Sinfon¨ªa de un Morante inspirado

La luna tiene dos caras; Morante tambi¨¦n. Y las dos con personalidad; las dos caras de Morante. La cara oscura, la del toro que abri¨® plaza. No se vio el capote de Morante ante la fuerza casi incontrolable del toro. En varas, nada destacable. Dos puyazos, dos. Al salir del segundo el presidente cambi¨® el tercio y Morante torci¨® el gesto. En desacuerdo con la autoridad, mand¨® al de tanda pegarle otro puyazo al toro. Suelto el toro en banderillas, a su aire y sin fijeza, nada bueno promet¨ªa el futuro. Nadie enga?o. Ni el toro, que nunca estuvo por la labor; ni el torero, que prob¨® sin convicci¨®n. O, quiz¨¢s, con la convicci¨®n de que all¨ª nada hab¨ªa que rascar. Paso palabra, dijo Morante. Y la pitada fue redonda y sonora a la vez.

Pero segundas partes pueden ser buenas con los toreros artistas. Y lleg¨® el cuarto de la tarde. Tampoco nada con la capa de salida y dos entradas al caballo sin pena ni gloria. Pero la tarde no se pod¨ªa escapar sin que el capote de Morante apareciera en plenitud: en el quite llegaron cuatro ver¨®nicas a ritmo lento meciendo los vuelos de la tela, dos por cada pit¨®n, y una media que puso un antes y un despu¨¦s a la corrida. Visto el toro, Morante brind¨® al p¨²blico sin pasar del tercio y en ceremonia lenta. All¨ª, casi donde hab¨ªa dejado la montera boca arriba, empez¨® por ayudados por alto. Luego, ya en los medios, en redondo sobre la derecha. Muy rebozado de toro Morante, en dos series ligadas y a c¨¢mara lenta. Un afarolado de improviso, dividi¨® la faena en dos para pasar al otro pit¨®n. Cambiada la muleta de mano, la primera serie con la izquierda fue a pies juntos. Medio pecho en el cite, un suave balanceo de la muleta hacia el hocico del toro que atra¨ªdo como por un im¨¢n se vino de largo. De las tres series por ese pit¨®n, hubo naturales menos logrados que otros pero los buenos tuvieron el regusto extra de un artista excepcional. Recreado Morante y la gente entregada. Sabor en todo. Tambi¨¦n en lo superficial que en este torero no es tan superficial: los remates con graciosa vistosidad, el molinete personal y las salidas de la cara del toro como un desfile de Pasarela Cibeles. La obra acab¨® donde empez¨®: en terrenos del tres. Se perfil¨® Morante muy en corto, entre las dos rayas, y al pinchazo primero sigui¨® una estocada final. Oreja al canto y vuelta al ruedo larga y lenta entre aclamaciones. Buen toro este cuarto. Gran toreo el de Morante. Una delicia; para paladares con gusto.

La tarde tuvo un antes con la faena de Luque al tercero, al que ya de capote hab¨ªa toreado bien de salida y variado en un quite por cordobinas. Abri¨® Luque la faena por alto, de costadillo, sin mover un m¨²sculo. Al ligero punteo del toro respondi¨® Luque con buen pulso, en series no completas pero llamativas. Cuando la faena parec¨ªa que no terminaba de arrancar, un pase cambiado por la espalda levant¨® el ambiente. Los momentos finales fueron una serie continuada cambiando la muleta de mano y sin ayuda de la espada. Muy vistoso todo m¨¢s que profundo. Con el toro ojeando tablas y pasado de faena, Luque se decidi¨® a matar.

El sexto, con hechuras anovilladas y muy fino de cabos, tambi¨¦n permiti¨® a Luque torear a buen ritmo con la capa. Con el toro mal picado, Luque hizo un quite por chicuelinas, rectificando siempre la posici¨®n, pero que tuvieron llegada al tendido. Sin pensarlo dos veces, sin probaturas previas, Luque comenz¨® la faena a derechazos, a media altura. Pronto el toro, Luque mostr¨® su manifiesta facilidad. Siempre mejor en lo accesorio, mientras que lo fundamental quedaba en segundo o tercer plano. Mucha galer¨ªa y gran facilidad para conectar con la gente. Pero un feo metisaca ¨Cla espada asom¨® por un costado- dej¨® la cosa sin premio.

El Juli trabaj¨® a destajo en sus dos toros y acelerado a veces. Su primero qued¨® corto y sin entrega y en la distancia corta puso en juego los muslos al aguantar los parones del toro a mitad suerte. Muletazos muchos, valor tambi¨¦n, pero poco m¨¢s. Con el quinto, tras la sinfon¨ªa de Morante, era dif¨ªcil superar el list¨®n. El toro, sin clase y con la cara altita, no permiti¨® a Juli m¨¢s que meterse en su terreno. Se acumularon tambi¨¦n los pases y la cantidad, como en el otro, super¨® con creces a la calidad. Unas manoletinas finales, de efectos inmediatos, sirvieron para que la gente agradeciera la voluntad.

La corrida de Victoriano del R¨ªo fue desigual de presencia, con toros entre lo correcto y lo justo. Les falt¨® clase y entrega, aunque el cuarto fue de muy buena nota para la muleta. Y se cortaron tres orejas, tres, pero cada una de valor tan distinto que el marcador final no hace justicia a la realidad vivida en el ruedo.