El encanto de los mercadillos
En Barcelona, se montan los fines de semana varios mercados de segunda mano y 'vintage'
Los encantes en Barcelona tienen siete siglos de antig¨¹edad. Parece que eran el mercado predilecto donde vender los bienes de un difunto para aliviar a la viuda y pagar posibles deudas. Ahora, los encantes se ubican bajo el paraguas catedralicio, y no s¨¦ si muy protector, levantado al lado del TNC. Luego est¨¢, entre los cl¨¢sicos, el mercadillo dominical de Sant Antoni, b¨¢sicamente de libros, cromos, videojuegos y pel¨ªculas. Pero en Barcelona, los fines de semana, se celebran un n¨²mero creciente de mercadillos donde una parte de los vendedores no son profesionales de la segunda mano. No todos, sin embargo, son iguales. Los hay que cobran una m¨®dica entrada y otros de acceso libre. Los hay con libertad de precios y otros en que todo va a un euro. Los hay instalados en una plaza y otros cobijados en espacios cubiertos. Al ¨²ltimo que fui, abri¨® en un espacio de coworking, CREC, a los pies de Montju?c.
Josep Puig, coordinador de On the Garage, monta, entre otros, una vez al mes uno en L¡¯Ovella del Poble Nou, un mercadillo donde todo cuesta un euro. Tambi¨¦n la entrada. Al principio, el acceso era gratis pero la necesidad de evitar aglomeraciones recomend¨® esta cautela. ¡°Adem¨¢s, ayuda a cubrir gastos¡±, comenta. El mercadillo abre a las 11 de la ma?ana, pero a las nueve ya hay quien hace cola. Son los profesionales de la cosa, de tiendas de segunda mano, que saben que en un par de horas all¨ª dentro apenas quedar¨¢n gangas, aunque el precio de un error es rid¨ªculo. A las once, un domingo, la cola para entrar era de m¨¢s de 400 personas. Puig tuvo la idea de poner un precio ¨²nico porque ¡°el regateo aqu¨ª no se entiende¡±, no se sabe hacer. Obviamente, los vendedores que exponen mercanc¨ªa no est¨¢n a la espera de un gran negocio. ¡°Hay quien viene para pas¨¢rselo bien. Estudiantes que hacen un poquito de caja para el viaje de fin de curso, profesionales que vac¨ªan pisos o particulares que aligeran sus armarios...¡±.
El regateo aqu¨ª no se entiende
Otro que cobra entrada (dos euros) es el Palo Alto Market, en la calle Dels Pellaires. Pero dentro hay una nota de sofisticaci¨®n que no tienen otros. Los precios son libres y los productos no vienen, en su mayor¨ªa, de segunda mano. Un d¨ªa que fui, dentro de la isla urbana donde hay el taller de Mariscal, cuyo hermano est¨¢ detr¨¢s del invento, hab¨ªa un rinc¨®n para descansar del ajetreo y tomarse... unas ostras con cava. Definitivamente, otra clientela.
Pero la gran mayor¨ªa son de entrada libre. Los hay ¨Cen la estaci¨®n de Fran?a y en la plaza del Mar de la Barceloneta- con un cierto predominio de lo que se denomina vintage, concepto que tiene contornos un tanto difuminados y a veces se confunde con lo retro o, simplemente, lo viejo.
De lo que hay m¨¢s, en todos, son prendas femeninas. Pero el repertorio de pertrechos y enseres es dif¨ªcil de catalogar. He visto: calculadoras, gafas, sifones, molinillos de caf¨¦, mangos de ducha, estuches medio vac¨ªos de Caran d¡¯Ache, pipas, cat¨¢logos filat¨¦licos de 1980, relojes de pared, aspiradoras, pelucas, flautas, barbies un tanto maltratadas (se vend¨ªan a cuatro euros) o minipimers (10 euros).
Un joven que desmontaba la parada (ropa de cuando hac¨ªa el bachillerato) se hab¨ªa sacado unos cien euros
La asociaci¨®n cultural Freedonia monta el Fleadonia en la plaza Salvador Segu¨ª, delante de la Filmoteca. Antes lo hac¨ªan en la calle Lleialtat, ¡°una zona deprimida en lo comercial¡±, explica Coke (¡°escribelo con k o con q, como quieras¡±), el presidente de Freedonia. Como no era zona de paso pon¨ªan m¨²sica, pero una vecina se quej¨® y el mercadillo tuvo que ser mudo. Al final emigraron a una zona m¨¢s concurrida. Ahora colaboran con la gente del Flea Market, que se celebra en la plaza Blanquerna, a las espaldas del Museu Mar¨ªtim, para la gesti¨®n conjunta del alquiler de espacios y tr¨¢mites burocr¨¢ticos. Jubilados, parados y ONG que quieran tener su paradita con ellos tienen descuento. Los organizadores, adem¨¢s, gestionan el alquiler de sillas y mesas y tramitan la licencia municipal que debe pagar el paradista. El d¨ªa que visit¨¦ el de la plaza Blanquerna, un joven que desmontaba la parada (ropa de cuando hac¨ªa el bachillerato) se hab¨ªa sacado unos cien euros. Jos¨¦ Ram¨®n Lasu¨¦n y Ezequiel Bar¨® han escrito que las ciudades son aglomeraciones de personas con el prop¨®sito de vivir juntas para consumir mejor y con m¨¢s seguridad. Por ello, el mercado es una pieza fundacional. Mientras cuento todo eso en la redacci¨®n, dos compa?eros, j¨®venes, me explican que todo lo que han comprado ellos de segunda mano lo han hecho en p¨¢ginas web, desde Internet. Me hablan, por ejemplo, de Wallapop. Las hay, cuentan, especializadas en objetos de Ikea que, encima, tienen el mueble montado. Pero ese mundo es otra historia.
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