Y Julie Christie par¨® los relojes en La Pedrera
La inolvidable Lara de ¡®Doctor Zhivago¡¯ o la Clarisse de ¡®Fahrenheit 451¡¯ mostr¨® su amor por los bardos anglosajones en la Setmana de la Poesia de Barcelona
Stop all the clocks, cut off the telephone...¡±, recit¨® de su poeta preferido W.H. Auden. Pero hac¨ªa ya casi 50 minutos que los relojes y los tel¨¦fonos (m¨®viles) de las 200 personas (algunas tras una ansiosa cola de una hora) que llenaban ayer el auditorio de La Pedrera de Barcelona ya estaban parados. Exactamente desde que con su ¡°Bona vesprada!¡±, la actriz Julie Christie iniciara su recital de poetas ingleses junto a su amiga la poetisa y traductora Marta Pessarrodona, en uno de sus peque?os milagros que obra cada primavera la Setmana de la Poesia de Barcelona que organiza el Consistorio.
?Hab¨ªa avisado a los m¨¢s allegados su hermana casi gemela (ambas nacidas en 1941) antes del recital: ¡°A Julie le encanta la poes¨ªa; es una buena lectora y tiene, claro, una dicci¨®n maravillosa; adem¨¢s, se lo ha currado: ha estado leyendo y repasando los poemas cada d¨ªa esta semana; y se nota que sabe lo que est¨¢ recitando¡±, explicaba Pessarrodona, que se hab¨ªa reunido diversas veces desde el pasado noviembre con ella (vive mucho tiempo en La Marina Alta valenciana) para pactar el poemario, como ya hicieron el a?o pasado en la Poefesta en La Safor, gracias a la labor y amistad de la poetisa ?ngels Gregori.
Y quiz¨¢ por ello, con un taburete alto y un atril tuvo bastante Christie. Ella iluminaba el oscuro escenario: una sobria blusa blanca de anchos pu?os y cuello levemente alzado con gafas de pasta y zapato a juego y pantal¨®n oscuro; el toque inconformista: un pa?uelo rojo sujetando el rubio y a¨²n abundante pelo y unos pendientes de aros grandes.
Quiz¨¢ por los ojos azules y una nueva trampa de la memoria y los t¨®picos que a¨²nan belleza con endeblez, los asistentes esperaban una voz meliflua recitando versos sonrosados de la que en el cine fuera la inolvidable Lara Antipova de abrigo y gorro de pelo largo de Doctor Zhivago. Ni lo uno ni lo otro porque aquella era una mujer de car¨¢cter en una actriz que no lo ha sido menos: as¨ª, bajo una voz notable al vaiv¨¦n cadencioso de los versos, con la mano derecha ligeramente abandonada en su pierna o, a lo sumo, cruzada en el pecho, Christie se arranc¨® con Threnody, canci¨®n f¨²nebre de Dorothy Parker; para despu¨¦s descubrirle a su amiga Pessarrodona un sentido Last Words to a Dumb Friend (Nota p¨®stuma per a un amic mut), poema de Thomas Hardy sobre la muerte de un gato . Y ¡°les vocals clares se al?aven com globus¡±, tal y como rezaba el tercero de los poemas, el tan ¨¢cido como pespunteado de dulzura Morning Sound (Can?¨® d¡¯albada), de Silvia Plath, siempre en traducci¨®n de Pessarodona, incluso para los osados versos sexuales de High Windows (Finestrals) de un gentleman como Philip Larkin.
¡°Yo hab¨ªa visto nacimiento y muerte pero hab¨ªa pensado que eran distintas¡±, recitaba de The Journey of the Magi, de T. S. Elliot, el cuello levemente torcidoa su derecha, tan ansiosa por pasar a su querido Auden de nuevo que pis¨® la m¨²sica de Xavi Lloses a quien pidi¨® disculpas de manera tan dulce que el pianista habr¨ªa querido que la actriz, oscarizada en 1965, pero tres veces m¨¢s candidata, la ¨²ltima en 2007, se hubiera precipitado de nuevo.
No: lleg¨® Auden con fragmentos de su In memory of W.B. Yeats, consciente ella de que aquel poeta hab¨ªa muerto el 28 de enero de 1939, dos d¨ªas despu¨¦s de la ca¨ªda de Barcelona a manos de las tropas franquistas: ¡°Els mots dels homes morts es modifiquen en la llengua dels vius¡±...
Y cambiaron las tornas: para el Funeral Blues de su Auden, la ¨²ltima de las siete lecturas, empez¨® Pessarrodona con su versi¨®n y cerr¨® una Christie (¡°Stop all the clocks, cut off the telephone...¡±), que ya se dej¨® ir: brazos extendidos a su compa?era rapsoda y el reconocimiento de la ilusi¨®n que le hac¨ªa leer poes¨ªa en una ciudad ¡°tan extraordinariamente ondulada¡±, dijo alzando sus faros azules hacia las formas sinuosas del genio de Gaud¨ª.
Y hubo quien la imagin¨® ya, parados los relojes, como la tierna y dura Clarisse recitando a sus poetas en el boscoso refugio de los hombres-libro escapados de la barbarie en Fahrenheit 451...
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