Las grandes expectativas de Mas
Una parte significativa de quienes han engrosado las manifestaciones de los 11-S puede acabar votando las candidaturas vinculadas a Podemos
Es como si una creciente parte del electorado catal¨¢n se diese cuenta de que, efectivamente, el parapente independentista de Artur Mas no fue m¨¢s que una forma de camuflar el descontento social que estaban generando los recortes sociales por parte de la Generalitat. Pero antes de que CiU bajase tanto en las encuestas, el Artur Mas que reuni¨® a los representantes de su sociedad civil para decirles que si era necesario para Catalu?a ¨¦l no iba a ser cabeza de lista, hab¨ªa pasado por el apuro de un presidente auton¨®mico que tiene que ir en helic¨®ptero al Parlament de Catalunya, asediado por los manifestantes. En el intermedio, hab¨ªa echado mano de la ret¨®rica de que Espa?a nos roba, que no nos quieren, no nos dejan votar o que uno puede irse de Espa?a y permanecer en la Uni¨®n Europea.
La pregunta pronto va a ser: ?fue todo conveniencia de poder, af¨¢n de sobrevivir o existi¨® alguna voluntad institucional concebida para el conjunto de la sociedad catalana? Y as¨ª las adhesiones emocionales, como ocurre tantas veces, han ido dejando paso a otras cosas. Ahora estamos a la espera de las elecciones auton¨®micas en setiembre aunque es de una cierta imprudencia dar por sentado que se har¨¢n. ?C¨®mo saldr¨¢ Mas del callej¨®n sin salida? En Converg¨¨ncia -¡ªpor no hablar de Uni¨®¡ª hay quien ve a Artur Mas como un obst¨¢culo para seguir existiendo como partido incluso en el caso de conseguir inmunizarse del hundimiento judicial de la dinast¨ªa Pujol. Fagocitados en parte por ERC y, por otra parte, con sus electores de siempre en el pleno desconcierto, nadie puede asegurar que los votos convergentes no se dispersen de la forma m¨¢s impensable.
La entelequia de las estructuras propias de Estado es el pen¨²ltimo fracaso de una fuga hacia adelante cuya calidad conceptual ha sido muy quebradiza y con apoyos medi¨¢ticos que han dispuesto de m¨¢s margen para la insistencia que para la solidez argumentativa. No puede descartarse un repunte secesionista, pero en privado los estrategas de la ruptura reconocen que no saben donde est¨¢n ni mucho menos donde van a estar. Por ahora, el hilo argumental es inconsistente y posiblemente cada vez tendr¨¢n m¨¢s peso factores como la lenta recuperaci¨®n econ¨®mica, el bajo precio del petr¨®leo o la mera fatiga que provocan las movilizaciones de raz¨®n y sentimientos tan heterog¨¦neos.
Las grandes expectativas basadas en el emocionalismo y la frustraci¨®n generada por la crisis econ¨®mica de 2008 ya no son las mismas para Artur Mas. Adem¨¢s de poner a la sociedad catalana en situaci¨®n embarazosa, internacionalmente cada vez m¨¢s aislada y con incertidumbres econ¨®micas a?adidas, Mas ha hecho un da?o tan irreparable al catalanismo hist¨®rico que es pr¨¢cticamente imposible prever lo que venga despu¨¦s. Tal vez una variaci¨®n sustancial en el statu quo, una inestabilidad cr¨®nica y desafecci¨®n de sectores frustrados, adem¨¢s del riesgo grotesco que representa la pervivencia como cuota de toda una trama de opinantes soberanistas que han logrado la proeza de equivocarse en todo.
Los estrategas de la ruptura reconocen que no saben donde est¨¢n ni mucho menos donde van a estar
Son muchos los malogros pol¨ªticos de Artur Mas. Por ejemplo: ha fortalecido la emergencia de Ciutadans, hoy pujante en buena parte de Espa?a. Es significativo que lo que comenz¨® como un movimiento ciudadano de oposici¨®n al nacionalismo de exclusi¨®n hoy est¨¦ ocupando posiciones tan aventajadas en el ranquin demosc¨®pico y perfil¨¢ndose como de inter¨¦s para el electorado espa?ol. Sumado al desgaste del PP y la incomodidad de un voto socialista no nacionalista, Mas ha dado pie al crecimiento de Cs, aunque esa iniciativa pol¨ªtica haya sido tan ninguneada como lo son quienes disienten del dogma nacionalista. En fin, la procacidad de un pensamiento soberanista tan inane ha llegado a comparar a Albert Rivera con Jos¨¦ Antonio, fundador de La Falange.
Artur Mas no es el ¨²nico que no contempl¨® ¡ªcasi nadie lo hizo¡ª la posibilidad de un movimiento de tan r¨¢pida aparici¨®n como Podemos, pero tal vez ser¨¢ el que primero pague su falta. Qui¨¦n sabe que estramb¨®ticas alianzas ser¨¢n necesarias en el ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo. Una parte significativa de quienes han engrosado las manifestaciones de los 11-S puede acabar votando las candidaturas vinculadas a Podemos. Tal vez voten a Podemos no pocos de quienes confiaban en el poder taumat¨²rgico de la macro-encuesta del pasado noviembre, cuyos resultados desde luego no pueden ser considerados como un triunfo de la independencia a la vuelta de la esquina.
El legado de Artur Mas puede dejar en el paro a toda una generaci¨®n pol¨ªtica. Ciertamente, importa menos cual sea el futuro de Artur Mas que lo que su trayectoria de gobierno va a representar para la sociedad catalana. No son et¨¦reos los indicios de divisi¨®n al haberse acelerado tanto un proceso que ¡ªseg¨²n ahora vemos¡ª ni quienes lo impulsaban sab¨ªan hac¨ªa donde iba ni para qu¨¦, quiz¨¢s salvo para su provecho pol¨ªtico. Mas tampoco ha contribuido al mejor momento de Catalu?a en Espa?a y de Espa?a en Catalu?a. Pero, claro, en estos casos la culpa siempre es del otro.
Valent¨ª Puig es escritor
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