de los ciudadanos.
La Constituci¨®n ha cumplido otro a?o, con suficiente salud como para garantizar algunas cosas que antes de ella no lo estaban. Por ejemplo, la libertad de opini¨®n, expresi¨®n y acci¨®n pol¨ªtica que ahora permite a los ciudadanos sostener ideas y proyectos tan distintos a la propia Constituci¨®n como para exigir su reforma o sustituci¨®n. Pero se est¨¢ acumulando mucho descontento pol¨ªtico y, sin reforma, la Constituci¨®n es una botella que no podr¨¢ contenerlo. Rajoy es el tap¨®n y nadie sabe cuando saltar¨¢, pero cada d¨ªa falta un d¨ªa menos.
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