Entre los celos y la envidia
Mas y Junqueras, enzarzados en una batalla de egos, parecen haber cedido a los sentimientos m¨¢s bajos
A veces, los celos y la envidia tienden a confundirse. Con arreglo a una definici¨®n extendida y algo vaga, la envidia es el deseo por aquello que no poseemos y los celos son el miedo a perder aquello que poseemos. La definici¨®n contiene algunas zonas de penumbra, pero quiz¨¢s es suficiente para intentar explicar qu¨¦ posibles relaciones psicol¨®gicas se han venido dando entre Mas y Junqueras en los meses precedentes a ese acuerdo que, una vez m¨¢s, parece una instancia perfecta de la t¨¢ctica, no muy elegante aunque no siempre improductiva a corto plazo, del patad¨®n para adelante.
El sentimiento que parece desarrollar Mas hacia Junqueras es el de los celos: no quiere perder el poder a manos de este ¨²ltimo. El poder, en este contexto, es, desde luego, la Presidencia de la Generalitat, pero tambi¨¦n un poder simb¨®lico: el de timonel del cacareado proc¨¦s, ese ente cuasi metaf¨ªsico que va camino de convertirse, por tiempo y por ambici¨®n, en uno de los planes quinquenales sovi¨¦ticos; s¨®lo que se trata de un plan en el que no hay nada planificado y todo va resolvi¨¦ndose ¡ªes un decir¡ª de un d¨ªa para otro.
Lo dijo hace unas semanas Forcadell: la figura m¨¢s relevante es la del President Mas. El poder formal y el poder simb¨®lico lo ostenta Mas, y cuando Junqueras se acerca al poder, ya sea por v¨ªa de las encuestas o por v¨ªa del lugar emblem¨¢tico que ocupa en el imaginario independentista, Mas, como Otelo, se pone celoso.
Junqueras, en cambio, parece sentir envidia por Mas. Quiere aquello que no tiene, quiere el poder de ser presidente de la Generalitat. Se trata, tal vez, de un deseo instrumental; su fin ¨²ltimo no es necesariamente el poder en s¨ª mismo ¡ªaunque una conclusi¨®n taxativa en este sentido ser¨ªa, creo, apresurada¡ª, sino alcanzar el poder para, ¨¦l s¨ª, declarar la independencia ipso facto. Junqueras envidia a Mas por lo que este ¨²ltimo es capaz de hacer y no hace.
Lo curioso del caso es que esta misma relaci¨®n puede explicarse en t¨¦rminos invertidos. Junqueras est¨¢ celoso de Mas porque todos presumen que ¨¦l tiene lo que Mas le envidia: credibilidad. Casi todo el mundo cree que Junqueras va en serio, que su objetivo ¨²ltimo es la independencia.
Esto no ocurre con Mas. A pesar de todo lo que ha hecho, no obstante sus acciones a favor del proc¨¦s, siempre queda un suspiro de duda, a veces insinuada incluso por el propio Junqueras: ?y si a Mas lo ¨²nico que le interesa en realidad es sobrevivir en el poder? ?Y si, como casi siempre ha hecho Converg¨¨ncia, pone los intereses de partido por delante de los del pa¨ªs? Junqueras est¨¢ celoso de Mas porque teme perder aquello que, quiz¨¢s hasta el 9 de noviembre, hab¨ªa atesorado casi en exclusiva: la credibilidad. Al mismo tiempo, esto es lo que envidia Mas de Junqueras.
Del mismo modo que Otelo est¨¢ celoso de Desd¨¦mona y Yago tiene envidia de Otelo, Mas y Junqueras parecen haber cedido a los sentimientos m¨¢s bajos para representar a sus representados. Quiz¨¢s no hay forma de que en la pol¨ªtica no se den estos juegos shakespeareanos, quiz¨¢s la envidia y los celos son elementos de los que la pol¨ªtica no puede desprenderse porque son cong¨¦nitos a la misma. Pero esto no quiere decir que deban ser parte central y casi ¨²nica de la pol¨ªtica; llevamos meses, a?os, en que toda o casi toda la actividad pol¨ªtica del pa¨ªs depende de los egos de estos dos se?ores, pues eso son en ¨²ltima instancia los celos y la envidia, una batalla de egos.
Y, a todo esto, ?qu¨¦ dice Rajoy? No s¨®lo no mueve ficha en ning¨²n sentido, sino que adem¨¢s intenta hacer creer que su posici¨®n, y el enquistamiento del problema territorial, no tiene que ver con nada que est¨¦ en sus manos. D¨ªa tras d¨ªa, mes tras mes, Rajoy se encuentra con una situaci¨®n con la que no puede estar contento y de la que ¨¦l es parte constitutiva.
Su actitud es tan irracional como la del alba?il de un conocido chiste del gran Eugenio: el ¡°saben aquell que diu que en una obra llega la hora de comer paran los alba?iles, empiezan a abrir las fiambreras y los bocadillos y uno de ellos abre el bocadillo y dice me cagun' cony: otra vez tortilla de patata'. Coge el bocadillo y lo tira. Al d¨ªa siguiente, suena la sirena, hora de comer, el tiu desembolica el bocadillo y diu 'ostres t¨²: otra vez tortilla de patata'. Coge el bocadillo y lo tira. Al tercer d¨ªa la misma operaci¨®n, el t¨ªo abre el bocadillo y diu: ¡®ostras t¨², otra vez tortilla de patata¡¯. Coge el bocadillo y lo tira. Al cuarto d¨ªa el t¨ªo coge el bocadillo y sin abrirlo lo tira. Y le dice un compa?ero: '?C¨®mo lo tiras sin saber lo que hay dentro?' '?No lo voy a saber si me los preparo yo, cony!¡¯¡±
Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filos¨®ficas de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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