Kiss, llamando al ni?o interior
La banda, que no llen¨® el Sant Jordi, entretiene con pirotecnia de bajo coste y solos m¨¢s circenses que musicales
Se abre el tel¨®n. Aparecen cuatro se?ores ya de edad provecta disfrazados como h¨¦roes de c¨®mic. Se ignora c¨®mo demonios pueden caminar sobre los zapatos que se elevan del suelo mediante unas plataformas descomunales, pero caminan. Decenas de explosiones de pirotecnia bajo coste, anuncian que el concierto recurrir¨¢ a los trucos de toda la vida: fuego, humo y luces. Es verdad, las casi dos horas siguientes discurrir¨¢n por ese camino. S¨®lo un problema marca el inicio de tan tradicional show: el sonido, p¨¦simo, hace que no se entienda nada de las letras de Detroit City Rock, Deuce y Psycho Circus, primeros temas en sonar. Un guirigay infernal mata las canciones. Es igual, Kiss est¨¢n sobre el escenario, y su armada de fans, con el negro como bandera en sus camisetas, alguno de ellos maquillado como las mismas estrellas, se entrega a una ceremonia que dos horas m¨¢s tarde tocar¨¢ a su fin con el resultado previsto. Y es que no hay nada m¨¢s seguro que el triunfo de un grupo de rock cuando act¨²a ante su p¨²blico. Una certeza.
Kiss celebraban su gira de 40 aniversario, y lo hicieron sin apartarse de un gui¨®n que les llev¨® a tocar una inmensa mayor¨ªa de canciones con veinte a?os en las espaldas y a desarrollar sus trucos, trucos casi ingenuos e infantiles que les pondr¨ªan en el mismo plano que a Alice Cooper y sus decapitaciones. Pero no, nadie pierde la cabeza en Kiss, s¨®lo Gene Simmons muestra su lengua sangrante en su correspondiente solo de bajo, se a¨²pa con un trapecio a un set situado en lo alto del escenario y Paul Stanley hace salir fuego del m¨¢stil de su guitarra, otro elemento pirot¨¦cnico m¨¢s. Y todo ello generosamente regado con luces y m¨¢s l¨¢seres que los utilizados por Chemical Brothers. Luz, color, maquillaje y ¨¦xitos a?ejos. Un repaso a la historia. Eso es el rock en algunas bandas veteranas, recuerdos.
KISS
KISS
Palau Sant Jordi
Barcelona, 21 de junio de 2015
El concierto de Kiss, que no llenaron el Sant Jordi pese a su fidelidad al icono por ellos mismos construido, fue entretenido. Siempre y cuando se est¨¦ dispuesto a pas¨¢rselo bien con explosiones de poca monta, lugares comunes, presentaciones rutinarias casi de cada tema, solos instrumentales m¨¢s circenses que musicales, vuelos de m¨²sicos sobre el escenario, confetis y hits cantados con mayor o menor fortuna, poca en el caso de Stanley. Esos mu?equitos que se venden en todas las tiendas de c¨®mic estaban all¨ª, caminando como zancudos ante fans que pensaban que esa pod¨ªa ser la ¨²ltima vez que los ve¨ªan, ya que pasados los 65 es complicado soportar tanto vestuario, maquillaje y plataformas. El rock es en ocasiones rematadamente ingenuo, casi infantil. Y Kiss apela al ni?o que todos llevamos dentro.
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