Secretas carrozas funerarias
El cementerio de La Almudena posee una ins¨®lita colecci¨®n de hist¨®ricos veh¨ªculos mortuorios
De los rincones secretos que Madrid oculta uno de los m¨¢s desconocidos es, quiz¨¢, el que atesora el cementerio de Nuestra Se?ora de la Almudena. A menos de 100 metros de su acceso principal se yergue un anodino edificio de estilo ecl¨¦ctico y tejado curvo. Mas su interior, iluminado por 12 faroles, esconde un m¨®rbido y fant¨¢stico ajuar: se trata de una decena de hist¨®ricos carruajes f¨²nebres, suntuosos heraldos del viaje postrero hacia la muerte. Tras quedar sin uso y permanecer depositados en la antigua funeraria municipal de la calle de Galileo, en torno a 1994 fueron trasladados al cementerio de La Almudena donde desde entonces languidecen.
Sus principales usuarios, desde 1884 hasta el ¨²ltimo tercio del siglo XX, lo fueron pr¨®ceres capitalinos dotados de fama o fortuna. Cada traslado costaba, en los a?os treinta del siglo XX, la copiosa suma de 3.000 pesetas, equivalente a unos 12.000 euros de hoy d¨ªa. Gregorio Mara?¨®n, Jos¨¦ Ortega y Gasset, alcaldes, pol¨ªticos, toreros y cupletistas del siglo XX viajaron sobre sus urnas hasta su destino final. Sus familias o las autoridades dispusieron que sus cad¨¢veres fueran trasladados hasta el camposanto a bordo de tan fantasmag¨®ricos carruajes.
El edificio que los alberga, de alt¨ªsima b¨®veda, acoge nueve grandes veh¨ªculos; en su origen fueron de tracci¨®n animal como muestran, a ambos costados del conductor, bastidores curvos y correas as¨ª dispuestas para enjaezar las caballer¨ªas. Pero fueron reconvertidos a motor ¡ªStudebaker, Lincoln, Latil... de entre 4 y 8 cilindros y todos ellos de gasolina. Cabe ver tambi¨¦n un sim¨®n de cuatro plazas, en el que los cuatro enterradores del cementerio acud¨ªan al trabajo desde Las Ventas. El peso de los negros y ornamentados carruajes ¡ªen ocasiones de hasta tres toneladas¡ª determinaba que sus motores se calentaran sobremanera. Por ello, en los frontales de sus chasis figuran cruces a modo de insignias de la marca del autom¨®vil, bajo las cuales el ch¨®fer pod¨ªa ver los indicadores de la temperatura del motor.
Llama la atenci¨®n la carroza llamada La Gloria, veh¨ªculo blanco para ¡°p¨¢rvulos y doncellas¡±, as¨ª como un enorme autom¨®vil marr¨®n con una espaciosa urna acristalada; en uno de sus flancos, cubri¨¦ndola con sus brazos, se halla la escultura doliente de una mujer de mo?o al estilo de las modelos de Julio Romero de Torres, que da nombre al veh¨ªculo: La Llorona. Fue el preferido para trasladar afamadas cupletistas, actrices y toreros. A su lado, otras berlinas funerarias, todas ellas alzadas sobre troncos de madera para preservarlas de humedades, exhiben su bru?ida ornamentaci¨®n ¡ªb¨²hos, angelotes, santos y pla?ideras¡ª, cuidada hasta el detalle m¨¢s nimio: un celaje azul con golondrinas dibuja el techo del carruaje dedicado a los ni?os difuntos. Fastuoso resulta uno de los veh¨ªculos, totalmente dorado, con el volante a la derecha a la manera inglesa.
Jos¨¦ Luis Andr¨¦s, responsable de 13 cementerios municipales de Madrid, ensalza ¡°el patrimonio art¨ªstico que el camposanto m¨¢s importante de Madrid y m¨¢s grande de Europa atesora¡±. Y dice desear que ¡°lo que es hoy un mero dep¨®sito de carruajes pueda convertirse, alg¨²n d¨ªa, en un museo abierto al p¨²blico¡±.
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