El espect¨¢culo debe continuar
Leo Nucci renueva su especial relaci¨®n art¨ªstica y afectiva con el p¨²blico de A Coru?a
El segundo evento programado para la Temporada L¨ªrica de A Coru?a ha sido un recital de Leo Nucci. El gran bar¨ªtono italiano volvi¨® a obtener un grande y merecido ¨¦xito en la ciudad en que hizo su debut internacional en 1973, renovando con ¨¦l su ya larga relaci¨®n art¨ªstica y afectiva. Como acompa?ante al piano, Jos¨¦ Ram¨®n T¨¦bar -titular de las ¨®peras de la Florida Grand Opera, de la ¨®pera de Naples (Florida) y director del Festival Musical de Santo Domingo (Rep¨²blica Dominicana)-, recientemente nombrado director principal invitado del Palau de les Arts valenciano .
El programa, sabiamente articulado y dosificado, se recog¨ªa en la primera parte tres plegarias y dos canciones, estas de Bellini y el propio Verdi. Un mero calentamiento vocal para Nucci en el que este mostr¨® alguna leve vacilaci¨®n de voz, nada extra?o -ni mucho menos reprochable- en un cantante que hace tiempo que dobl¨® la esquina de la setentena. Tras un breve descanso en el que T¨¦bar interpretr¨® un Nocturno en mi menor de Chopin, Nucci cerr¨® la primera parte del recital L¡¯esule, tambi¨¦n de Verdi.
Cualquier actuaci¨®n de Nucci se convierte en un espect¨¢culo que incluso supera las siempre altas expectativas que despierta su anuncio. El del viernes en el Teatro Rosal¨ªa de A Coru?a no fue una excepci¨®n y en su segunda parte el veterano cantante bolo?¨¦s volvi¨® a hacer buena, bien entrado el siglo XXI, su leyenda como uno de los mayores artistas dedicados vocales y esc¨¦nicos que dio el XX.
Las arias de Rossini, Bellini y Donizetti fueron los escalones que le permitieron subir a la gloria del aplauso y la absoluta entrega de su primer p¨²blico internacional. Y esta es una relaci¨®n que deja una huella bien profunda; como esos primeros amores que nunca se olvidan; o que incluso, a trav¨¦s de las d¨¦cadas, crecen o se van idealizando en el recuerdo. Tras la segunda parte, lleg¨® esa tercera no programada que la generosidad y el instinto de Nucci siempre otorgan a sus auditorios.
Primero se meti¨® en el bolsillo al poco p¨²blico que a¨²n estaba fuera de ¨¦l con un Largo al factotum de Figaro espectacular por tempo y simpat¨ªa. Luego, como si no quedara sitio suficiente en ese bolsillo para tanta emoci¨®n, hizo sitio en ¨¦l encogi¨¦ndonos el coraz¨®n a cuantos all¨ª est¨¢bamos. Las tres arias con que finaliz¨® la noche sobrecogieron por la emotividad con que las cant¨®, erizando todo vello o cabello presente en el teatro.
El viejo dicho teatral ¡°El espect¨¢culo debe continuar¡± se cumpli¨® una vez m¨¢s. La brillante longevidad profesional de Nucci no excluye la l¨®gica evoluci¨®n de una voz trabajada durante las d¨¦cadas arriba mencionadas. Pero la enorme inteligencia esc¨¦nica del gran artista que es Nucci -m¨¢s all¨¢ del canto o la m¨²sica- ha ido sustituyendo brillantez por sabidur¨ªa vocal y esc¨¦nica. Como esas parejas que a lo largo de los a?os supieron sustituir gradualmente la pasi¨®n por el cari?o. As¨ª las cosas, est¨¢ claro que al matrimonio A Coru?a-Nucci a¨²n le queda vida para rato.
T¨¦bar, m¨¢s all¨¢ de sus buenas interpretaciones chopinianas ¨Cen la segunda parte toc¨® tres preludios llenos de esa fuerza berroque?a que tantos pianistas no saben encontrar en la obra del polaco-, hizo un grand¨ªsimo acompa?amiento. Tanto en las canciones como muy especialmente en las arias, en las que su arte y su oficio como director logr¨® presencias orquestales desde el viejo piano del Rosal¨ªa.
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