AC/DC destilan energ¨ªa pura en Montju?c
Cerca de 60.000 personas disfrutan en el estadio ol¨ªmpico con la potencia implacable del grupo
Un numeroso ejercito de camisetas negras ha inundado esta noche la monta?a de Montjuic. En los alrededores del estadio ol¨ªmpico el color negro era todav¨ªa m¨¢s intenso, salpicado aqu¨ª y all¨¢ por simp¨¢ticos cuernos rojos luminosos. Aparcar era misi¨®n imposible mientras resonaba en la lejan¨ªa el estruendo de los californianos Vintage Trouble. En toda la monta?a los lateros aparec¨ªan tras los ¨¢rboles, mientras que las papeleras rebosantes de latas de cerveza apretujadas marcaban el camino correcto a seguir.
Una vez dentro, el Llu¨ªs Companys ofrec¨ªa una de esas entradas de aut¨¦ntico lujo, totalmente abarrotado de un p¨²blico tirando a cincuent¨®n: realmente la media de edad era bastante m¨¢s alta que en cualquier otro concierto duro al uso. Y muchos asistentes se trajeron a sus reto?os d¨¢ndole a la fiesta un tono casi familiar. AC/DC han conseguid ser ya un producto intergeneracional capaz de unir padres e hijos con una misma pulsaci¨®n r¨ªtmica, vital.
Cuando pasaban dos minutos de las diez, sin duda puntualidad australiana, se han apagado todas las luces, solo los cuernos rojos centelleantes romp¨ªan la oscuridad. Un gran alarido, procedente de las cerca de 60.000 gargantas que llenaban el recinto rompi¨® el silencio y una nave espacial aluniz¨® en las inmensas pantallas de video: comenzaron los fuegos artificiales al grito de AC/DC. Un cortante riff de guitarra de Agnus Young rompi¨® la magia videografica y miles de brazos se alzaron compitiendo con las lucecitas de otros tantos miles de tel¨¦fonos m¨®viles inmortalizando el momento.
A partir de ah¨ª ya todo ha sido delirio. El estadio entr¨® en un movimiento compulsivo que solo baj¨® de intensidad en los escasos silencios entre tema y tema. Agnus Young, con su eterno uniforme de colegial, esa noche de un rojo incendiario, se marc¨® ya el paso de la oca en el segundo solo ante la inmensa torre de altavoces Marshall que cerraba el escenario. La gutural voz de Brian Johnson lo inflamaba todo sobre un ritmo apabullante. La pista del ol¨ªmpico se mov¨ªa al un¨ªsono y los cuernos rojos segu¨ªan centelleando, una imagen para el recuerdo.
Ya en el tercer tema, cuando Young se llev¨® por primera vez los dedos a la frente para insinuar su cornamenta, hab¨ªa quedado una cosa clara: tras cinco a?os AC/DC no hab¨ªan vuelto a la carretera para nada, estaban all¨ª dispuestos a demostrar que la potencia implacable de su propuesta sigue teniendo la misma vigencia hoy que d¨¦cadas atr¨¢s. Puro rock and roll basado en la descarga energ¨¦tica continuada, sin descansos ni concesiones. Fueron empalmando descargas de adrenalina
Un enorme escenario que viraba del verde al rojo y al lila, coronado por el anagrama de la banda y sus eternos cuernos encerr¨® m¨¢s de dos horas de potencia sonora. A ambos costados, dos gigantescas pantallas de gran resoluci¨®n, eso s¨ª: alargadas (la moda de los tel¨¦fonos m¨®viles se impone incluso aqu¨ª), ofrec¨ªan enormes primeros planos en una realizaci¨®n un tanto nerviosa pero efectiva. Y a¨²n dos pantallas m¨¢s, algo menores, compensaban la falta de visi¨®n de los m¨¢s lateralizados.
Un potente tr¨ªo mantuvo un ritmo constante y atronador pero, en realidad, todo el peso de los actuales AC/DC recay¨® en el duo Young- Johnson que se reparten constantemente la primera l¨ªnea del escenario. Johnson, al borde del desga?ite, consigue transmitir una tensi¨®n ante la que resulta imposible no implicarse y m¨¢s cuando van apareciendo los temas m¨¢s cl¨¢sicos de la banda coreados por todo el estadio a voz en grito. Young mostr¨® una vez tras otra su poder¨ªo guitarr¨ªstico, que es mucho, de su Gibson SG saltaban chispas mientas ¨¦l no dejaba de moverse compulsivamente de un extremo al otro del escenario. Hasta se marc¨® un peque?o solo rasgando las seis cuerdas con la corbata a rayas que ya le molestaba en el cuello.
Los efectos esc¨¦nicos fueron sucedi¨¦ndose sin robar nunca el protagonismo a la voz y a la guitarra, hasta una enorme campana se agito sobre sus cabezas mientras sonaba Hell bells. Luces y fuegos artificiales coronaron la propuesta pero AC/DC siguen siendo un grupo eminentemente musical m¨¢s all¨¢ del apabulle visual que, por momentos, ofrecen. En el? ol¨ªmpico de Montju?c han vuelto a demostrarlo y han dejado claro que, despu¨¦s de mas de treinta y cinco a?os, todav¨ªa tenemos banda para rato.
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