Inquisici¨®n identitaria
La Ley de Se?as de Identidad aprobada en Valencia por el PP deber¨ªa provocar un aut¨¦ntico clamor condenatorio
Debe ser cosa de la pausa vacacional, porque de otro modo no me lo explico. Conf¨ªo, pues, que a partir del pr¨®ximo lunes un alud de esos intelectuales y articulistas que han mostrado tanta y tan tenaz sensibilidad en la materia inunden las p¨¢ginas de la prensa con textos de denuncia del desafuero. Al mismo tiempo, cuento con que aparecer¨¢n notas y comunicados de colectivos como, por ejemplo, Libres e Iguales, Societat Civil Catalana, Empresaris de Catalunya, Tercera Via, tal vez incluso de Federalistes d¡¯Esquerres y del flamante Constru?m, todos expresando su m¨¢s en¨¦rgico rechazo.
Mi expectativa se sustenta sobre la hip¨®tesis de que los adversarios del ¡°pensamiento ¨²nico nacionalista¡±, los paladines de la exquisita neutralidad de los poderes p¨²blicos en asuntos identitariamente controvertidos, aquellos a quienes subleva que se destinen recursos de todos a defender las ideas de una parte de la sociedad contra las de otra parte..., que todas esas personas y grupos aplican siempre el mismo rasero, el mismo baremo de sensibilidad democr¨¢tica, sean cuales sean la identidad o el ¡°pensamiento ¨²nico nacionalista¡± de que se trate; pretendan imponerlos amigos o adversarios.
Si estas m¨ªnimas condiciones de objetividad, o de honestidad intelectual, se dan, la Ley de Se?as de Identidad aprobada el pasado 25 de marzo en las Cortes Valencianas con los ¨²nicos votos del PP deber¨ªa provocar, en las filas del unionismo catal¨¢n y tambi¨¦n en Madrid, un aut¨¦ntico clamor condenatorio. Ah¨ª es nada, que una C¨¢mara legislativa democr¨¢tica dicte una norma inventariando de forma excluyente cu¨¢les son las genuinas se?as de identidad (devociones, fiestas, deportes, bailes, comidas...) de una sociedad, en este caso la valenciana. ?No nos hab¨ªamos llenado la boca durante d¨¦cadas con todo aquello de las identidades plurales y las grandes virtudes del mestizaje y del cosmopolitismo? Entonces, ?un valenciano que huya de las Fallas y deteste la paella es un paria, un ap¨¢trida, un renegado?
La cosa es todav¨ªa m¨¢s grave porque la citada ley, para velar por su eficacia, crea una aut¨¦ntica polic¨ªa identitaria bajo el r¨®tulo de Observatorio de las Se?as de Identidad Valencianas. Formada por entidades privadas de sesgo ideol¨®gico m¨¢s que connotado, esa ¡°polic¨ªa¡± tiene por objeto denunciar a personas f¨ªsicas o jur¨ªdicas que incurran en ¡°agravio o menosprecio¡± de las se?as de identidad oficialmente consagradas, de tal modo que los herejes no puedan recibir subvenci¨®n alguna de la Generalitat. Pobre de aquel que haga un comentario inconveniente sobre la Geperudeta o critique las masclet¨¢s, porque se convertir¨¢ ¡ªley en mano¡ª en un valenciano de segunda. Orwell a orillas del Turia.
Para redondear el cuadro, uno de los principales signos de valencian¨ªa ahora legalmente blindados es un disparate cient¨ªfico que rechazan todos los departamentos de Filolog¨ªa Rom¨¢nica de todas las universidades del mundo, que rechaza incluso la autoridad ling¨¹¨ªstica reconocida por el Estatuto de autonom¨ªa de aquella Comunidad: la tesis de que el valenciano y el catal¨¢n son dos lenguas distintas. Y bien, quienes se han llenado la boca de quejas sobre la supuesta falta de rigor hist¨®rico de la conmemoraci¨®n del Tricentenario de 1714, ?callar¨¢n ahora ante el dislate filol¨®gico legislado por el Gobierno de Alberto Fabra? No ser¨ªa muy coherente.
Quiso el azar que, justo mientras en Valencia se aprobaba la Ley de Se?as, llegase a mi buz¨®n una octavilla firmada por el l¨ªder local y presunto alcaldable del PP en el municipio donde resido, el se?or Jordi Carreras del Rinc¨®n. Se trata de un papel de tono claramente preelectoral en el que pueden leerse cosas como estas: ¡°El PP de Sant Cugat quiere un Ayuntamiento que represente a todos los ciudadanos de nuestra ciudad. Queremos un Ayuntamiento que respete y sirva a todos, piensen lo que piensen y sientan lo que sientan. (...) Queremos un Ayuntamiento que respete la pluralidad de las gentes de nuestra ciudad¡±.
?El PP de Catalu?a y el PP de la Comunidad Valenciana son todav¨ªa el mismo partido? Pues no lo parece, porque lo que el primero reivindica desde la oposici¨®n y con acentos victimistas es exactamente lo que el otro pisotea con arrogancia desde la mayor¨ªa absoluta. Pero los populares catalanes no han sido capaces de decir ni p¨ªo siquiera por tacticismo oportunista.
Por ejemplo el locuaz portavoz Enric Millo i Rocher, que se jacta de sus ra¨ªces valencianas. El pasado d¨ªa 25, en el debate de la Ley de Se?as, su hom¨®logo y correligionario Jorge Bellver tach¨® a los diputados de izquierdas contrarios a la norma de ¡°indignos¡± porque, sent¨¢ndose en las Cortes Valencianas, no se plegaban a defender las se?as de identidad dictadas por el PP. ¡°Eso es traici¨®n¡±, concluy¨®.
?Imaginan ustedes que un representante de la mayor¨ªa soberanista en el Parlamento de Catalu?a hubiese dicho algo semejante a los diputados antiindependentistas? ?Imaginan, en tal hip¨®tesis, las reacciones de estos ¨²ltimos, y en particular la del se?or Millo? Ah, pero en Valencia los objetivos del PP son combatir el catalanismo y conservar el poder, y un buen fin justifica todos los medios.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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