El cambio parece algo normal
La izquierda de verdad, la que asusta a mi abuela de Las Tres Torres, irrumpe en la realidad pol¨ªtica y la reacci¨®n en la sede electoral de Barcelona en Com¨² parece la del Bar?a cuando gana la Copa Catalunya. Gala Pin dice desde el escenario que han hecho historia y la gente sonr¨ªe, bebe cerveza, aplaude, pero con mucha calma. Sobre todo miran la pantalla gigante con una concentraci¨®n que recuerda a un experimento de Pavlov. ¡°Es que no se lo acaban de creer. Ganar impone mucho¡±, opina Gemma Galdon. Es el cambio tranquilo, como aquel lema del PSC, aunque solo sea por una noche.
El cambio se nota en multitud de detalles. Por las bebidas te piden la voluntad, lo que te d¨¦ la gana, si quieres puedes decidirlo en asamblea con tus amigos. La sede, en Fabra i Coats, est¨¢ abierta a quien le apetezca acercarse. Hay muchas madres llevando el ni?o a rastras, jugando con el patinete, o con el beb¨¦ colgando del pecho, estilo ind¨ªgena bolivariana. Tambi¨¦n hay quien ha venido con el perro. Es el mundo opuesto a las noches electorales de CiU en el Majestic.
La pantalla gigante emite el recuento de TV-3 y funciona a trancas y barrancas porque la conexi¨®n es de internet. Diana, una chica de Soria que lleva cinco a?os en Barcelona, me pregunta si los candidatos saldr¨¢n a hablar. Dice estar muy ilusionada pero no lo exterioriza. ¡°Es verdad, la gente est¨¢ muy tranquila¡±. Diana ha votado por Barcelona en Com¨² porque priorizan lo social por delante de la independencia. No es la ¨²nica: el ¡°S¨ª se puede¡± que gritan los presentes y el inter¨¦s minuto a minuto por los resultados en Madrid demuestra que a muchos el proc¨¦s no les quita el sue?o.
La organizaci¨®n ha dejado en un rinc¨®n unos palos con unos carteles con la cara de Colau. A las diez de la noche los palos se distribuyen entre afines que llevan las camisetas oficiales de la plataforma. La Fabra i Coats parece un desfile de moda reivindicativa. Camisetas de Podemos, de la PAH, contra CiU y alguna musical ¨Cmi favorita una de Autobahn, de Kraftwerk. En la plaza de Can Fabra suena m¨²sica, el Aleluya de Haendel que acompa?a los juegos acu¨¢ticos de la fuente p¨²blica. En la cervecer¨ªa la Terraza, regentada por un matrimonio chino, tienen sintonizada la jornada de Segunda Divisi¨®n.
La vida en el exterior transcurre como si nada cuando se hace p¨²blico el escrutinio final: ¡°Hemos ganado¡± y el previsible ¡°esa, esa, esa Ada Alcaldesa¡± son los c¨¢nticos improvisados por los asistentes. La alegr¨ªa tranquila despierta cuando Ada Colau aparece ante los fieles invocando a David contra Goliat. En el centro del antiguo emporio industrial de los Fabra, lejos de la fiesta, hay un solitario trozo del muro de Berl¨ªn dibujado por Ignasi Blanch. La historia no se escribe as¨ª como as¨ª e incluso cuando sucede algo de verdad importante, su testimonio puede acabar en un patio perdido del barrio de Sant Andreu.
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