Se nos va la olla
Lo peor de la violencia de g¨¦nero es que parte de la normalizaci¨®n y aceptaci¨®n del abuso
Las noticias las dan en la calle. Son las dos de la madrugada y desde el tercer pis¨® se oye todo lo que pasa en el primero. Ella lo deja, harta de Play Station y marihuana. Gritos y portazos y un vaso que estalla, etc¨¦tera. Ella y ¨¦l, bien parecidos, j¨®venes, tatuajes y chancletas, pareja con perros de raza en un primero de menos de cincuenta metros cuadrados. Mi vecino llama a los Mossos y mientras llegan, el tranv¨ªa llamado deseo circula por las calles estrechas de mi barrio. ¡°Te quiero¡±, grita el nini mientras los perros ladran. ¡°Te dejo¡±, le chilla ella.
Los Mossos llegan poco despu¨¦s que el nini saliese a la calle a gritar, a descargar la testosterona que sabe que no podr¨¢ dedicarle a su novia. La chica reaparece d¨ªas m¨¢s tarde pero ella, la Play Station y la marihuana, son multitud. Nuestro nini se vuelve a quedar solo. Si no fuese por el perro, que lo saca a pasear, acabar¨ªa haciendo sus necesidades en casa.
Una semana m¨¢s tarde, una cr¨®nica desde el balc¨®n. En la terraza de la casa de enfrente hay siete parab¨®licas. El problema es que durante unas semanas ha habido ocho familias. Como uno se va a dormir tarde tecleando art¨ªculos como este, puede ver pel¨ªculas por parab¨®lica como esta. Aparece una sombra (es de noche y son gambianos y senegaleses) que desenchufa el cable de alguna de las antenas y mete otro. Al cabo de un rato, otro vecino hace lo propio y la escena se repite hasta que se encuentran cuatro vecinos en la terraza y se oye en franc¨¦s: ¡°violencia no, educaci¨®n y paz¡±. ?Ja! La discusi¨®n es acalorada de verdad, pero por una vez estoy contento. En esta ocasi¨®n los destinatarios de los gritos de los hombres no son sus mujeres.
No vivo en el Bronx, vivo en el centro de una ciudad peque?a, pero hace tan solo dos semanas, en el mismo cruce de calles que da a mi balc¨®n, aparece un okupa m¨¢s o menos constante de la zona dando patadas a las puertas de las casas. La chica que intenta detenerlo le grita que se le est¨¢ yendo la olla. Prof¨¦tica, puesto que despu¨¦s que el okupa le tire un par de bolsas de basura y una botella, le da un pu?etazo en la cara que la deja KO. Otra vez los Mossos. La chica se ha levantado y ambos se pierden por las callejuelas. Los Mossos me llaman a la ma?ana siguiente para contrastar algunos datos, lo pillaron metido en casa ajena.
Esta misma semana, en el mercado de los lunes, una pareja me llama la atenci¨®n. ?l le habla con rudeza y ella trata de calmarlo. No s¨¦ de qu¨¦ me suenan hasta que ella le dice que se le va la olla. A quien se le va la olla es a m¨ª.
La teor¨ªa est¨¢ bien, pero la vivencia asegura el aprendizaje. El sesgo de g¨¦nero muestra lo m¨¢s descarnado de las desigualdades del poder, su cercan¨ªa, su intimidad, la violentaci¨®n de la familia, la casa y el espacio p¨²blico. Les podr¨ªa haber explicado la teor¨ªa, tuve una excelente profesora en la universidad. Dolores Juliano nos ense?¨® lo injusto que puede llegar a ser el ejercicio del poder en t¨¦rminos de g¨¦nero. ?Cu¨¢ntos asesinatos llevamos en lo que va de a?o? ?C¨®mo podemos describir el fracaso que supone, a?o 2015, la violencia de g¨¦nero? Hasta que no colectivicemos esa desigualdad, la verg¨¹enza ser¨¢ colectiva. Mientras no sintamos todos el pu?etazo, vaya. Puede sonar a bienintencionado, pero a veces lo pol¨ªticamente correcto, coincide con lo correcto.
Lo peor de la violencia de g¨¦nero es que parte de la normalizaci¨®n y de la aceptaci¨®n del abuso, de la creencia que se tiene un derecho adquirido sobre alguien, sobre el colectivo. Se ha funcionado as¨ª, sin conceder el m¨ªnimo grado de empat¨ªa a la otra. No al otro, a la otra, ni tan solo existe el t¨¦rmino. Se entiende que la inseguridad y el cuestionamiento de los roles masculinos provoquen miedo. Hasta ah¨ª, nada nuevo. El fracaso, personal y social, llega cuando el miedo provoca violencia. Un problema no es un fracaso. La imposibilidad de superarlo, s¨ª.
Hasta que no entendamos que la violencia de g¨¦nero no va solo contra las mujeres sino que degrada, por cobard¨ªa y abuso, a los hombres, se nos continuar¨¢ yendo la olla. No pasa en la tele, pasa en nuestras calles y casas. Es real. 58 veces en lo que va de a?o.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.