Beethoven y el violonchelo
El violonchelista Jean-Guihen Queyras y el pianista Alexander Melnikov inauguran el ciclo de conciertos Palau100
El conjunto de la cinco sonatas para violonchelo y piano de Beethoven, casi las primeras que se compusieron para este d¨²o instrumental pues ni Mozart ni Haydn no abordaron este tipo de sonata, constituyen un mirador ideal para viajar a trav¨¦s de las edades de Beethoven.
Las dos primeras, con mayor virtuosismo en la parte de piano que en la del violonchelo, muestran un Beethoven joven, ambicioso, con ganas de gustar y de demostrar que es el primero de la clase. La tercera sonata, hermana en el tiempo de la Sinfon¨ªa Pastoral, encarna la plena madurez de un Beethoven seguro de s¨ª mismo que ya no tiene que demostrar nada y cuyo estilo se ha convertido en paradigma.
Jean-Guihen Queyras y Alexander Melnikov
Jean-Guihen Queyras, violonchelo. Alexander Melnikov, piano. Obras de Beethoven. Temporada de conciertos Palau100 Cambra. Palau de la M¨²sica Catalana. 7 de septiembre.
Las sonatas cuarta y quinta corresponden al ¨²ltimo per¨ªodo creativo del compositor, son extra?as y enigm¨¢ticas. Hablan de un genio que se sabe genio y sabe, tambi¨¦n, que el precio que paga por ello es la soledad. Hablan de un pensamiento musical que viaja a una velocidad diferente de la del mundo. Hablan quiz¨¢, tambi¨¦n, de un cascarrabias amargado por la sordera a quien ya le es absolutamente igual gustar o no.
El conjunto de la cinco sonatas para violonchelo y piano de Beethoven, con el a?adido, por si fuera poco, de las Siete variaciones sobre ¡®Bei M?nnern¡¯ de La flauta m¨¢gica de Mozart, tambi¨¦n de Beethoven, constituyeron el programa del largo concierto en tres partes con que el ciclo de conciertos Palau100 inaugur¨® la presente temporada.
Se encargaron de oficiar el violonchelista franc¨¦s nacido en Montreal Jean-Guihen Queyras, habitual y muy apreciado en los escenarios barceloneses y su compa?ero en mil fatigas musicales, el pianista moscovita Alexander Melnikov.
El concierto, como la calidad de las obras, fue de menos a m¨¢s. En las dos primeras sonatas Melnikov estuvo superior, llen¨® el discurso de bellos matices de fraseo, Queyras, en cambio, lo hac¨ªa todo bien pero parec¨ªa estar mentalmente en el exterior de las obras. El d¨²o se desequilibraba por la hegemon¨ªa din¨¢mica y musical del teclado.
En la Tercera Sonata y en las variaciones todo empez¨® a encajar. Finalmente, en las dos ¨²ltimas sonatas se alcanz¨® el equilibrio exacto en las din¨¢micas, la complicidad en el fraseo y la comuni¨®n en las intenciones.
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