Cuando la angulosidad quiebra las rectas
Bj?rk fascin¨® en Barcelona con un repertorio que esquiv¨® sus temas m¨¢s populares
Algunas personas se balanceaban tenuemente, otras apuraban cualquier resquicio r¨ªtmico para bailar, impulsadas por graves profundos y quebrados, mientras los m¨¢s permanec¨ªan en silencio, tan est¨¢ticos como expectantes, quiz¨¢s no sabiendo qu¨¦ pensar pues ninguna de las canciones interpretadas eran populares, precisando de una concentraci¨®n extra para su desentra?amiento. S¨®lo ella era realmente conocida, tambi¨¦n su drama y la manera en la que lo ha exorcizado, Vulnicura, su terapia para cauterizar las heridas emocionales de un matrimonio roto. En su ¨²nico en Espa?a, una mujer menuda con la cara velada por una suerte de m¨¢scara y enfundada en un traje de inspiraci¨®n japonesa, con un pantal¨®n que recordaba una hakana de alta costura, cantaba y s¨®lo con esa red atrapaba a la multitud que se extend¨ªa ante el escenario, ocupado por una nutrida secci¨®n de cuerda, un percusionista y un encargado de r¨ªtmica digital. Era Bj?rk en el Pueblo Espa?ol. No lo quiso hacer f¨¢cil.
De los modelos de repertorio que lleva en la gira, la islandesa destin¨® a Barcelona el menos complaciente, el que interpreta Come to me,?Pleasure Is All Mine,?I See Who You Are o?Wanderlust, quiz¨¢s ¨²nico atisbo de pieza popular, en lugar de Hyperballad, Army Of Me o Bachelorette. Depeche Mode sin Enjoy The Silence, Sting sin Roxanne, Alejandro Sanz sin Coraz¨®n partido. No import¨®. Es m¨¢s, en cierto modo el concierto tuvo un entorno sonoro y emocional m¨¢s compacto, una direcci¨®n n¨ªtida marcada en lo sonoro por el entreverado de cuerda anal¨®gica, frotada, y electr¨®nica y percusi¨®n digital, un mundo inquietante palpitando sordo y desasosegante bajo la apacible superficie de violines y cellos. Dos mundos en uno.
Y por encima de ambos esa voz, ese tono agudo que sube y sufre, que transmiti¨® desesperaci¨®n, esperanza y sanaci¨®n en un mar de canciones donde la melod¨ªa no se presentaba tan f¨¢cil como el remedio de un curandero. La voz tiraba de las canciones y las conduc¨ªa tortuosas, apag¨¢ndolas y encendi¨¦ndolas, dando o quitando apoyo r¨ªtmico, perfiladas con hang -instrumento de harm¨®nico de percusi¨®n-, peinadas con viol¨ªn, golpeadas por graves digitales sin patrones reiterativos y siempre carentes de la obviedad de un estribillo al que asirse. Bj?rk, ataviada con excentricidad y simult¨¢neamente elegant¨ªsima, misteriosa y fascinante, daba brincos como un duendecillo restando gravedad tanto a atav¨ªo como a los sentimientos expresados por las ocho de las nueve canciones de Vulnicura que interpret¨®, para m¨¢s se?as con un sonido excepcional que remite a la convicci¨®n de que no hay malos locales, sino m¨²sicos, t¨¦cnicos y equipos incapaces de responder a exigencias ac¨²sticas.
La guinda del planteamiento de Bj?rk fue la ausencia casi absoluta de montaje esc¨¦nico, si es que se entiende como tal unos vulgares cohetes, algunas im¨¢genes ampliadas de insectos, los bichos menudos siempre inquietan, y proyectar el clip de Wanderlust cuando el tema son¨®. Tras la fascinaci¨®n visual de?Biophilia, su anterior espect¨¢culo,?Vulnicura es pura desnudez o, mejor dicho, concentra toda la responsabilidad en la propia Bj?rk, epicentro, inicio y fin de todo, hielo ardiente, carisma abrasador, dominio de todos los resortes interpretativos, duendecillo con alma de diva, rutilante estrella que si no conquist¨® la adhesi¨®n de quienes esperaban ¨¦xitos s¨ª los dej¨® con la convicci¨®n de haber asistido a un espect¨¢culo impecable. Abandonando la autopista se hallan las carreteras viradas.
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