De Norte a Sur en los atriles de la Sinf¨®nica
La flauta de Claudia Walker Moore irradi¨® autoridad musical en el concierto de Nielsen
Se ha celebrado en el Palacio de la ?pera de A Coru?a el decimoctavo concierto del ciclo de abono de viernes de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia. Con el director Antonio M¨¦ndez en el podio y lla colaboraci¨®n como solista de la principal de flautas de la OSG, Claudia Walker Moore, la OSG ha interpretado un programa compuesto por ¡°Convergencias¡±, concierto para orquesta, de Juan Jos¨¦ Colomer (Alzira, Valencia, 1966); el Concierto para flauta y orquesta de Carl Nielsen (1865 ¨C 1931) y la Sinfon¨ªa n? 5, op. 82 de Jean Sibelius (1865 ¨C 1957).
En este Concierto para orquesta, plantea Colomer un ejercicio de convergencia ¨Cal que alude su t¨ªtulo- entre dos temas de distinta procedencia: un tema latinoamericano y otro espa?ol, que el autor va agregando y entrelazando a lo largo de la obra en un ejercicio de fusi¨®n tem¨¢tica y estil¨ªstica. M¨¦ndez hizo una lectura de la obra basada en un fuerte contraste din¨¢mico. Esta regulaci¨®n no muy matizada del sonido, una insuficiente distinci¨®n de planos sonoros y el exceso de potencia en los forte y fortissimi hizo que la exuberante orquestaci¨®n de la obra se tornara por momentos en un cierto caos sonoro.
Desde el punto de vista puramente musical, los mejores momentos de la noche estuvieron a cargo de Claudia Walker Moore y sus compa?eros de la Sinf¨®nica en el Concierto para flauta de Nielsen. Esta obra plantea un claro contraste ambiental, con momentos de bravura, incluso de una cierta belicosidad, frente a otros de gran lirismo. La versi¨®n de Walker Moore presenta ambas facetas y las a¨²na con profusi¨®n de matices intermedios. La sensaci¨®n de autoridad -en el sentido de su segunda acepci¨®n en el diccionario de la RAE: potestad, facultad, legitimidad-que irradi¨® en su interpretaci¨®n fue constante.
Fueron especialmente significativas en este sentido dos aspectos de la versi¨®n. El primero de ellos fue el modo en que la flauta era secundada, en los pasajes solistas acompa?ados por los vientos. En estos, desde el oboe de Casey Hill al tromb¨®n bajo de Petur Eirikson, pasando por el clarinete de Iv¨¢n Mar¨ªn, el fagot de Steve Harriswangler y el conjunto de las maderas, sus habituales vecinos de atril la acompa?aron en un entusiasta y convencido seguimiento.
El segundo y casi m¨¢s destacable viene impl¨ªcito en la partitura misma, en su dial¨¦ctica de una cierta confrontaci¨®n entre instrumento solista y orquesta. La versi¨®n escuchada fue fiel a la letra y el esp¨ªritu de la obra y el instrumento solista impone se?orialmente esa autoridad arriba mencionada en los pasajes finales del primer movimiento, Allegro moderato. Es entonces cuando la flauta, tras haber sido bruscamente interrumpida por la orquesta al inicio de su cadenza, continua su discurso imponiendo su voz de paz. Y solo al final de la intervenci¨®n de la solista, puede la orquesta ejecutar el crescendo que conduce al final del movimiento.
En el segundo, Allegretto un poco, Walker Moore llev¨® la versi¨®n al m¨¢s elevado lirismo, conduci¨¦ndola tras su flauta llena de gracia y elegancia. El acompa?amiento de M¨¦ndez dirigiendo a la Sinf¨®nica y el de sus colegas solistas de viento estuvieron a la gran altura requerida por su versi¨®n.
La OSG afront¨® en la segunda parte del concierto la nunca f¨¢cil tarea de interpretar la Sinfon¨ªa n? 5 de Nielsen y lo hizo con su caracter¨ªstica ductilidad y su calidad sonora habitual. Tras un precioso di¨¢logo entre la trompeta de John Aigi Hurn y la flauta de Mar¨ªa Jos¨¦ Ortu?o, el resto del primer movimiento, Molto moderato, estuvo presidido nuevamente por un gran contraste din¨¢mico, pero la versi¨®n son¨® algo plana por la escasa tensi¨®n interior que le infundi¨® M¨¦ndez. Record¨® esas versiones de Bruckner -que alguna que otra vez sonaron en este auditorio- en las que estando presente cada inflexi¨®n din¨¢mica faltaba la tensi¨®n expresiva y el largo aliento que las dota de unidad.
Tras los seis acordes que caracterizan el final de la sinfon¨ªa, se produjo algo ins¨®lito: una nutrida minor¨ªa comenz¨® a aplaudir, tal vez algo precipitadamente. Viendo c¨®mo Antonio M¨¦ndez permanec¨ªa inm¨®vil e inclinado ante su atril, se interrumpi¨® la ovaci¨®n hasta que el joven director espa?ol cambi¨® de posici¨®n en clara se?al de fin de la obra. Una mayor¨ªa del p¨²blico no sigui¨® los primeros aplausos esperando un cuarto movimiento anunciado en el programa de mano. Pero la versi¨®n interpretada fue la de 1919, estructurada finalmente en tres movimientos frente a los cuatro de la original de 1915.
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