Legalizar la prostituci¨®n
La experiencia de los doce pa¨ªses que la han regulado no es positiva. Le ley debe proteger al 80% que son prostitutas forzosas
La propuesta de legislar la prostituci¨®n aparece y desaparece cada cierto tiempo sin que nunca llegue a producirse un debate en profundidad sobre el asunto. Hace unos meses, la Organizaci¨®n de Inspectores de Hacienda del Estado planteaba regular la prostituci¨®n con el fin de ¡°luchar contra sus efectos adversos y aumentar los ingresos p¨²blicos¡±, gracias a que, de legalizarse la prostituci¨®n, se producir¨ªa un aumento considerable de cotizantes de la Seguridad Social.
Hace unas semanas, un juez de Barcelona dict¨® una sentencia en la que condenaba al empresario de un prost¨ªbulo a hacer contratos laborales a las mujeres que trabajaban en su local. Aduc¨ªa que las mujeres que libremente ejercen la prostituci¨®n tienen derecho a una relaci¨®n laboral normal. Al mismo tiempo, este peri¨®dico ha informado de la reciente creaci¨®n del primer lobby formado por varias asociaciones de prostitutas que reivindan sus derechos como ¡°trabajadoras sexuales¡±. La presidenta del mismo se presentaba as¨ª: ¡°Todas las mujeres que ejercemos sexo de pago lo hacemos libre y voluntariamente porque, si no, no es prostituci¨®n, es esclavitud¡±.
El debate no es sencillo. Esgrimir el argumento de que la prostituci¨®n es la forma de explotaci¨®n m¨¢s antigua, que ha existido siempre y no dejar¨¢ de existir, es el pretexto c¨®modo para no hacer nada y permanecer en la situaci¨®n de alegalidad en que nos encontramos. Una situaci¨®n que ni protege jur¨ªdicamente a las prostitutas ni consigue que la prostituci¨®n disminuya. Es el argumento derivado de la pereza de enfrentarse a una cuesti¨®n complicada.
Frente a ¨¦l, los partidarios de legalizar la prostituci¨®n se unen en una defensa a ultranza de la libertad individual. En nombre de la libertad y en contra de un moralismo puritano, se pronuncian a favor de una aceptaci¨®n abierta de la prostituci¨®n, que elimine la calle y el burdel. Ahora que las campa?as electorales que se avecinan alientan el apoyo a todas las causas susceptibles de ser rentables en votos, tanto la CUP como la plataforma Barcelona en Com¨² han manifestado su apoyo a la propuesta de legalizaci¨®n de las trabajadoras sexuales.
La propuesta de regular la prostituci¨®n quiere justificarse en nombre de la libertad, y no discuto que existan algunas mujeres que ejercen la prostituci¨®n voluntariamente. Pero son una minor¨ªa insignificante. Los datos dicen que m¨¢s del 80% de las prostitutas est¨¢n ligadas a mafias que las traen de pa¨ªses de la Europa del Este y del Tercer Mundo. Hablar de libertad en estos casos es una broma. Prostituirse tiene un significado un¨ªvoco: es esclavizarse. No pongo en duda que existan mujeres que pueden permitirse el lujo de considerar que lo que hacen no es prostituci¨®n, sino un trabajo como cualquier otro. Pero la legislaci¨®n no debe mirar a esa peque?a minor¨ªa de mujeres que se autodenominan libres, sino a la gran mayor¨ªa que no vacilar¨ªa en reconocer que vende su cuerpo porque es lo m¨¢s lucrativo que tiene a su alcance. La ley es, efectivamente, para todos, pero su objetivo primordial, en una sociedad que aspira a la justicia social, es proteger a los m¨¢s desfavorecidos.
La propuesta de regular la prostituci¨®n quiere justificarse en nombre de la libertad, y no discuto que existan algunas mujeres que ejercen la prostituci¨®n voluntariamente
Si aparcamos los principios y nos fijamos en los resultados obtenidos all¨ª donde la prostituci¨®n est¨¢ legalizada, no encontramos datos demasiado convincentes para copiar sus leyes. En Europa, la prostituci¨®n est¨¢ legalizada en 12 pa¨ªses y, en ninguno de ellos, parece que la experiencia haya sido muy positiva para reducir ni la prostituci¨®n ni la actividad de las mafias. Caso distinto es el de Suecia, que opt¨® por prohibirla y criminalizar a las mafias y a los clientes. De esta forma, y si las cifras no mienten, ha logrado que la prostituci¨®n bajara de un 30% a un 50%.
Dir¨¢n las prostitutas libres que con qu¨¦ derecho una sociedad que se proclama liberal interfiere en las vidas de las personas, condena la prostituci¨®n y la considera un trabajo indigno. La respuesta es que, en efecto, es una actividad degradante para todas las mujeres que no entienden que el ejercicio de la prostituci¨®n afiance sus derechos como individuos libres, sino todo lo contrario, y esas son desgraciadamente las que m¨¢s abundan.
La discrepancia de puntos de vista al respecto nos sit¨²a ante una de las paradojas del liberalismo. La paradoja que consiste en colocar en un pedestal la libertad de los individuos sin atender a las condiciones imprescindibles para que la libertad no sea un derecho s¨®lo formal, sino que cuente con la base material imprescindible para poder ejercerlo.
Por otra parte, nos cansamos de decir que tambi¨¦n la libertad debe tener l¨ªmites, pero nunca lo ratificamos en la pr¨¢ctica. Hace unos d¨ªas, la Asamblea Nacional francesa aprobaba considerar delito la incitaci¨®n a la delgadez extrema prohibiendo a las agencias de modelos contratar a j¨®venes exageradamente delgadas. Cuando uno puede elegir, es libre de hacerse da?o a s¨ª mismo, pero lo primero es conseguir que la libertad de elegir sea real, poder comparar entre distintas formas de vida y escoger la preferida. Cuando deje de haber prostitutas obligadas a serlo, podremos discutir si nos parece aceptable sustituir la palabra prostituci¨®n por la de trabajadoras sexuales.
Victoria Camps es profesora em¨¦rita de la UAB
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