Fragmentaci¨®n o pluralismo
Los pactos deber¨ªan percibirse como una oportunidad para iniciar una nueva manera de hacer pol¨ªtica y enriquecer el debate pol¨ªtico
El domingo habr¨¢ elecciones en m¨¢s de 8.100 municipios y en 13 comunidades aut¨®nomas espa?olas. Todo indica que desaparecer¨¢n muchas de las actuales mayor¨ªas absolutas y que aumentar¨¢ el n¨²mero de formaciones pol¨ªticas con representaci¨®n. Este incremento del n¨²mero de partidos pol¨ªticos representados en las instituciones se percibe de dos modos muy distintos: por un lado, los que alertan de que la fragmentaci¨®n conllevar¨¢ una insostenible ingobernabilidad y, por otro lado, los que celebran que los ¨®rganos de representaci¨®n sean permeables a m¨¢s sensibilidades ideol¨®gicas. ?Fragmentaci¨®n o pluralismo?
Si bien es cierto que la combinaci¨®n entre el funcionamiento de la democracia representativa y la naturaleza de los sistemas parlamentarios convierte la mayor¨ªa absoluta progubernamental en un umbral aritm¨¦tico que garantiza una acci¨®n de gobierno c¨®moda y estable, tambi¨¦n hay que reconocer que la aversi¨®n a una mal connotada fragmentaci¨®n pol¨ªtica suele basarse en algunas confusiones e incongruencias. As¨ª, aunque sea frecuente en casi todos los partidos, no es coherente criticar una supuesta fragmentaci¨®n y, paralelamente, reprobar la presencia de mayor¨ªas absolutas como antesala de una bunkerizaci¨®n gubernamental.
Mostrar una permanente insatisfacci¨®n sobre la transformaci¨®n de votos en esca?os no es muy instructivo ni estimulante. Aquellos que hablan de exceso de fuerzas pol¨ªticas representadas consideran err¨®neamente que la ausencia de mayor¨ªas absolutas conlleva gobiernos inestables y que la fragmentaci¨®n se ci?e meramente a contar partidos. No es tan sencillo precisar en qu¨¦ consiste la fragmentaci¨®n parlamentaria, ni identificar escenarios de ingobernabilidad, ni tampoco fijar las variables para calibrar la inestabilidad gubernamental.
Parlamentos o consistorios con ocho formaciones pol¨ªticas pueden generar relaciones interpartidistas m¨¢s consistentes y mayor estabilidad gubernamental que otros con solo tres. Son muchos los ejemplos de sistemas de partidos multipartitos y muy plurales sin problemas de gobernabilidad, porque m¨¢s all¨¢ del n¨²mero de formaciones pol¨ªticas hay que tener en consideraci¨®n, entre otros, la distribuci¨®n y concentraci¨®n de esca?os, la predisposici¨®n al pacto y si el contexto pol¨ªtico puede marcar una din¨¢mica m¨¢s consensual o m¨¢s crispada. Un gobierno minoritario (con un pacto de legislatura o con pactos ad hoc) puede ser m¨¢s estable que otro que posea el apoyo de una mayor¨ªa absoluta monocolor.
En definitiva, alcanzar la mayor¨ªa necesaria para garantizar la estabilidad parlamentaria y gubernamental no depende de cu¨¢ntos partidos obtengan representaci¨®n, sino del grado de polarizaci¨®n, del proceder de los partidos y de una sociedad que exija, ante cualquier configuraci¨®n parlamentaria o consistorial, una negociaci¨®n eficaz basada en el respeto a la diversidad.
La aparici¨®n de nuevas formaciones en los parlamentos auton¨®micos que contraponen sus propuestas renovadoras a la vieja pol¨ªtica y que desean distanciarse de los grandes partidos, puede dificultar o postergar los pactos postelectorales hasta que se celebren todas las elecciones del ciclo electoral. Sin embargo, su vocaci¨®n de partidos pivotes o bisagra los encaminar¨¢, tarde o temprano, a formalizaci¨®n de acuerdos de gobierno con otras fuerzas. En cualquier caso, las pr¨®ximas aritm¨¦ticas parlamentarias y consistoriales deber¨ªan percibirse como una oportunidad para iniciar una nueva manera de hacer pol¨ªtica que abandone el manique¨ªsmo, el recelo y la altaner¨ªa, y que acepte enriquecer el debate pol¨ªtico, dar m¨¢s protagonismo a la representaci¨®n popular y establecer unas relaciones entre partidos m¨¢s responsables y constructivas.
Considerar que el pluralismo es una anomal¨ªa que obstaculiza el buen funcionamiento institucional significa, en primer lugar, admitir que el sistema puede bloquearse ante la simple coexistencia de distintas convicciones y, en segundo lugar, renunciar a uno de los valores esenciales de la actividad pol¨ªtica en democracia: el di¨¢logo entre fuerzas con diferentes idearios para llegar a acuerdos. Sin duda, el pluralismo en los ¨®rganos de representaci¨®n requiere de una mayor habilidad y pericia negociadora, pero es tambi¨¦n un incentivo para que las organizaciones partidistas activen nuevos instrumentos que faciliten la conciliaci¨®n de intereses y alimenten las buenas pr¨¢cticas en la actividad pol¨ªtica. Quienes sean capaces de actuar con eficacia ante un entorno de pluralismo partidista contribuir¨¢n a revitalizar la democracia respetando la cultura del pacto y de la conciliaci¨®n en defensa del inter¨¦s general.
Jordi Matas Dalmases es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.
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