?Qu¨¦ bonita la escenograf¨ªa!
Qu¨¦ lejos est¨¢ en 'Caiguts del cel' la direcci¨®n de actores de los mejores trabajos de Belbel
En el comedor r¨¦plicas de las sillas CH20 de Wegner. En el sal¨®n un par de butacas Cisne de Hansen. Elegante decoraci¨®n con toques vintage de fans de la serie Mad Men y el dise?o n¨®rdico. Tiene gustos exquisitos esta pareja formada por un anestesista y una directora de un colegio de primaria, el matrimonio protagonista de Caiguts del cel. Un hogar que huele a dinero mucho antes que aparezca de la nada un billete de 100 euros y se rompa la armon¨ªa burguesa de unos modernos ac¨®litos de la gauche divine. Para que el marco socio-est¨¦tico sea perfecto falta que adem¨¢s luzca una l¨¢mpara de Moragas.
La glamurosa escenograf¨ªa creada por Max Glaenzel es un triunfo en solitario. Cuando esa visi¨®n de revista de arquitectura se pone en movimiento se acab¨® la fiesta teatral, aunque el p¨²blico acuda ilusionado a la llamada de una comedia de "calidad", escrita por un autor franc¨¦s prestigiado, dirigida por un profesional de referencia e interpretada por dos apellidos admirados del star-system catal¨¢n. Tanto y tantos para concluir ¡ªdespu¨¦s de aplauso y medio¡ª que el decorado es realmente muy bueno. No s¨¦ s¨ª este punto ha quedado claro con suficiente prolijidad. Ahora el resto.
Caiguts del cel
De S¨¦bastien Thi¨¦ry. Versi¨®n y direcci¨®n: Sergi Belbel. Int¨¦rpretes: Emma Vilarasau, Jordi Bosch, Carles Mart¨ªnez y Anna Barrachina. Teatre Condal, Barcelona, 14 de septiembre.
El texto de S¨¦bastien Thi¨¦ry ¡ªescrito a mayor gloria del actor Pierre Arditi¡ª peca de ambici¨®n. Lo que podr¨ªa haber sido una discreta y funcional comedia de bulevar se pierde en el laberinto del teatro del absurdo. No es f¨¢cil seguirle la l¨®gica a Ionesco. Y la tiene. Tampoco el maestro Feydeau descubre al primero que pasa el secreto del ¨¦xito de sus farsas y su v¨¦rtigo de improbabilidades. No es, aunque lo parezca por momentos, una versi¨®n c¨®mica de Cach¨¦ de Haneke, ni una adaptaci¨®n a¨²n m¨¢s angustiada de Misterioso asesinato en Manhattan de Woody Allen. Apunta a mucho y acierta en casi nada.
Quedan entonces un par de divertidas escenas de comedia dom¨¦stica que se elevan del resto de la obra por la aparici¨®n de un personaje roba-escenas: la criada.
La tensi¨®n c¨®mica entre se?ores y el servicio siempre funciona, tanto si es una bonne espa?ola o una interina ucraniana. La procedencia eslava ¡ªla aportaci¨®n m¨¢s destacada de Sergi Belbel¡ª ofrece adem¨¢s el inesperado regalo de un hilarante di¨¢logo inspirado en el don de lenguas de los ap¨®stoles. Dos escenas en las que Anna Barrachina deja en evidencia (a su favor) el descontrol interpretativo de Jordi Bosch y Emma Vilarasau, aunque ¨¦l se agarre al salvavidas de una innegable vis c¨®mica. La intervenci¨®n de Carles Mart¨ªnez es tan intrascendente como su personaje.
Qu¨¦ lejos est¨¢ la atropellada direcci¨®n de actores de los mejores trabajos de Belbel. Qu¨¦ distancia entre esto y su pasado mimo con Jardiel Poncela. ?Se dio cuenta Thi¨¦ry de la sal gruesa que cubr¨ªa su obra? El autor sali¨® a saludar. Esta vez vestido.
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