El d¨ªa despu¨¦s
Carl Schmitt ya nos advirti¨® de la pervivencia de lo teol¨®gico en la pol¨ªtica.
Fue Carl Schmitt el que nos advirti¨® de la pervivencia de lo teol¨®gico en la pol¨ªtica, por muy secularizada que est¨¦. La nueva raz¨®n trascendental que gu¨ªa a los gobernantes y ejerce poder normativo sobre el comportamiento de los ciudadanos responde al euf¨¦mico nombre de "los mercados". Bajo esta tutela, tan inefable como cualquiera de los dioses pasados, el campo de lo posible se restringe considerablemente en nuestras democracias. En esta evoluci¨®n hacia el autoritarismo posdemocr¨¢tico, las categor¨ªas tradicionales se transforman con suma facilidad. La ley se entend¨ªa como garant¨ªa del funcionamiento democr¨¢tico, ahora es la barrera que se levanta frente a cualquier pretensi¨®n democr¨¢tica de ampliar o hacer evolucionar el campo de juego. Hasta el punto de que vuelve una expresi¨®n que tiene una sonoridad que, en este pa¨ªs, todav¨ªa pone los pelos de punta: el imperio de la ley. Cada vez que alguien apela a la soberan¨ªa popular para promover reformas que afecten al reparto del poder, se nos recuerda que toda soberan¨ªa ha de ser limitada y sometida al control externo de autoridades encargadas de hacer cumplir la ley. L¨¢stima que este recordatorio no se active cuando los que pretenden actuar como soberanos son el dios mercado u organizaciones sin legitimidad democr¨¢tica alguna, como el FMI, que reparten instrucciones e imponen deberes con toda impunidad.
Para que el escenario cambie realmente, a partir de una participaci¨®n alta, es necesario que el independentismo alcance una mayor¨ªa absoluta no s¨®lo en esca?os sino tambi¨¦n en voto
Hemos vivido el despliegue de las pol¨ªticas de austeridad, en una especie de estado de excepci¨®n presidido por el antidemocr¨¢tico principio de que no hay alternativa, sobre la base de una alianza entre gobiernos y organizaciones contramayoritarias. Ahora, entramos en una nueva fase del proceso soberanista catal¨¢n y vuelve el discurso del imperio de la ley. Una vez m¨¢s, Rajoy se niega a reconocer la existencia de un problema pol¨ªtico y a afrontarlo como tal, y opta por judicializarlo, trasladando a los tribunales responsabilidades que son del Gobierno, con el consiguiente deterioro de las instituciones y del principio de separaci¨®n de poderes. Es asombroso que un presidente de Gobierno renuncie a presentar una propuesta pol¨ªtica para ganarse el voto de los catalanes. Su ¨²nica palabra es el anatema: ¡°No va a haber independencia¡±. ?Hay que atender que Espa?a no tiene nada que ofrecer a Catalu?a?
La lista ¨²nica es un ¨¦xito de Artur Mas que se ha adue?ado del laberinto y ha atrapado a Esquerra en ¨¦l. El presidente consigue garantizarse la reelecci¨®n; neutraliza a los republicanos, liquidando cualquier hip¨®tesis de Gobierno amplio de izquierdas; evita que se contabilice el presumible descenso electoral de Converg¨¨ncia y que se eval¨²e su gesti¨®n de Gobierno; e incluso socializa la frustraci¨®n si los resultados no fueran los esperados. El 27-S girar¨¢ en torno a una coalici¨®n de Converg¨¨ncia-Esquerra, reforzada con l¨ªderes de las organizaciones civiles independentistas y con la guinda de Romeva, que proviene de la izquierda social. La suma de este bloque m¨¢s la CUP, voto de reserva de ciertos electores de izquierdas cuya religi¨®n no les permite votar una lista con Artur Mas, dar¨¢ la medida de la fuerza electoral del independentismo. Y el d¨ªa despu¨¦s, qui¨¦rase o no, las elecciones se analizaran en clave plebiscitaria: si el independentismo ha ganado o ha perdido.
De modo que la verdadera cuesti¨®n pol¨ªtica es: ?qu¨¦ se entiende por victoria del independentismo? No me parece arriesgado pronosticar que la lista unitaria sacar¨¢ votos suficientes para gobernar, en la medida que no hay mayor¨ªa alternativa posible. Pero, a nadie se le escapa que esto no ser¨ªa suficiente para que una declaraci¨®n de independencia tuviese alguna m¨ªnima consecuencia efectiva. Para que el escenario cambie realmente, a partir de una participaci¨®n alta, que parece fuera de duda por la importancia del envite, es necesario que el independentismo alcance una mayor¨ªa absoluta no s¨®lo en esca?os sino tambi¨¦n en votos. Ser¨ªa la expresi¨®n de una realidad imposible de no reconocer por las instituciones espa?olas. Y deber¨ªa abrir un tiempo de verdadera negociaci¨®n pol¨ªtica. Si no es as¨ª, si el independentismo no va m¨¢s all¨¢ de la mayor¨ªa justa para gobernar, me temo que seguiremos d¨®nde estamos, en el pantano, enfangados sin avanzar en direcci¨®n alguna, pero con m¨¢s barro que nunca. Con el Gobierno espa?ol empe?ado en negarse a reconocer el problema. Y a la espera de lo que puedan deparar las elecciones espa?olas.
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