La Revoluci¨®n de las Humanidades
Con la educaci¨®n human¨ªstica apuntalamos valores civiles que nos ayudan a desafiar problemas globales como la xenofobia, el racismo, la sostenibilidad medioambiental o la crisis econ¨®mica
En las ¨²ltimas dos d¨¦cadas la sociedad ha vivido un proceso de alfabetizaci¨®n digital que ha afectado directamente a las metodolog¨ªas de ense?anza de nuestro sistema educativo. Las nuevas tecnolog¨ªas han tomado un protagonismo, por otra parte justificado, que en alguna medida han relegado a un segundo plano la esencia de la formaci¨®n humana vinculada a las humanidades. Adem¨¢s, una ardiente fiebre capitalista azuzada por un sistema financiero de mercado, que ha perseguido con denuedo la rentabilidad econ¨®mica en la mayor brevedad de tiempo, ha cuestionado la eficacia de una educaci¨®n human¨ªstica.
La crisis mundial que iniciamos en 2008 hizo saltar todas las alarmas ya que puso al descubierto un perfil profesional alejado de los principios b¨¢sicos que una sociedad basada en el bien com¨²n requiere. Quiz¨¢, tal como afirma Martha Nussbaum en su imprescindible libro El cultivo de la humanidad, una educaci¨®n que tenga sus ra¨ªces en la riqueza cultural, cr¨ªtica, emocional y creativa no ofrezca resultados inmediatos mercantiles, pero sirve para constituir personas s¨®lidas que frag¨¹en una sociedad global democr¨¢tica basada en el respeto, la integraci¨®n social y la igualdad de derechos. De este modo, desde los centros docentes y desde los entornos familiares debemos ser conscientes de que la verdadera revoluci¨®n del siglo XXI no ser¨¢ completa si la ciencia y la tecnolog¨ªa no se apoyan en el conocimiento de las humanidades.
La ciencia encadenada a la ¨¦tica o la computaci¨®n inform¨¢tica sujeta a la creatividad art¨ªstica ofrecen un futuro interdisciplinar entre ciencias y humanidades que debemos fomentar desde los planes de estudios infantiles. De hecho, actualmente, hay se?ales que nos permiten ser optimistas ante el hecho de que esta forma de entender el mundo avanza considerablemente. La rentabilidad de las corporaciones m¨¢s exitosas est¨¢ relacionada cada vez m¨¢s con la creatividad, el debate, el an¨¢lisis cr¨ªtico, la responsabilidad social y la diplomacia corporativa. Capacidades que se impulsan precisamente con una educaci¨®n human¨ªstica que se asienta en la filosof¨ªa, en la literatura y en las artes.
El pensamiento cr¨ªtico y la capacidad de imaginaci¨®n se est¨¢n convirtiendo, por tanto, en pilares cardinales de una nueva cultura empresarial. As¨ª bien, parece que una formaci¨®n educativa basada en la cultura cl¨¢sica, aplicada a la realidad y al contexto contempor¨¢neo, puede tener unas salidas laborales nada desde?ables en escenarios tan ic¨®nicos como los que nos llegan de Silicon Valley. Pero, lo que a mi juicio es todav¨ªa m¨¢s importante, es que en la sociedad se instala un nuevo actor, un nuevo individuo libre de codicia, de esp¨ªritu honesto y fraternal que se aleja del terrible fanatismo, de las doctrinas ideol¨®gicas m¨¢s sesgadas y de un apetito materialista que resulta una carga muy da?ina para la evoluci¨®n de nuestra sociedad.
Tenemos que evitar que nuestros j¨®venes solo reciban est¨ªmulos superficiales, sin profundidad. Anunciarles los peligros que conlleva surfear por la sociedad sin sumergirse en ella, a golpe de clic, sin comprometerse con su presente y sin aprovisionarse de la historia reciente. Porque el futuro se consigue con el alimento del pasado. A mi entender, con las humanidades apuntalamos una serie de valores civiles que nos ayudan a desafiar, desde un punto de vista ¨¦tico y una sensibilidad moral, problemas globales como la xenofobia, el racismo, la sostenibilidad medioambiental o la crisis econ¨®mica. Por eso en el d¨ªa escolar de la no violencia y la paz debemos volver la vista atr¨¢s y recordar a figuras fundamentales de nuestra historia reciente como Mahatma Gandhi, asesinado un d¨ªa como hoy hace sesenta y siete a?os, o Martin Luther King y otros humanistas que dejaron un mensaje pacifista en la sociedad que no debemos olvidar. Sin duda, educar a nuestros hijos mediante estos modelos culturales y sociales puede ser el principio para iniciar un camino sostenible fundado en el di¨¢logo y el respeto mutuo.
Amparo Gil es directora de Caxton College
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