Las costuras rotas del PSE alav¨¦s
Txarli Prieto sufre un duro rev¨¦s en su imagen pol¨ªtica que refleja las cuentas internas pendientes
El PSE-EE libra la en¨¦sima batalla interna que alarga su sangr¨ªa. Hasta que su orfandad institucional le obligue a una inaplazable catarsis solo le espera seguir rompi¨¦ndose por sus costuras. Guiados por un descarnado ¨¢nimo cainita, el ramillete de dirigentes del socialismo alav¨¦s se despedaza en medio de la calle, enfrente, adem¨¢s, del escaparate electoral.
Partido en dos, difuminados por hast¨ªo los cr¨ªticos, temeroso el ¨¢nimo por el efecto desestabilizador de Podemos y arrastrando a¨²n la pesada losa de la ineficacia de Zapatero ante la crisis, el PSE-EE se busca a s¨ª mismo en ?lava mientras contiene el aliento. Hace apenas unos a?os dominaba el Ayuntamiento de Vitoria, mandaba en la Caja Vital y se le escuchaba en la Diputaci¨®n.
Y de ese interminable declive todos culpan a Txarli Prieto. Pero solo desde hace poco tiempo. Hasta la p¨¦rdida signfiicativa de poder, las cr¨ªticas al todopoderoso secretario general se silenciaban y los cr¨ªticos eran definitivamente orillados. Ni siquiera alguien levant¨® la voz para interesarse por los negocios del jefe cuando su empresa se encargaba de las medidas de seguridad de algunos Casas del Pueblo del territorio.
Nunca dijo Prieto p¨²blicamente que en sus a?os de empresario y l¨ªder incontestable del socialismo alav¨¦s hac¨ªa negocios con las necesidades de su propio partido. Hubiera sido un gesto de honradez pol¨ªtica del que ahora tiene complicada reparaci¨®n. Es muy posible que la Fiscal¨ªa archive la denuncia an¨®nima (?) porque nadie se ha sentido perjudicado m¨¢s all¨¢ de que se observe alguna irregularidad punible en las facturas. Pero de la condena moral tiene dif¨ªcil escapatoria.
Desgraciadamente solo un ajuste de cuentas pol¨ªticas ha permitido desvelar esta mala praxis de Prieto, un convencido sindicalista y acreditado hombre de izquierdas. Quien dispon¨ªa de toda la informaci¨®n sobre este enjuague de obras y cobras y no lo destap¨® posiblemente segu¨ªa esperando la oportunidad de seguir dentro del poder socialista. Nadie -ni el denunciante ni el denunciado- quiso perder su sitio antes de tiempo. Por ah¨ª aparece el hedor que indigna.
Cristina Gonz¨¢lez, como secretaria general del PSE-EE alav¨¦s, sabe que est¨¢ sentada sobre una bomba de relojer¨ªa. Su llegada al poder territorial no ha borrado la alargada sombra efectiva de Prieto ni cosido parte alguna de los desgarros internos. M¨¢s a¨²n, con la incongruente pol¨¦mica de la primera candidatura municipal de Vitoria se ha avivado los temores de una suerte electoral incierta que pueden erosionar, siquiera en imagen, a la direcci¨®n vasca. Nada m¨¢s suicida que seguirse haciendo trampas al solitario. Adem¨¢s, nunca sabes por d¨®nde saldr¨¢ la pr¨®xima traici¨®n.
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