En cola para ser l¨ªder
El l¨ªder, hoy en d¨ªa, es el rey de la simulaci¨®n. Quienes quieren repetir despliegan seducci¨®n
Podemos no tener l¨ªderes, pero sobran aspirantes. El invento precipitado que mete a todos en el saco de la casta al fin oculta a quienes han logrado desprestigiarse a fondo por medios propios. Qu¨¦ se le va a hacer. El signo de los tiempos marca el inicio del desfile de aspirantes a l¨ªderes pol¨ªticos. Hay cola. Una cola que se incrementa hasta la estratosfera cuando persisten aquellos que se agarran al sill¨®n, como antes se dec¨ªa. Para ser tenido como l¨ªder hay que serlo en plaza fuerte: los l¨ªderes no salen de plazas muy peque?as ¡ªlo siento¡ª sino que llegan al para¨ªso del liderazgo encaram¨¢ndose por esas aglomeraciones urbanas de trepadores donde aprender¨¢n hasta parecer naturales sin serlo.
El l¨ªder, hoy en d¨ªa, es el rey de la simulaci¨®n. Es norma universal y los que muestran un arte sobrenatural en el empe?o son los idolatrados futbolistas. Desde el peinado, la ropa, los calzoncillos y las familias, todo en ellos es una carrera que lleva a consagrarles como seres ungidos, portadores de todas las modas: las visibles y las invisibles. El peinado de Messi, Neymar o Cristiano, tan remilgados los tres pese a su voluntad de frescura y naturalidad, es mucho menos importante que las ideas ¡ªdisculpad la expresi¨®n¡ª que transmiten. ?Pelo de punta? Ideas en punta (o sea, lo peor), puro contagio. No hace falta ir muy lejos para comprobarlo.
El liderazgo requiere puesta en escena como marco de ese look inolvidable: ambos reclaman del consumidor identificaci¨®n y entrega. A cambio, el l¨ªder arrastra al ¨¦xtasis y a la acci¨®n a trav¨¦s de la emoci¨®n. Todo ello puede producirse hoy sin otro objetivo que el de pasar el rato; o sea, ya es pura rutina. El f¨²tbol, recept¨¢culo perfecto de tanto tiempo muerto, crea escuela en la cultura que rodea los viveros de l¨ªderes. ?No han percibido c¨®mo el lenguaje pol¨ªtico trata de emular las retransmisiones deportivas? Hasta el lenguaje de los meteor¨®logos (?efectivamente!) intenta recoger ese hilo futbolero de emoci¨®n forzada y conmover al telespectador, (por ejemplo, las noticias de la tarde en la Sexta) como si el fr¨ªo, la lluvia (?oh, la lluvia, qu¨¦ miedo!) o el mal tiempo fueran un implacable rival decidido a doblegar a los ciudadanos mejor abrigados y ganarles la partida.
Porque de eso se trata: de ganar el partido. De entender la vida como competici¨®n y en eso los futbolistas son unos hachas: no solo compiten a base de bien sino que as¨ª se han hecho millonarios. Entronizados como los grandes h¨¦roes de nuestro tiempo, a estos muchachos que todo lo que tocan se convierte en negocio se les perdona todo y se les coloca como una de las claves culturales que define la mediocre sopa cultural del presente.
El p¨²blico se ha acostumbrado al frikismo hasta el punto de encontrar todas las cualidades a tipos exc¨¦ntricos, raros y hasta enloquecidos
Pues bien, no es raro que esa mayor¨ªa de aspirantes a l¨ªder pol¨ªtico en este pa¨ªs tenga este contexto como referencia primordial en su carrera al liderazgo. No es menos cierto que de esa cola de aspirantes deber¨ªa salir una renovaci¨®n de la siempre presente Parada de los monstruos (Freaks, 1932), esa peculiar lista con la que nadie quiere identificarse pero con la que el elector dialoga sin contemplaciones cuando se trata de votar. El p¨²blico se ha acostumbrado al frikismo hasta el punto de encontrar todas las cualidades a tipos exc¨¦ntricos, raros y hasta enloquecidos. Del zool¨®gico electoral esta parte freak no ser¨¢ la menos interesante.
La gente observa con curiosidad la cola de aspirantes. Hay mucha prevenci¨®n, con toda l¨®gica, no han jugado limpio muchos de los que dijeron hacerlo todo por nosotros. Quienes quieren repetir despliegan seducci¨®n y la gente habla, hay curiosidad. Capto el comentario de un importante poeta y un reconocido escritor (me piden que no de sus nombres) sobre dos de los repetidores m¨¢s insignes. Dice el poeta que ¡°Artur M¨¢s ha pasado de un look postkenediano a otro pregangsteril¡± y el escritor insiste en ver a ¡°Oriol Junqueras como el oso Yogui, con su confianza en s¨ª mismo a prueba de bombas, empe?ado en ocultar su rotundidad con una americana imposible de abrochar¡±.
La cosa se complica cuando con tales im¨¢genes en la cabeza, se pregunta si es legal que las nuevas estructuras de Estado se paguen antes de conocer si va a haber Estado o no. El tema se deja antes de que alguien asegure que es leg¨ªtimo (no dir¨¢ que no sea legal, claro), pero despu¨¦s de constatar un consenso ejemplar sobre la influencia del cine en el aspecto de los l¨ªderes y en c¨®mo ese aspecto ya anticipa su forma de actuar. Est¨¢ claro que los pol¨ªticos (como los ciudadanos) ven cine y de ¨¦l aprenden a comportarse. Qu¨¦ peligro. Hay un recuerdo a Ronald Reagan, el desregulador: somos hijos de todo aquello. Y nadie lo vio venir.
La gran parada est¨¢ a la vista, abrid bien los ojos. Hay que mirar m¨¢s all¨¢ de lo que se ve. En estas elecciones cederemos nuestra representaci¨®n. Estar¨ªa bien no equivocarse, por una vez. Y recordar la met¨¢fora cl¨¢sica de ¡°Qu¨¦ buen vasallo si hubiese buen se?or!¡± Desde el cantar del M¨ªo Cid hasta hoy, ese es el reto.
Margarita Rivi¨¨re es periodista y escritora
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