Pet Shop Boys y el encanto de los equ¨ªvocos
El d¨²o ingl¨¦s inaugur¨® el festival Jardins de Pedralbes de Barcelona
De acuerdo, era el mismo artista y tambi¨¦n el mismo espect¨¢culo. Pet Shop Boys estrenaron en Barcelona el show Electric en el Sonar 2013, y el a?o pasado lo llevaron al festival Cap Roig. De nuevo en Barcelona, fue otro festival el que les acogi¨®, un festival de frufr¨² y joyas, y pese a que el repertorio fue el mismo, mismos sus int¨¦rpretes y mismo el show, la cosa fue diferente. No en escena, donde Tennant y Lowe no var¨ªan un ¨¢pice sus modales y actitud, sino en una platea que se rindi¨® cuando al d¨²o se introdujo en la parte del repertorio erizada con sus ¨¦xitos m¨¢s reconocibles. Entonces fue cuando mirar a l p¨²blico result¨® m¨¢s interesante incluso que mirar al escenario, donde no pasaba nada distinto a las otras dos veces en las que Pet Shop Boys han pasado por Catalu?a en los ¨²ltimos dos a?os.
La platea es un lugar muy selectivo en Pedralbes, estar en ella cuesta cifras de tres d¨ªgitos. Los selectos entre los selectos incluso pueden disfrutar con antelaci¨®n al concierto de un reservado para libar, charlar, mirar y ser mirado. Es all¨ª donde la uniformidad toma carta de naturaleza con esas americanas de junta de accionistas, en todo caso apeadas de su dignidad financiera por unos tejanos, un polo o una camisa remotamente casual. Ellas, sin ir de tiros largos, van de cien botones. No parece p¨²blico de Pet Shop Boys, puede pensarse atendiendo al prejuicio, y menos cuando el director del festival, Mart¨ªn P¨¦rez, lo inaugura con un discurso en el que llama a Xavier Tr¨ªas, all¨ª presente, ¡°mi¡± alcalde, todo y que, aclara, nunca le ha financiado su festival, treinta y nueve segundos antes presentado con orgullo como un certamen privado. Se oyen pitidos, no se sabe si porque entre el personal hay votantes de otras opciones o porque aguantar un discurso jabonoso deber¨ªa suponer una rebaja en el precio de la entrada que, por supuesto, no se ha producido. Acaban las palabras con alg¨²n aplauso Lacoste y comienza el show.
Ver a Tennat y Lowe vestidos como enormes erizos negros y tocados con sendos capirotes de igual color frente a tanta compostura y modales ten¨ªa un punto chirriante, m¨¢s acentuado a¨²n si se considera que las letras del grupo destilan iron¨ªa y una fina arista cr¨ªtica, por no hablar de un sentido de la elegancia perceptible incluso cuando el vestuario resulta pinturero. Suenan las primeras canciones y nada se agita m¨¢s de la cuenta. Bien, s¨ª, en el lejano gallinero, tambi¨¦n pagado a precio de huevos biodin¨¢micos, se oyen manifestaciones de j¨²bilo con Opportunities, pero ya se sabe que la contenci¨®n no es propia de plebeyos. Y eso que la letra, pintiparada para recibir adhesiones de platea, dice ¡°Oh, aqu¨ª hay montones de oportunidades/si sabes cu¨¢ndo tomarlas/¡¡.Vamos a hacer montones de dinero¡±.
Sigue la noche. Tennat y Lowe se cambian de vestuario, que Tennant lleva con la dignidad de un pr¨ªncipe. Ni un harapo le har¨ªa perder apresto, de igual manera que nada podr¨ªa romper el hieratismo de funcionario, horrible palabra en Pedralbes, de Lowe, siempre imperturbable ante aquello que toque o que simule tocar. Porque este es otro de los intr¨ªngulis de Pet Shop Boys, que en un tema, Love etc se ¡°ensobraron¡± en una cama vertical que les imped¨ªa cualquier movimiento y en la que Lowe no tocaba nada. Pero todo sonaba igual. De hecho en escena son siempre s¨®lo dos y sin embargo han conseguido que tener la certidumbre de qu¨¦ est¨¢ pregrabado y qu¨¦ no resulte un sinsentido, valorar el vuelo de un c¨®ndor por su sexo. Igual ocurre con la voz de Tennant, siempre doblada, siempre sonando a dos o tres Tennats. Pero es igual, lo que cuenta en su caso es una m¨²sica pop electr¨®nica repleta de iron¨ªa, finura y distinci¨®n. Mel¨®dicamente poco menos que sublime.
Y fue la distinci¨®n del respetable la que se perdi¨® al llegar Suburbia. Bien es cierto que media docena de asistentes, sin lugar a dudas ahorradores que hab¨ªan conseguido las entradas luego de hacer muchos n¨²meros, ya se hab¨ªan puesto en pie antes, pero no dejaban de ser, para entendernos, incrustaciones de Colau en un h¨¢bitat de Tr¨ªas. Pero Suburbia los igual¨® a todos y las camisas azules de consejo de administraci¨®n, los complementos Hermes y los relojes de Apple se movieron como si fuesen vulgares Trolex. La m¨²sica igual¨® a la concurrencia, que puesta en pie hizo que alguno se preguntara para qu¨¦ sirve pagar tres cifras si a las primeras de cambio el p¨²blico en pie resta visi¨®n del espect¨¢culo. Cosas de dar exclusividad al pop, podr¨ªa responderse, que por el contrario ofrec¨ªa el espect¨¢culo de ver a la burgues¨ªa bailar alegremente con un grupo que con estilo y bistur¨ª ha diseccionado las costumbres de nuestra pudiente civilizaci¨®n. Con West End Girls y It¡¯s a sin se renov¨® el entusiasmo del p¨²blico en pie, momento en el que los perfumes, agitados por sus portadoras se hicieron al aire llen¨¢ndolo de fragancias. Y es que el sudor se reserva para el runnig o como quiera que se llame salir a correr sin que nadie te persiga.
La recta final reiter¨® esos momentos expansivos al encadenarse Domino Dancing, Always On My Mind, Go West y la final Vocal. Se quedaron en la rec¨¢mara muchos ¨¦xitos de un grupo que tiene un repertorio casi ilimitado, pero todo se olvid¨® al comprobar el sentido de ver a todo el p¨²blico de Pedralbes gritar con Pet Shop Boys que el para¨ªso est¨¢ en el oeste. ?Ser¨¢ porque vio nacer al liberalismo?
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