23 de abril cada d¨ªa
No es que leer sea ¨²til. Es que es probable que no hayamos encontrado a¨²n una forma mejor de relaci¨®n con el mundo
Son las dos preguntas que m¨¢s se repiten antes de Sant Jordi cuando intentas convencer a alumnos, padres y, por qu¨¦ no decirlo, a profesores, de que lean un libro: ¡°Bueno pero, ?para qu¨¦ lo voy a leer? ?Para qu¨¦ sirve?¡±. Lo m¨¢s f¨¢cil y lo m¨¢s habitual es llevarse las manos a la cabeza y exclamar qu¨¦ d¨®nde vamos a ir a parar, que qu¨¦ barbaridad, que todo se acaba y que antes s¨ª que s¨ª. Sucede que en muchos casos no se sabe dar una respuesta adecuada y la mejor salida es hacerse el estupendo ofendido por tanta incultura. La ESO, la tele e Internet y la culpa es negra y nadie la quiere.
Pero eso no responde la pregunta, ?para qu¨¦ sirve leer este libro?, que a m¨ª me parece pertinente porque me la he formulado con frecuencia y la respuesta, muchas veces, ha sido que para nada. Est¨¢ claro que la pregunta va m¨¢s all¨¢ de los libros. Decir los libros es tan gen¨¦rico que apenas quiere decir nada.
Pero la pregunta s¨ª que quiere decir algo. Y su respuesta tambi¨¦n.
Durante a?os, como todos ustedes, he sido alumno en muchas asignaturas cuya utilidad jam¨¢s se me explic¨®. Las matem¨¢ticas me encantaban pero, ?era necesario resolver aquellas decenas de p¨¢ginas de ejercicios de integrales y derivadas sin que nadie nos dijese para qu¨¦ serv¨ªan exactamente? Era como una lectura obligatoria sin raz¨®n alguna y eso cuando la lectura obligatoria exist¨ªa. Durante algunos a?os, en vez de leer las p¨¢ginas de Quevedo, Lope de Vega, Clar¨ªn, Machado y tantos otros, me tuve que aprender de memoria sus fechas de nacimiento y los t¨ªtulos de sus obras principales. Y las capitales de los pa¨ªses y los r¨ªos m¨¢s largos, y aquello era un desastre y puedo decir que me hice la misma pregunta. Me consta que no era el ¨²nico y me consta que se mantiene.
No se puede convencer a nadie de nada sin pruebas de carga y siento decir que la lectura las tiene poco espectaculares para quien no las quiere ver o para quien no las sabe explicar. Imaginen un programa de cocina o de subasta de muebles: el simple entretenimiento tiene mucho m¨¢s valor que todo lo que podamos decir a favor de Eduardo Galeano o G¨¹nter Grass si no sabemos transmitir por qu¨¦ son tan importantes.
Es cierto, la lectura tiene sus inconvenientes a la hora de presentarse como algo ¨²til, baste recordar que aquellas seis famosas propuestas para el pr¨®ximo milenio que formul¨® Calvino podr¨ªan ser las mejores muestras de la barbarie del mercado, levedad, exactitud y rapidez de los flujos monetarios, visibilidad publicitaria, multiplicidad de poderes y su consistencia. El discurso mayoritario reza que la memoria y la capacidad de reflexi¨®n no son elementos que se puedan poner en la balanza, que la lectura debe ser fragmentada, en grupo, y si puede ser, de menos de ciento cuarenta espacios.
Todo eso no solo es mentira sino que forma parte del secreto mejor guardado del poder, de los diversos poderes: la habilidad lectora, la capacidad interpretativa de los hechos, la pr¨¢ctica en el an¨¢lisis de discursos y la destreza a la hora de elaborar relatos ha estado y va a continuar estando en la base de cualquier forma de progreso personal y social. Las novedades m¨¢s interesantes las publican editoriales universitarias norteamericanas y tienen un precio prohibitivo. A veces injustificadamente caro, otras barat¨ªsimo para lo que ofrecen: avances, aportaciones, algo nuevo. Adem¨¢s, no se suelen traducir.
Quienes producen conocimiento saben que est¨¢n tambi¨¦n produciendo poder y no lo van a ceder sin una contrapartida. Les puedo asegurar que no desprecian ni los libros de Grass ni los de Galeano, que saben que deben estar abiertos a las novedades editoriales, que tienen que ser permeables y que aceptan con gusto el deber de aprender. A todo eso se le llama lectura. Si fuese un conspiranoico creer¨ªa que hay un verdadero complot para impedir que la gente lea, que se ha urdido un plan para que renunciemos alegre y voluntariamente a lo ¨²nico que nos permite acceder no ya al ascensor social, sino a poner los cementos de la casa com¨²n en la que instalar su hueco, las escaleras y los pisos a los que conducen.
Saber explicar qu¨¦ es lo que hay realmente en juego cuando hablamos de leer deber¨ªa ser el primer paso de eso que se llama motivaci¨®n y que antes se llamaba inter¨¦s. No es que leer sea ¨²til. Es que es muy probable que no hayamos encontrado todav¨ªa una manera mejor de relacionarnos con ¨¦xito con el mundo. El ¨²ltimo grito consiste en decir que el acceso a la cultura ya no garantiza el acceso al ascensor social. Intenten subir en ¨¦l sin lecturas. Nada bueno ha pasado en Occidente que no est¨¦ en los libros. Lo malo tambi¨¦n se ha escrito, de ah¨ª la necesidad de leer, de querer leer, de querer aprender a leer.
Eso, claro est¨¢, tiene una contrapartida. Los libros deben ser ¨²tiles, al menos tan ¨²tiles como los de Grass o Galeano. Y nosotros, ¨²tiles tambi¨¦n para saber leerlos y explicarlos. De lo contrario, lo siguiente que nos preguntar¨¢n ser¨¢ para qu¨¦ servimos los que escribimos y publicamos. Lo preguntar¨¢n con raz¨®n y puede que tampoco sepamos responder.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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