Fabi¨¢n no muri¨® de muerte natural
Una investigaci¨®n aclara el presunto homicidio de un joven de 20 a?os a manos de otro de 19 en Vallecas. La polic¨ªa afirma que los vecinos lo sab¨ªan pero callaron
La ciudad est¨¢ llena de silencios. Lagunas que permanecen calmas en medio del tumulto diario. La vida sigue. Nadie vio nada. Nadie oy¨® nada. Debajo, en el fondo de esas aguas, en la intimidad del barrio, el fango adopta la forma de susurros y rumores. Palabras dichas en voz baja. En las cocinas de las casas de la calle del Angelillo, en las peque?as estancias de ese vecindario de bloques de ladrillo visto en Vallecas. Todos se conocen, todos los sab¨ªan: ¡°A Fabi¨¢n le mataron, no muri¨® de muerte natural¡±.
Sucedi¨® el pasado 16 de noviembre, pero la polic¨ªa no lo aclar¨® hasta el 7 de enero. Para entonces el fango hab¨ªa llegado a la superficie y las aguas ya eran turbias. Este es un relato de barrio madrile?o construido con cementos de periferia, acostumbrado a eso de que ¡°los trapos sucios se lavan en casa¡± ¡ªo no se lavan¡ª. Una historia de muerte en los m¨¢rgenes, siempre huidizos, de la urbe.
Ten¨ªa los labios morados, pero estaba caliente, hab¨ªa llorado
Aquel domingo Fabi¨¢n Dario Cueva Valarezo, de 20 a?os, hab¨ªa estado cuidando de su hermano peque?o por la ma?ana y hab¨ªa comido en casa. Despu¨¦s se recost¨® en el sof¨¢ sobre las piernas de Margori, su madre, una mujer ecuatoriana de 43 a?os, licenciada como maestra en Ecuador y que, tras traer al mundo a su primer hijo, busc¨® fortuna en Espa?a. Hoy trabaja de ayudante en el comedor del colegio vallecano Nuestra Se?ora de Loreto, donde Fabi¨¢n estudi¨® hasta tercero de la ESO y donde lo hace ahora su segundo hijo, Aitor, de nueve a?os, fruto de un segundo matrimonio. Todo transcurr¨ªa con normalidad y con los problemas propios de la vida: un divorcio en curso, una hipoteca que lleva meses sin pagarse¡ ¡°Encontraremos el modo, no te preocupes¡±, le dijo Fabi¨¢n a su madre mientras chateaba en el Whatsapp con su novia y con sus amigos. A eso de las 17.00 qued¨® con ellos y sali¨® a dar una vuelta. ¡°Quince o 20 minutos m¨¢s tarde¡± ¡ªrecuerda Margori¡ª extra?amente estaba ya de vuelta.
¡ª?Has olvidado algo, hijo? ¡ªpregunt¨® ella.
¡ªNo, mis amigos quieren ir a entrenar, pero yo estoy cansado. Me voy a acostar a dormir un rato ¡ªrespondi¨® el chaval, pasando de largo y meti¨¦ndose en su habitaci¨®n.
Nunca volvi¨® a despertarse.
A eso de las 20.30 Aitor fue a avisarle para la cena. Se encaram¨® a la litera, a pesar de que sab¨ªa que a su hermano mayor no le gustaba que lo hiciera y, al ver que no reaccionaba, le retir¨® el edred¨®n. Pens¨® que le estaba gastando una broma, pero llam¨® a Margori. Ella pens¨® lo mismo, hasta que subi¨® y gir¨® el cuerpo de su hijo, muerto.
El informe del m¨¦dico forense se?alaba: ¡°Contusi¨®n occipital¡±
¡°Ten¨ªa los labios morados, pero estaba caliente, hab¨ªa llorado, su almohada estaba empapada en l¨¢grimas, pero ni una gota de sangre, nada extra?o¡±, cuenta inmersa en la conmoci¨®n.
La histeria se apoder¨® de esa madre desesperada, incapaz de asumir lo que ve¨ªan sus ojos. Llam¨® a su vecina. Y ¨¦sta a su marido. Y ¨¦ste al Samur. Llegaron los servicios de emergencias: ¡°Lo siento se?ora, su hijo lleva aproximadamente una hora muerto¡±. Le preguntaron si hab¨ªa alg¨²n antecedente de cardiopat¨ªa en la familia. No lo hab¨ªa. Luego esperaron a que el m¨¦dico forense autorizara el levantamiento del cad¨¢ver. Al d¨ªa siguiente, una vez realizada la autopsia de oficio ¡ªporque el sanitario de emergencias no firm¨® una muerte natural¡ª, Fabi¨¢n fue incinerado. Todos, incluida su madre, le despidieron creyendo que hab¨ªa muerto ¡°de un ataque al coraz¨®n¡±.
¡°Pero mi Fabi era deportista, se estaba preparando para ser entrenador personal, hac¨ªa Parkour ¡ªrecorrido de saltos callejeros de riesgo¡ª, estaba muy ¨¢gil¡¡±. Pasaban los d¨ªas, las semanas. Y el eco de esas palabras pronunciadas en voz baja en las cocinas del vecindario traspasaba los ladrillos.
Las preguntas de la polic¨ªa removieron el fango: ¡°Le dieron una paliza¡±
Unos polic¨ªas ¡°de paisano¡± se presentaron en la casa y le hablaron del ¡°golpe que llevaba el ni?o en la cabeza¡±. D¨ªas m¨¢s tarde, Margori se plant¨® en el juzgado para pedir el informe de la autopsia de su hijo. Pens¨® que le dar¨ªan un sobre y que ella lo abrir¨ªa en casa, acompa?ada de su vecina. Sin embargo, el secretario judicial le pregunt¨® por qu¨¦ no se hab¨ªa presentado para declarar el d¨ªa anterior. Ella no entend¨ªa nada: ¡°?Por qu¨¦ deb¨ªa hacerlo? Nadie me llam¨®¡±, respondi¨®. As¨ª fue como se enter¨® de que el caso de su hijo se estaba investigando como un homicidio.
El informe forense se?alaba ¡°una contusi¨®n occipital con sangrado¡± y la juez del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 46 apelaba a las indagaciones policiales porque de la autopsia cab¨ªa ¡°entender que la contusi¨®n hab¨ªa contribuido de forma directa a la muerte de Fabi¨¢n¡±.
El 7 de enero dos agentes vallecanos se presentaron en la peluquer¨ªa de la madre de ?. S. y se lo llevaron detenido: 1,90 de estatura y 19 a?os, el vecino del portal de enfrente, el que ¡°le llamaba negro de mierda¡± ¡ªrecuerdan amigos de Fabi¨¢n¡ª, el que ¡°un d¨ªa le apunt¨® con un puntero l¨¢ser desde la ventana y le inst¨® a subir a su casa¡± ¡ªseg¨²n declaraciones de testigos¡ª, con el que ¡°en una ocasi¨®n Fabi¨¢n se peg¨® unas tortas para defender el nombre de su madre¡± ¡ªrecuerda Margori.
El presunto culpable, detenido, reconoci¨® haber pegado a la v¨ªctima
Las preguntas de los polic¨ªas, puerta a puerta, removieron el fango: ¡°Le dieron una paliza¡±, ¡°dicen que alguien le peg¨®¡±. Hasta que llegaron a un testigo ¡ª¡°protegido¡±¡ª de los hechos. Un chico que pasaba por all¨ª con su moto y que en la actualidad ¡°se encuentra en prisi¨®n por complicidad en otro delito¡±. Fue ¨¦l quien vio la agresi¨®n: ¡°Le pisote¨® la cabeza en el suelo¡±, declar¨®. Fue ¨¦l quien llev¨® a Fabi¨¢n hasta su casa, a escasas manzanas. Quien le sugiri¨® que fuese al m¨¦dico. Quien lo dej¨® all¨ª malherido, antes de que entrase por la puerta y se fuese directamente a su habitaci¨®n.
?. S, ¡°nervioso¡± cuando acudi¨® a comisar¨ªa, no quiso declarar. Su madre termin¨® por bajar a hablar con los vecinos del bloque: ¡°Ser¨ªa un accidente, un mal golpe, dicen que fue un ataque al coraz¨®n¡¡±, cuentan que les dijo. Hoy ?. S. ¡ª¡°que reconoci¨® ante el juez haber pegado a Fabi¨¢n pero asegur¨® que le dieron convulsiones porque se dio con un bordillo¡±¡ª sigue paseando por el vecindario, aunque ¡ªaseguran¡ª ¡°baja la mirada¡± en los encuentros fortuitos. Est¨¢ a la espera de juicio por un presunto ¡°homicidio imprudente¡± del que nadie habl¨® ¡°por miedo¡±, por la omert¨¤ del barrio.
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